Traducido del portugués para Rebelión por Alfredo Iglesias Diéguez. |
Brasil está viviendo una grave y aguda crisis política que, en cualquier momento se puede transformar en crisis institucional. Son varias las iniciativas políticas y jurídicas orientadas a destituir el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff.
La convención nacional del PSDB (1), realizada en el último fin de semana, fue un eslabón más en la escalada golpista. Los principales dirigentes de ese partido, que funciona como centro aglutinador de las posturas más conservadoras y golpistas, entre ellos el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, atacaron agresivamente a la presidenta Dilma Rousseff, al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y al Partido de los Trabajadores (PT).
El candidato derrotado a la Presidencia de la República, Aécio Neves, elevado a la dirección del partido, rebajó su discurso al nivel más rastrero al afirmar que no perdió las elecciones ante un partido político, sino ante una “organización criminal”. El senador de Minas Gerais ofende, de ese modo, a 54.501.118 de electores que votaron a la mandataria en octubre del año pasado concediéndole el mandato de gobernar el país por otros cuatro años más. El líder tucán (2) agrede, además, a una amplia coalición de fuerzas democráticas y progresistas que fueron de la mano del PT en cuatro convocatorias presidenciales sucesivamente victoriosas.
La convención tucana discutió “escenarios alternativos” para después de la caída del gobierno. El partido que mejor representa la visión política e ideológica de la derecha brasileña intentó vender gato por liebre, enunciando las imaginarias cualidades que tendría para gobernar el país. Esconde, bajo el envoltorio de falsa capacidad y supuesta preparación, que llevó a Brasil a la ruina durante los ocho años [1995-2002] que estuvo en el poder. En el cónclave tucano aparecieron también divisiones importantes. La convención fue el escenario en que Aécio, Alckmin y Serra intentaron acumular fuerzas con vistas, cada uno desde su perspectiva particular, a la candidatura presidencial.
El discurso y las acciones golpistas del PSDB constituyen la principal vertiente política de la ofensiva reaccionaria, pero no la única. Convergen en el mismo objetivo: la instrumentalización política de la operación Lava Jato (3), el enjuiciamiento de procedimientos administrativos de la presidenta Dilma durante su primer mandato por el Tribunal de Cuentas de la Unión, la tramitación de la solicitud presentada por los tucanes en el Tribunal superior Electoral solicitando la dimisión de la mandataria y la toma de posesión del cargo de presidente por Aécio y otras peripecias en el ámbito de lo judicial, del ministerio público y de la policía federal y la manipulación de la opinión pública por los medios de comunicación privados, actores destacados de la ofensiva golpista.
En este sentido, se puede decir que el país vive una situación de emergencia, la más grave desde que las fuerzas progresistas asumieron el gobierno. Una intensa polarización política en la cual la derecha se siente lo suficientemente fuerte como para desplegar su ofensiva, de la que es parte la puesta en marcha de una agenda conservadora contra los derechos civiles, la democracia, los derechos de los trabajadores y la soberanía nacional, base de su plataforma para los venideros enfrentamientos políticos y las próximas citas electorales.
Ciertamente, las fuerzas progresistas comprenden la naturaleza de la crisis, tienen conciencia de lo que está en juego y la noción de que la resistencia y la contraofensiva son también de carácter político.
El punto de partida de la resistencia y de la contraofensiva es la defensa del mandato legítimo y constitucional de la presidenta de la República, conquistado democráticamente por el voto popular. Este es el aspecto fundamental de la preservación de la democracia. Para eso es fundamental movilizar a las fuerzas vivas de la nación, unir a las fuerzas políticas y sociales –partidos, movimientos populares y personalidades- en un frente de carácter democrático, patriótico y progresista, con una plataforma mínima común que considere como prioritarias la lucha por la democracia, el desarrollo económico, la soberanía nacional, los derechos de los trabajadores y la realización de reformas. El esfuerzo por la unidad implica el fortalecimiento de la alianza y el papel de los partidos que aseguran la existencia de la coalición gubernamental y su apoyo en el Congreso Nacional, la plena sintonía entre la presidenta y el vicepresidente de la República y entre los respectivos partidos (4).
Igualmente es preciso hacer valer la fuerza institucional de la presidencia de la República, la autoridad de la mandataria, su contacto y comunicación con el pueblo, la interlocución con los demás poderes republicanos y realizar esfuerzos para garantizar la ejecución de los planes de gobierno en todas las áreas.
Factor decisivo para la defensa de la democracia, del mandato de la presidenta Dilma y la realización de las reformas indispensables para el desarrollo nacional y el progreso social es el avance del movimiento popular. La movilización del pueblo es el cimiento de la unidad y la fuerza motriz de la resistencia, de la lucha y de la contraofensiva.
(1) N. del T.: El Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), fundado en 1988 como un partido de centro izquierda con un ideario que socialdemócrata, que reivindicaba como principios programáticos la defensa de la democracia, la descentralización política y administrativa, el sometimiento del Estado al servicio del pueblo y no de los grupos privilegiados, el desarrollo económico sostenible con redistribución de la renta y educación de calidad para todos y una reforma política que fortaleciese a los partidos y aproximase a los representantes políticos a sus electores, en la actualidad es un partido situado en la derecha del espectro político brasileño.
(2) N. del T.: En el lenguaje político brasileño los miembros del PSDB se denominan a sí mismos ‘tucanes’, ya que desde el año 1998 ese es el símbolo del Partido, lo cual los identificaba, en primer lugar, con los colores azul y amarillo, usados en la campaña ‘Diretas já’ (Directas ya), que entre los años 1983 y 1984 lideraran, entre otros, Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva, en demanda de elecciones presidenciales directas; en segundo lugar, con uno de los símbolos de los movimientos ecologistas de Brasil, sobre todo en los años 80 y 90 del siglo XX; y, en tercer lugar, con un ave característicamente brasileña, identificándose así con una postura claramente nacionalista.
(3) N. del T.: La operación Lava Jato, por el nombre de una red de estaciones de servicios y lavado de autos, es una investigación judicial en curso que puso al descubierto una red de lavado de dinero que pudo haber blanqueado más de 10 mil millones de reales (casi 2.900 millones de euros) desde el año 1997. Pasado más de un año de pesquisas (la operación empezó el 17 de Marzo de 2014), la operación puso al descubierto el pago de comisiones a políticos de diferentes partidos, entre ellos el PT, el PSDB, el PMDB –el centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño- y el PP –el conservador Partido Progresista y principal implicado en la trama-, y el concurso de diferentes empresas estatales, entre ellas la petroquímica Petrobras, y privadas, como la constructora OAS.
(4) N. del T.: Actualmente, es presidenta de Brasil Dilma Roussef, del PT, mientras que su vicepresidente es Michel Temer, del PMDB.
Fuente original: http://www.vermelho.org.br/editorial.php?id_editorial=1508&id_secao=16