Los recientes procesos de regularización de relaciones entre EEUU/Cuba/Irán, deben ser interpretados en clave geopolítica. Ello implica entender que el presidente de los EEUU, se mueve en lo que se ha denominado Doctrina Obama o Smart Power (poder inteligente). El Smart power, se balancea entre el uso de la fuerza militar (característico y prioritario en la doctrina internacional de los republicanos) y la diplomacia o soft power (poder suave).

En los procesos con Irán y Cuba, se observa una historia de tensiones que datan ambos de la década de los años 50 del pasado siglo XX. En lo que respecta a Irán, no puede obviarse el proceso mediante el cual fue depuesto – con toda la colaboración de EEUU e Inglaterra- el gobierno de Mossadegh, proceso con el cual se instauró en el poder la dictadura del Shá de irán, que defendió los intereses geoestratégicos de ambas potencias en la conflictiva zona del Medio Oriente. En el caso de Cuba, después del triunfo de la revolución cubana en 1959, se dio inicio a una permanente tirantez que tuvo su punto máximo en la crisis de los misiles del año 1962 y la transformación de la figura de Fidel Castro y la revolución cubana, en la principal preocupación de la política exterior en Nuestra América. Ambos casos, tienen la particularidad de haber sido su accionar infructuoso, desde el punto de vista de los intereses de los EEUU.

En Irán, la cruenta dictadura apoyada por EEUU del Sha, terminó abriéndole las puertas a la revolución islámica de los shiítas y con ello, el coloso imperial del norte perdió parte de su influencia en el Medio Oriente y colocó a los persas como una figura simbólica importante en la confrontación cultural contra occidente. En lo que respecta a Cuba, el inhumano bloqueo extendido desde 1962, no logró debilitar al gobierno de Fidel y de Raúl Castro, por el contrario lo convirtió en un referente subversivo contra EEUU, cuyo ejemplo sería buscado (y emulado en algunos casos como Nicaragua desde 1979) por otros países de Nuestra América.

La real politik característica del pragmático Barak Obama, lo llevó a comprender la inutilidad de los esfuerzos contra ambas naciones y dio inició así a un difícil proceso de negociación que llevo a la regularización de las relaciones diplomáticas. ¿Debe verse este puente lanzado por Obama como un retroceso en los objetivos de dominación de los EEUU?. La respuesta es un contundente no. Creer que estos acuerdos significan la claudicación de las pretensiones de control y coacción de los EEUU sería poco menos que una gran ingenuidad. Se trata de un cálculo geopolítico de amplio espectro.

En el caso del Acuerdo Nuclear entre el Gobierno de EEUU, Inglaterra, Francia, Rusia, China y Alemania con Irán, este se debe entender en el contexto de la aceptación tácita de la imposibilidad unilateral de los EEUU de imponer el «orden» en Eurasia. El Acuerdo hace posible disminuir la presión en la zona de la Península Arábiga y concentrarse más en lo que se considera, en los círculos neoconservadores de EEUU, el verdadero peligro inmediato: China. Ya los EEUU tiene tropas, bases militares y centros de entrenamiento en 17 países o zonas marítimas: Tayikistán, Kirguistán, Afganistán, Pakistán, Mar de Arabia, Océano Índico, Estrecho de Malaca, Australia, Filipinas, Océano Pacífico, Taiwán, Corea del Sur, India, Bangladesh, Sri Lanka, Nepal y Malasia.

Por otra parte, la explotación a través del framing de gas esquisto, hace que haya crecido la producción petrolera norteamericano y abre la posibilidad de disminuir la dependencia (frágil) del petróleo de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, cuyo petróleo debe pasar por el estrecho de Ormutz, que en gran parte controla Irán. Este acercamiento con Irán podría permitir manejar con holgura el tema Siria, que es una prioridad en el diseño geoestratégico de EEUU en la zona. Para Irán, es un respiro en términos económicos: su PIB en 2012 cayó un 5,4%; el valor del rial disminuyó desde 2012 un 70% y la escasez y la inflación causada por el bloqueo económico ha causado estragos. Más preocupante aún, es que Irán está en un conflicto real con los sunnitas que llevan adelante los ataques contra el Gobierno Sirio de Assad. Sin duda, es ganancia para ambos (EEUU-Irán) el acuerdo.

En el caso de Cuba, este país no representa la vieja amenaza de la 2da mitad del siglo XX. La Cuba de Fidel y Raúl, ya no financia, apoya y entrena a organizaciones guerrilleras subversivas, pues la última que queda en Nuestra América (las FARC-EP) están en un muy avanzado acuerdo de paz con el Gobierno del colombiano Juan Manuel Santos. Esta política hacia Cuba, muestra la acción múltiple de la acción diplomática de la Doctrina Obama. Por un lado, la acción conciliatoria que ha permitido restablecer relaciones con Cuba, insistir en los círculos del Congreso de EEUU de la suspensión del Bloqueo, pero sobre todo permitir que los capitales norteamericanos «entren» de nuevo en la isla caribeña, que anda en busca de inversión extranjera. Por otro lado, los EEUU mantiene una política militarista, que se expresa en una mayor presencia en el área del Caribe, particularmente con movilización de tropas en Centroamérica (Costa Rica, El Salvador, Honduras) y en Suramérica (Chile, Perú y Colombia) en estrecha colaboración con las bases de la OTAN en Jamaica, Trinidad y Tobago, Curazao, Aruba, Bonaire y Malvinas.

Cuba e Irán, muestran la insistencia en la permanencia imperialista de los EEUU, pero minimizado por acciones diplomáticas que «refrescan» la maltratada imagen en la región de Nuestra América, pero que nos alerta de la posibilidad de bajar la guardia y creer en el acercamiento pacífico de EEUU. Más premonitorias que nunca las advertencias de Bolívar en su Carta de Jamaica de 1815.