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6 agosto 2015 – Los líderes latinoamericanos que optan por seguir una política independiente de EE.UU. deben estar preparados para cualquier reacción que pueda provenir de Washington. Actualmente, el mayor descontento para la Casa Blanca está generado por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, que según el Departamento de Estado de EE.UU., está actuando de manera «extremadamente hostil» frente a la política estadounidense, consideran algunos expertos.

Las relaciones de Nicaragua con China se hacen cada vez más importantes, principalmente debido al proyecto de la creación del Gran Canal de Nicaragua, que tiene previsto comenzar entre noviembre y diciembre de este año. La empresa china Hong Kong Nicaraguan Canal Development Investment Group (HKND) es la responsable de la construcción.

 

Según la empresa ambiental británica Environmental Resources Management, el proyecto se considera como viable para la conservación de la naturaleza y los recursos hídricos. Sin embargo, esta conclusión «contradice el argumento principal de la propaganda del gobierno de Obama acerca de los efectos devastadores del canal en la ecología de la región», escribe el analista Nil Nikándrov en el portal de la Fundación de la Cultura Estratégica.

Además, se prevé que la construcción «estimule el surgimiento de la economía nicaragüense y proporcione al menos 250.000 puestos de trabajo». Pero Washington prefiere ignorar estos beneficios y ya ha puesto en marcha «una operación regional a gran escala para interrumpir la construcción del canal». La operación está liderada por la embajadora de EE.UU. en Managua, Phyllis Powers, que anteriormente trabajó en Panamá y tiene experiencia en cuestiones relacionadas con canales interoceánicos, así como la oposición nicaragüense.

El pasado junio Eduardo Montealegre, principal opositor político de Ortega, líder del Partido Liberal Independiente, abiertamente mostró su posición proestadounidense y acusó al actual mandatario de «desmantelar el Estado de derecho» y tachó el proyecto del canal transoceánico de «económicamente erróneo y dañino para el medioambiente».

De acuerdo con los cálculos estadounidenses, la desestabilización de la situación en Nicaragua, promovida por el propio Washington, debe conducir a la terminación de la construcción del canal o a su significativa desaceleración, opina Nikándrov. Por su parte, Rusia apoyó la ambiciosa iniciativa de Ortega, que corresponde a los intereses del país latinoamericano, tanto por razones políticas, como económicas.