I

La economía de las drogas ilícitas, Estado y territorio

El control de espacios territoriales por los carteles y mafias de las drogas ilícitas, este un asunto político de suma importancia, no puede obviar la central y decisiva relación entre el Estado y el bloque de poder, que integra las mafias-carteles, en tanto, sujeto de la «economía ilegal», y soporte del intervencionismo militar que avanzan USA y la OTAN:

Los centros del poder imperial han acelerado y masificado el uso geopolítico de la droga, la cuestión no es simplemente que instrumentalizan la producción y comercializan de las drogas ilícitas para financiar y ejecutar las operaciones de sus organismos de seguridad. Se trata de un asunto que compete al Pentagono, a la intervención directa de las fuerzas armadas y del sistema de seguridad e inteligencia de USA, que hace efectiva la militarización de la política exterior estadunidense y el expediente de realizar la guerra que se perpetúa en el exterior de las fronteras del imperio, en los límites espaciales de la periferia plagada por territorios urbanos y rurales híper degradados por la lógica de desposesión del capital.

Es indispensable, hacerse cargo de las diferentes modalidades de relación entre Estado y «la economía ilícita», que hacen posible y dinamizan la efectividad de la geopolítica de las drogas:

1.- Estrecha relación entre las mafias-carteles y el Estado. Esto es, la articulación negocio de las drogas, poder político, fuerzas armadas y servicios de seguridad e inteligencia. Ese es el caso de Italia, México, Colombia, Paquistán y Turquía. En Paquistán, esta relación tiene el limite cero de «…políticos corruptos que se han asociado para formar una eficaz asamblea de representantes del narcotráfico.» Y habría que decir que el 80% de la heroína consumida en Europa proviene de Paquistán y Afganistán.

2.- Las mafias y carteles de la droga subordinadas por el Estado. El Irán gate, la intervención de la CIA, con base del negocio de la droga que asegura el financiamiento de las actividades terroristas de la contra-revolución en Nicaragua, es un caso clásico de esta modalidad de relación que es estructurada por los organismos de inteligencia y seguridad de Estados Unidos, Inglaterra, Israel y Francia.

3.- «La mafia en y contra el Estado». El control de territorios, la potencia del poder de fuego, y la riqueza acumulada por carteles y mafias, inciden en puntos de ruptura de la relación Estado-negocio de la droga, con base de la violencia de los capos-padrinos que tiene por finalidad desafiar el Estado y suplantar el poder institucional de los políticos. Italia, Colombia y México, ejemplifican tal modalidad de relación.

En los casos de Italia y Colombia, la ruptura concluye en una derrota de los capos y padrinos; derrota que sin embargo, reactualiza y potencia el narcotráfico, mediante un proceso de descentralización y deslocalización de la gestión del narcotráfico. En el caso de Italia «… luego del desmantelamiento en Nápoles, en los primeros años del siglo XXI, de la docena de grupos que constituían la Camorra, habrían unas cien familias con 6.000 o 7.000 afiliados.»

Y Quizás el síntoma clave, respecto de la relación Estado-negocio de la droga, sea México: la militarización extrema de la guerra contra las drogas que ha dado lugar a «la fragmentación y debilitamiento del poder político para enfrentar los desafíos de los grupos criminales (más autónomos), quienes pasaron de la supeditación política a la confrontación directa y a la disputa por el control de instituciones de seguridad.»

