Lorena Almarza / Ciudad Caracas
14 de junio de 2015.- Ernesto Guevara de la Serna, conocido como el «Che», nació tal día como hoy en 1928, en la comunidad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina, en el seno de una familia aristócrata. Su madre fue Celia de la Serna, quien dominaba el inglés y el francés, hija del doctor Juan Martín de la Serna, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Su padre, Ernesto Guevara Lynch, «casi arquitecto», lector voraz y poseedor de una nutrida biblioteca.
La familia vivió en Córdoba y, luego, en Alta Gracia buscando un clima apropiado para la salud del niño. En esa casa, convertida hoy día en Museo, se consigue un «librito» donde están las recetas de cocina que copiaba y recortaba de los periódicos para que su nana se las hiciera.
Ernesto creció en un ambiente amoroso, de amplias libertades y cercano a la naturaleza. Fue a la escuela a los nueve años por sus condiciones de salud, pero su madre lo educó en las primeras lecciones y cultivó su entusiasmo por el conocimiento y la lectura.
Desde pequeño fue un lector apasionado, llama que llevó encendida durante su vida. Devoró las novelas de aventuras de Emilio Salgari, Julio Verne y Alejandro Dumas, pero también libros de matemáticas, ciencias naturales, historia y geografía. Fue también entusiasta lector de Federico García Lorca, Pablo Neruda, Domingo Faustino Sarmiento y de Jack London, californiano socialista, quien fuera leído también por Lenin y Trosky.
Estudió bachillerato en el Colegio Deán Funes, institución impregnada del pensamiento del sacerdote revolucionario Gregorio Funes. Tenía grandes habilidades para las matemáticas y todos creían que estudiaría ingeniería. Sin embargo, la grave situación de salud de su abuela marcó su elección por la medicina, cuyos estudios inició en 1948 en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires.
Además de la lectura, descubrió otra pasión: viajar. Se hizo a la mar como enfermero en barcos de la Marina Mercante recorriendo puertos nacionales. Luego, junto a su amigo Alberto Granado en enero de 1952, inició su recorrido en la motocicleta Poderosa II.
NUEVAS REALIDADES
En Chile van a la mina de cobre al aire libre Chiquicamata, propiedad de los monopolios norteamericanos Anaconda y Kennecott. A través de dos trabajadores de ese lugar, miembros del entonces ilegal Partido Comunista Chileno, conocen la realidad de explotación y persecución a los trabajadores. En su paso por Perú compartieron con el doctor Hugo Pesce, dirigente del Partido Comunista de Perú y discípulo de José Carlos Mariátegui, profesor de Medicina Tropical de la Universidad de San Marcos de Lima y quien estaba a cargo de un centro de atención a la lepra.
A Venezuela llegaron procedentes de Bogotá. Entraron por San Cristóbal y tomaron un autobús destartalado hasta Caracas el 16 de julio. En ese recorrido y con Ernesto en pleno ataque de asma se detuvieron en el Pico del Águila. En 2007, en conmemoración a los 40 años de su muerte y a los 55 años del viaje, se develó una estela en su honor en ese sitio.
En Caracas se alojaron en la pensión de la Juventud Católica de Venezuela donde conocieron a un joven estudiante de abogacía que pertenecía a Copei. Resulta que ese joven era Gonzalo García Bustillo, quien sería embajador de Rafael Caldera en Cuba cuando Chávez fue a La Habana en 1994.
Conocieron a Jacinto Convit, quien ya era jefe de la lucha contra la lepra en Venezuela. Granado fue invitado por el Dr. Convit a trabajar en el hospital de Cabo Blanco en La Guaira. Ernesto debía regresar y el 26 de julio salió en un vuelo de carga en la ruta Buenos Aires-Caracas-Miami, Miami-Maracaibo-Buenos Aires. El avión se dañó y debió estar un mes completo en Miami. Ese tiempo estuvo en la biblioteca.
Regresó a Argentina y escribió: «(…) yo, no soy yo; por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por nuestra Mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí». En julio de 1953 se graduó de médico y un mes después inició su segundo viaje con su amigo Carlos «Calica» Ferrer.
