Alberto Morán
Vivimos en una Venezuela donde los adversario hacen una guarimba y responde poniendo la otra mejilla; le efectúan una guerra económica en la que unos delincuentes llamados “bachaqueros” contrabandean nuestros alimentos, y les extiende una mano amiga a ver si les da cosa y no se siguen llevando la comida; estamos en un país, amigas lectoras, amigos lectores, donde viene cualquier expresidente hampón o senador de otra nación a subvertir el orden, y en lugar de darles una pela con el sable de Bolívar en cadena nacional para que respeten, se les deja hacer el show sin ningún contratiempo; por ende, conocer la noticia según la cual la presidenta Kirchner puso al vocalistas del grupo Maná de patitas en la calle por hablar mal de El Gigante, no puede menos que rebosarnos de alegría, felicidad, satisfacción.
¿Qué puede hacer un humilde servidor como yo desde aquí de Venezuela ante semejante gesto con el máximo líder de la revolución bolivariana? No sé, de verdad que no sé, de momento sólo se me ocurre enviarle a la señora Cristina Kirchner un beso del tamaño del cielo, y les confieso que siento que el cielo me parece chico. En mi criterio, así es que se gobierna. La honorable mandataria tiene poder y lo ejerce apoyada por su pueblo, allá quien la tilde de dictadora. A Chávez se respeta en su país. Y punto. Lo mismo hubiese hecho el Comandante Eterno con ella o cualquier otro mandatario amigo.
Por eso, me parece maravillosa la digna actitud de la presidenta de Argentina, más contra un cantante como Fher Olvera, que se jacta de decir que él a los políticos siempre les expresa la verdad, sin embargo, yo quisiera –y quizás muchos más- verlo alguna vez diciéndole o aconsejándole a Obama en público, que deje las matanzas en el mundo o, por lo menos, que recuerde con mayor frecuencia al mandatario de su país, Enrique Peña Nieto, los desaparecidos de Ayotzinapa, por ejemplo.
Ojalá que en Venezuela cuando llegara cualquier exmandatario o senador delincuente a querer payasear como lo hacen, hubiese alguien que les diera un “parao” como hizo Cristina Kirchner sacando al tal Olvera de la Casa Rosada.
Porque ya es común que en la Patria de Bolívar los revoltosos se presenten precedidos de un despliegue publicitario; y luego de instalados se apoderen de los medios de comunicación para darnos lecciones de moral, de diplomacia y materia jurídica. Ah porque en el marco de su agenda nunca falta la defensa y la visita a los guarimberos presos.
Ese es el final. Allí finalizan el espectáculo, siempre pretenden sin permiso acceder al interior de la cárcel por encima de la ley, sabiendo que no pueden pasar, pero lo intentan buscando provocar reacciones, escándalos, y cerrar la función mediática con broche de oro.
Todo un abuso, una falta de respeto y no ocurre nada mayor a un superfluo peloteo de dimes y diretes, en la que esos bandidos quizás no se salgan del todo con la suya, pero pueden generar confusión y eso obviamente les valdría algunos puntos a favor en el ámbito de la política internacional.