La reconfiguración de las mafias y los carteles, impactada por el creciente consumo de Europa Y USA, constituyen el indicador extremadamente idóneo de que estamos antes una actividad económica basada en la «industrialización transnacional del crimen»: «No deja de resultar sorprendente que las dimensiones del fenómeno han llevado a convertir al «crimen organizado» en uno de los temas infaltables en la agenda de las reuniones del G-7, de los siete países más industrializados del mundo…»

Los carteles de la droga y las mafias, en tanto actores sociales del negocio de la droga y del sistema de dominación del capital, están integrados a la estructura de poder que gestiona el Estado capitalista. Y que sea considerado como una economía ilegal, ya tiene el limite cero de los eufemismos cínicos y sarcásticos de los amos del capital. En ese sentido, para nada es una exageración afirmar que «… durante la crisis de 2008 el dinero del narco mantuvo la fluidez del sistema financiero, sin cuyos aportes hubiera padecido un cuello de botella que habría paralizado buena parte de la banca… eso que mal llamamos narco tiene exactamente los mismos intereses que el sector más concentrado de la burguesía, con la que se mimetiza, que consiste en destruir el tejido social, para hacer imposible e inviable la organización popular.»

En la misma línea de trabajo, el narcotráfico tiene que ser analizado desde la estrategia capitalista de desposesión del territorio de las comunidades campesinas, indígenas y urbanas. De esta manera, la exigencia es como comprender las formas específicas y concretas que hacen efectiva la producción y apropiación del espacio social por la economía de las drogas ilícitas. En este sentido, está vigente, la tesis de Henry Lefebvre: «El concepto de producción del espacio indica un cambio en la producción, en las fuerzas productivas; se pasa de la producción en el espacio a la producción del espacio.»

La producción del territorio por el desempeño del capitalismo tardío, es articulada en determinadas regiones, territorios y Estados nación, por el negocio de la droga y las estrategias militares de las fuerzas armadas de USA. Y en este caso específico, se trata de una cuestión política se suma importancia, para el Pentágono, «…los estrategas militares no palidecen y aseguran con total sangre fría que las ‘salvajes y malogradas’ ciudades del Tercer Mundo, especialmente sus áreas hiperdegradadas, serán el principal campo de batalla del siglo XXI.»

Hay que hacerse cargo, del dispositivo imperial, que mediante la estrategia de la guerra sistemática y permanente y la implantación del negocio de la droga: desgarra y fragmenta el territorio de los Estados nación. Entonces, para los gobiernos democráticos y revolucionarios, está planteada una política de reestructuración del espacio social: política que cuestione, transforme y supere la lógica de la desposesión territorial, ya que, constituye una encrucijada que decide la naturaleza de la transición socialista y la defensa de la soberanía nacional

II

La reorganización capitalista del espacio social y ejes territoriales del narcotrafico

La producción creciente y acelerada de territorios urbanos y rurales híper degradados significa un proceso de reorganización capitalista del espacio social que implanta y consolida ejes territoriales, para la supervivencia del excedente de población que sobrepasa con creces los límites del «ejército industrial de reserva». Este «no lugar» de territorialización de la pobreza masiva e intensiva generada, es en sí mismo una catástrofe humanitaria, un genocidio silencioso «ante la mirada» de todos y todas: es posible que existan en el mundo aproximadamente 300.000 áreas urbanas híper degradadas… Y los campesinos ya no aguantan más, dado el proceso acelerado y redimensionado de desposesión de sus tierras, y la eliminación de los elementos que aseguran su condición de productores de (y sus) alimentos

Este punto terminal de la lógica del capital, tiene un rebote político-ideológico y militar, en círculos del poder imperial, que Jorge Beinstein, delimita como sigue:

«La destrucción de Irak, Afganistán, Libia, Siria, México y de las próximas víctimas, puede llegar a ser pensada por los miembros más duros de las élites imperiales como una autodestrucción parcial, sacrificio necesario para la supervivencia del sistema, en ese caso nos encontramos ante un pensamiento delirante…»

El «pensamiento delirante», es realmente efectivo: «despiece de Yugoeslavia» (limpieza étnica y bombardeos de la OTAN); los dos genocidios de Ruanda (que resultan de la rivalidad entre Francia y Estados Unidos); destrucción de Somalia («un país devastado y asediado por la ‘ayuda humanitaria’ y las políticas de ajustes económicos»); colapso parcial de Libia e Irak; instalación en diversos países de nuestro continente de territorios subsumidos por la economía de las drogas ilícitas (particularmente México, Honduras, Guatemala y Colombia); y el drama del pueblo palestino. Así como la versión aciaga del «Estado Islámico».

