Comenzamos por afirmar, que las próximas elecciones de diciembre de 2015, serán las más importantes desde la realización del Referendo Revocatorio de agosto de 2004. Nuestra apreciación se basa en el hecho, que en ambos momentos, el proyecto bolivariano se enfrentaba a una contienda electoral, siendo presionado por una situación de empate catastrófico.

Cuando hablamos de empate catastrófico, lo hacemos siguiendo al compañero Vice-presidente de Bolivia, Álvaro García Linera, quién expresa una «situación en la cual una fuerza que electoralmente es dominante, no logra imponer su hegemonía en otros campos (lo económico, lo cultural, por ejemplo)». En 2004, el presidente Hugo Chávez había logrado superar la coyuntura crítica derivada del intento de Golpe de Abril de 2002 y el paro petrolero y económico de diciembre 2002 hasta marzo 2003, pero se encontraba en una situación precaria desde el punto de vista comunicacional, electoral y social. En el caso del presidente Nicolás Maduro, encontramos unas analogías interesantes con esa situación que confrontó Chávez.

En primer lugar, viene al igual que Chávez- de enfrentar una situación de riesgo político, que lo colocó contra la pared: las protestas inducidas de 2014, con un costo de muertos superior a las 40 personas (43 para ser exactos), vino acompañado de una visibilidad en los medios internacionales y nacionales, que muestran a su gobierno como un «estado fallido o forajido», eso es un Estado incapaz de resguardar el orden. Esas protestas, buscan ahondar un proceso de enmarcamiento: el presidente Maduro, no es capaz de mantener el orden. Ese marco-idea, priorizado hasta el cansancio en los titulares, en los informantes anclas de la oposición y financiado – y apoyado- por enormes recursos provenientes de la NED (National Endowment for Democracy), que ha dedicado más de 2.800.000 US$ en 2014, para apoyar esas matrices, busca causar un «desencanto» e inmovilización del electorado clave del chavismo: los sectores populares, que han sido los factores que explican el triunfo en la mayoría de los procesos electorales entre 1998-2014.

En segundo lugar, al igual que en 2004, la situación en términos económicos y de aceptación social es difícil. En ese entonces, la crisis – más bien el costo del sabotaje económico- fue muy alto y hubo una significativa caída del PIB. En 2014-2015, la situación es más difícil. La especulación financiera (lo que algunos economistas ortodoxos denominan inflación) ha generado una situación social explosiva, que encaja en la famosa frase de Thomas Hobbes en su obra maestra El Leviathan: «el hombre es el lobo del hombre» (homo homini lupus). El país se ve presionado en dos frentes: 1) el gubernamental, pues se trata de presentar al gobierno bolivariano (de Maduro) como incapaz de resolver las necesidades básicas del venezolano y 2) el del colectivo-pueblo, que es bombardeado con noticias sobre explosión social, presión psicológica, temor, miedo, paranoia, que son estrategias que en marco de las Operaciones psicológicas (OPSIC), busca generar un desencanto e impulsar salidas no constitucionales a la confrontación política en la que nos encontramos. Vemos así, como se habla de escasez, cuando se debe hablar de acaparamiento. Parece inocente la diferencia, pero al decir «escasez» la responsabilidad de los problemas del ciudadano en términos económicos, no es una acción derivada de los esfuerzos de los agentes económicos de obtener ganancias inusuales y especulativas, sino es producto de la «incapacidad» del Gobierno de Maduro.

En tercer lugar, al igual que en 2004, la acción de los imperialismos colectivos (EEUU-UE-Japón) por apoyar (y financiar) a los grupos opositores es notoria. En 2004, la campaña por el Sí para revocar el mandato de Chávez, recibió sustento internacional, a través de contratación de expertos en comunicación política y el soporte (financiero y de asesoría) a la organización SUMATE, dirigida por la actual- inhabilitada- exdiputada María Corina Machado. En la actualidad, el presupuesto de la NED es desconocido, pero los datos del 2014 son elocuentes, citamos solo algunas cifras: 400.000 US$ para apoyo a líderes de oposición en la Asamblea Nacional, 178.536 US$ para análisis de políticas legislativas y económicas, 410.155 US$ para «mejora de comunicaciones estratégicas» (http://www.ned.org/region/latin-america-and-caribbean/venezuela-2014/ ). No suena ilógico deducir que este presupuesto se debe haber elevado ante el hecho que el 2015 es año electoral.

En cuarto lugar, la situación en términos del contexto internacional, es ahora peor que lo que le tocó vivir al presidente Chávez en 2004. La confrontación entre la Doctrina de Seguridad de los EEUU y la Doctrina geopolítica de no alineamiento unipolar de Chávez (y ahora maduro) es una constante, pero en los actuales momentos, la articulación internacional es múltiple. Por el lado de la frontera con Colombia, el Gobierno de Santos no hace mucho por frenar el accionar (y la vinculación) de los paramilitares en el comercio de extracción y por el lado este, el Gobierno de Guyana, ha servido de peón de la acción geoestratégica de las trasnacionales del petróleo.

Por último, se trata de forzar un conjunto de actos desencadenantes de anomía social, que produzcan acciones múltiples. Una, que el gobierno caiga en la trampa de reprimir los posibles desórdenes inducidos y atizados por la situación de premura económica, generadas por el acaparamiento y la especulación. Dos, la oposición (y la prensa internacional) desatarían una feroz campaña denunciando las «violaciones del Gobierno Bolivariano», arreciando las condenas y presiones en ámbitos como la OEA o la ONU. Tres, impulsar una reacción torpe, en sectores dogmáticos del gobierno, suspendiendo las elecciones, ante las condiciones de presión social. Estos escenarios, sólo pueden ser afrontados, sí el presidente Maduro desmonta, a través de la acción organizada del colectivo-pueblo, esta mecha corta explosiva que está montada. Sólo el pueblo, salva al pueblo camarada Presidente¡.