Samir Amin denomina imperialismo colectivo al conjunto de asociaciones entre países centros-dominantes del sistema-mundo. Ese imperialismo colectivo, durante la 2da mitad del siglo XX permitió la coincidencia de EEUU-Unión Europea-Japón, bajo la «amenaza» de la expansión comunista de la URSS y en menor medida, de China. Estos imperialismos colectivos, tienen las características que definió Lenín en su clásica obra El Imperialismo: fase superior del capitalismo. Es decir, la concentración de la producción y el capital; la fusión del capital bancario con el industrial; el predominio de la exportación de capitales; la puja por el control y reparto de los mercados y la preponderancia del elemento militar, como factor de presión.

En la economía-mundo capitalista, ese espacio multizonal y geográfico que expresa las formas y relaciones del capital y el trabajo, las tensiones entre los imperialismos colectivos son en determinadas circunstancias, superadas para imponer «el orden coactivo» a los estados-nación que no encajen dentro de los habitus del poder dominante. Este aspecto es sustancial para comprender las tensiones a las que está siendo sometido Venezuela y la naturaleza (y el papel) que juega la República Cooperativa de Guyana, como actor ejecutante de las presiones de los imperialismos colectivos.

Una gran paradoja derivada de la naturaleza explotadora de la economía-mundo capitalista, es su insistencia en la denominada acumulación incesante, eso es el afán de reproducir, una y mil veces el proceso de acumulación (y explotación) del capital. Ese proceso de acumulación, está asociado a los controles que los imperialismos colectivos ejercen sobre los mercados, a través de su asociación con las trasnacionales económicas, que están presentes en todo el patrón geocultural de consumo que caracteriza está economía-mundo. La acumulación incesante, se expresa en esfuerzos continuos por controlar recursos, territorios, economías, favoreciendo con ello la apropiación de lo que se denomina el plusvalor, es decir, la diferencia entre el salario real y el esfuerzo del trabajo, en términos productivos.

La acumulación incesante que llevan adelante los imperialismos colectivos (EEUU- la Unión Europea y Japón), choca con las democracias insurgentes y revolucionarias que han surgido, esencialmente en Suramérica, con Venezuela a la cabeza, a partir de los esfuerzos de formulación realizados por Hugo Chávez a través del denominado Proyecto Bolivariano desde 1998. La posición geoestratégica que asumió el país desde ese momento, desarticulando la histórica posición de sometimiento y obediencia neocolonial que el país había cumplido en todo el siglo XX, generó las alertas de los imperialismos colectivos y particularmente, de los EEUU, pues el accionar de Chávez se expresaba en lo que desde 1823, consideraban su «patio trasero». Los intentos de actuación de estos imperialismos colectivos, desde el año 2001, se incrementaron, particularmente por la circunstancias de las implicaciones que tuvo el Plan Simón Bolívar 2001-2007, las leyes habilitantes (entre ellas la ley Orgánica de Hidrocarburos) y la concreción de los Acuerdos Energéticos de Caracas, que relanzaron el papel contrahegemónico de la OPEP y recuperaron los precios de venta del barril de petróleo.

Ante esta reacción insurgente de los estados subalternizados o periféricos, encabezados por Venezuela, el imperialismo colectivo actuó duramente impulsando la conspiración con FEDECAMARAS en 2002, que terminó con el golpe momentáneo contra Chávez y su retorno el 13 de abril de ese año. Pero el imperialismo colectivo no desistió y si bien actuó principalmente a través de EEUU, no es menos importante el papel que juegan Inglaterra, Francia, Italia, entre otros. Su coincidencia tiene una razón: las enormes reservas de petróleo que tiene Venezuela. Es común señalar los 298.000 millones de barriles de la Faja petrolífera Hugo Chávez en el Orinoco, pero no se divulga que la verdadera capacidad de ese espacio llega a los 510.000 millones de barriles, superando holgadamente los 245.000 millones de Arabia saudita, perfectamente articulada con los intereses de los imperialismos colectivos.

Sin embargo, a partir de la llegada de Barak Obama en 2008 a la presidencia de EEUU, aumentó la presión sobre el país, pues los intereses trasnacionales que hacen lobby en el Congreso y el gobierno del coloso del norte, saben bien que a ambos extremos (oriental y occidental) de la frontera venezolana hay enormes recursos petrolíferos. En el Golfo de Venezuela, se estima que hay 1.8 veces más petróleo que en la Faja, eso es unos 540.000 millones de barriles y en la frontera del río Esequibo, otros 450.000 millones. Esto convierte a Venezuela, no sólo en el país con mayores recursos, sino también en la región con mayores reservas llegando a más de un billón de barriles de petróleo, superando por más de 200.000 barriles a toda la península Arábiga y con ello, desestabilizando las necesidades de acumulación de los imperialismos colectivos.

Por eso, la doctrina Obama del «poder inteligente», amenaza directamente o indirectamente, a través de Guyana y Colombia a Venezuela, pues sabe que es un «espacio vital» en su juego geopolítico de pretensión hegemónica y que derrotar a Venezuela y al proyecto bolivariano, constituye un objetivo estratégico que cumplir. En ese sentido, la intervención del Presidente Maduro este lunes, tiene todo el peso de la advertencia histórica de los peligros sobre nuestra patria. Hoy más que nunca, vacilar es perdernos.