El pensamiento en cuestión, avanza con procesos que laceran la vida de los pueblos, y ese es el caso de Siria: «Siria no es un país, es una expresión geográfica. Describe vagamente el área entre las montañas de Turquía y los desiertos de Arabia Saudí. Incluye los países de Siria, Líbano, Israel y Jordania. Siria tiene diferentes grupos étnicos localizados regionalmente… Esos grupos no son leales a Siria, sino a sus referentes regionales y étnicos. Esencialmente, no hay país que salvar. …Va a ser muy difícil que Siria se mantenga unida. […] Me resulta difícil ver que Siria permanezca como un único país controlado desde el centro.»

A contrapelo de la ficción fukuyamista del capitalismo aterciopelado y otras peripecias de igual talante, en las cuatro últimas décadas emerge un mundo altamente errático, conflicto… y dinamizado por un conjunto de contradicciones que cuestionan, significativamente, el poder del imperio. En torno a esta problemática, anillos del poder del Estado nación USA, desarrollan un conjunto de ideas y geo-estrategias que dinamizan la geopolítica del caos. Y habría que precisar:

1.- La fuente del pensamiento delirante en el «Estado profundo«. Es decir, en instituciones militares (Academia de las Fuerzas Aéreas estadounidenses, del Centro Arroyo –RAND- del Ejército de Tierra y del Warfighting Laboratory) y fundaciones para-estatales (caso de New America Foundation) con peso específico en el mando político-militar de USA: el Pentágono y la Casa Blanca.

2.- No estamos, ante una política exterior coherente y consensuada entre los factores del poder de USA, que posibilite estructurar lineamientos geo-estratégicos exentos de generar desacuerdos en la elite imperial, desacuerdos que son demasiado evidente, en el caso del Medio Oriente. Esto es, la geopolítica imperial aparece atiborrada de contradicciones internas, obstáculos y desafíos externos de difícil y compleja resolución, así como de derrotas políticas y militares.

Respecto a las contradicciones internas, en enero del 2015, Leslie Gelb (presidente honorario del Council Foreign Relation, «el club de las élites estadounidenses») declara: «El presidente Obama tiene que reemplazar su equipo por personalidades fuertes y estrategas experimentados. También tiene que poner nuevas personas como consejeros principales de los secretarios de Defensa y de Estado.»

Destacamos que posicionada en este punto y situación, la elite imperial visualiza y avanza procesos de reestructuración de distribución espacial en Sur America, Centro America y el Caribe, con la proyección de implantar nuevas divisiones político-territoriales. Sin extendernos sobre este punto, en los planes del imperio compartidos por halcones demócratas y republicanos, se prefiguran tres zonas o áreas funcionales a la seguridad de USA.

1.-«Norteamérica unida y orgánica«, conformada por EEUU, Canadá, México y Centro América: el eje inmediato de «la seguridad nacional» estadounidense

2.- «Alianza del Pacifico», integrada por USA, Canadá, México, Chile y Perú, de acuerdo con la visión de asegurar un escudo de seguridad de Estados Unidos como potencia del océano Pacífico, y del Indico

3.- «Gran Caribe«, figura difusa, que integra la zona atlántica de Estados Unidos y un conjunto de países suramericanos, pero de manera especial a la región amazónica. Y concebida como la fachada del frente político-militar de seguridad, ante el desafío del «Sur Chavista»

La proyección de esta reorganización espacial, emerge mediada por determinada valoración de la capacidad y potencialidad de las fuerzas político-militares imperiales que pueden preservar y asegurar el orden mundial con base de la hegemonía de USA y la OTAN. En términos de la relación de fuerza, en el seno de la elite del imperio gravitan con fuerza las siguientes ideas estratégicas:

1.- USA, puede gobernar el sistema mundo que adviene, pero está imposibilitada de asegurar las condiciones de estabilidad política, económica y militar. Incluso, no se descarta la probabilidad de que «La capacidad de los Estados para controlar los acontecimientos quedará diluida, y en algunos casos destruida». En círculos del poder de USA e Inglaterra, este es escenario geopolítico es denominado «apolar», y es afin a la idea de un mundo reglado por «un poder difuso» que asegure la hegemonía de las relaciones capitalista y reglado por la supremacía militar de USA y modalidades de fuerza militar al estilo del «Estado Islámico».