De Ernesto al Che
Llegaron a Bolivia. Su presidente, Víctor Paz Estenssoro, del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), nacionalizó las minas de estaño, aprobó el sufragio universal y dio tierras a los indígenas. Luego en Perú, donde regía la dictadura del Gral. Manuel A. Odría, visitaron Cuzco y el Machu Picchu y prosiguieron a Ecuador. En Guayaquil estuvieron con estudiantes e intelectuales del Partido Comunista y se enteraron de la revolución en Guatemala.
Calica viene a Venezuela a visitar a Granado y Ernesto va a Guatemala. Pasa por Nicaragua y Costa Rica donde conoce a Juan Bosch y escucha hablar del 26 de julio y el Cuartel Moncada. Llega a Guatemala el 24 de diciembre de 1953. Allí hace amistad con Antonio «Ñico» López, exilado cubano que participó en el asalto al Cuartel Moncada y lo suma a la causa cubana. Ñico lo apoda «Che».
En junio de 1954, el gobierno democrático del presidente Arbenz fue derrocado por el Gobierno estadounidense. Se refugia en la Embajada Argentina y se va a México donde se reencuentra con Ñico López.
EL ENCUENTRO CON FIDEL
En 1955, el Che conoce a Raúl Castro y, posteriormente, a Fidel. En Biografía a dos voces Fidel cuenta: «(…) Nuestro encuentro se hizo una noche en julio de 1955, en México (…) él ha venido viajando, ha visto Guatemala, ha sido testigo de la intervención estadounidense (…)». El Che se unió a la causa de liberación nacional como médico de la tropa, pero igual entrenaba militarmente.
EN EL GRANMA PARA CUBA
El 25 de noviembre de 1956 partieron a Cuba en el Granma y desembarcaron el 2 de diciembre por playas de Las Coloradas. La primera victoria ocurrió 46 días después del desembarco, el 17 de enero de 1957. En julio fue nombrado comandante. Luego fue a la escuela de reclutas y en junio de 1958, conformó la columna Nº 8. El 28 de diciembre lanzó el ataque contra la ciudad de Santa Clara, último bastión batistiano. Batista huyó en la noche del 1º de enero de 1959 hacia República Dominicana.
En febrero de 1959 fue declarado ciudadano cubano por los servicios rendidos a la nación. Posteriormente, fue nombrado ministro de Industria y luego presidente del Banco Nacional, donde firmaría los billetes como Che.
El desarrollo de la conciencia, la visión de los intereses colectivos y del deber social serán fundamentales para el Che, de allí que proponga e impulse el trabajo voluntario, así como el debate sobre la necesidad del hombre nuevo que rompa los vicios heredados del viejo estado capitalista, pues: «(…) las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas».
Participó en la Conferencia de las Américas de Punta del Este en Uruguay (1961) y, en 1964, encabezó la representación de Cuba ante la ONU. Va al Congo. En 1965 escribió la carta de despedida a Fidel y declaró su voluntad de hacer la revolución en otras tierras. Regresó secretamente a Cuba y decidió irse a Bolivia. Antes de irse lanzó un mensaje tricontinental: crear dos, tres, muchos Vietnam.
En Bolivia organizó el Ejército de Liberación Nacional y, tras 11 meses de lucha, el 8 de octubre de 1967, es herido y capturado en la Quebrada del Yuro y ejecutado por órdenes de la CIA.
El compromiso y el desarrollo de la conciencia fueron fundamentales, así como el estudio y los libros. Harry Villegas, alias «Pombo», su colaborador en la Sierra Maestra, Congo y Bolivia, contaría –luego de exclamar «¡no solo de pan vive el hombre, chico!»– que el Che llevaba libros en su mochila y repartía otros en las mochilas de los guerrilleros y que, además, en las cuevas donde ocultaban el armamento, también guardaba libros.
Desde 1997 sus restos están en el Memorial de la ciudad de Santa Clara, Cuba. En 2013, la Unesco, mediante el Programa Memoria del Mundo, realizó un reconocimiento al Che, por su contribución al pensamiento revolucionario, latinoamericano y mundial.