2.- Dada la correlación de fuerzas mundiales y el creciente deterioro de la supremacía económica y política de Estados Unidos, para el imperio, la salida a este cortocircuito es «conservar, ampliar y consolidar su superioridad militar», y desarrollar una estrategia de guerra sistemática y permanente.

3.- La prioridad de focalizar la política la política exterior «en el corazón geográfico de la economía global, los océanos Índico (la ruta de la energía del mundo) y Pacifico». Y de configurar zonas de seguridad, de acuerdo las unidades territoriales que ya enunciamos.

El proceso de reconfiguración del poder mundial que decide la hegemonía de USA y las crisis recesivas continuadas del capitalismo tardío significan, la emergencia de un mundo mediado de geo-estrategias imperiales que no pueden ser desestimadas. Los puntos de encuentro entre halcones liberales (los Clinton y Obama) y halcones republicanos (los Bush y Rumsfeld), plantean «la existencia en Estados Unidos de un poder» que es independiente de la Casa Blanca, con la capacidad y potencialidad de imponer su voluntad en un país… «donde los presidentes se suceden pero que está en guerra perpetua.«

Quizás, la orden de Bill Clinton de reproducir el libro de Robert Kaplan «La anarquía que viene. La destrucción de los sueños de la Post Guerra Fría», y distribuirlo a todos los embajadores de USA durante su primera Administración, sea un síntoma clave, de la estrategia general y global del poder imperial: «Ya no podemos darnos el lujo del comportamiento honorable en política exterior… ahora que la presunción de seguridad nacional ya no existe (…) La necesidad de mantener el poder y la seguridad deben venir primero«. Y que Obama sea percibido como «albacea del legado de Bush», es un preciso indicador del dispositivo militarista y guerrerista que domina la política exterior de Estados Unidos.

Y es demasiado pertinente registrar que la geopolítica de asegurar un orden mundial con base del desempeño del poder militar, tiene la consecuencia directa, la derrota del unilateralismo e intervencionismo militar de George W. Bush, derrota que concluye en el 2004-2005 con la debacle de las fuerzas militares de USA en Irak, así como en la retirada humillante, por Obama, de las fuerzas militares de Afganistán. Y en los reiterados fracasos de Obama en el Medio Oriente…

Ahora podemos reasumir (directamente) la cuestión de la producción del espacio social o «arreglo espacial». Quizás, sea necesario que recordemos nuestro punto de partida: «La mundialización del capital tiene un impacto directo en la «organización territorial de la actividad económica y en la organización del poder político…el despliegue expansivo del capitalismo , implica una transformación del espacio geográfico…y por ende los estilos de vida y los sujetos ubicados en él…»; y las consecuencias relevantes de tal impacto: territorios híper degradados y reconfiguración de una de las propiedades de Estado nación, el control de la territorialidad y la soberanía nacional.

La visión geográfica del territorio, no puede excluir su producción y gestión (y si se prefiere, su gobernabilidad). Y no se trata, exclusivamente de la errática separación entre territorio y lo social, sino, básicamente, de la producción del territorio con base de una estructura de relaciones sociales (político-económicas, político-ideológicas y militares). De esta manera, la geografía, la superficie territorial, no es una realidad objetiva y neutral, donde acontece la realidad social, o suceden cosas: sino el resultado de un conjunto de políticas y hechos sociales.

Lo que está planteado es asumir, en correspondencia con el sentido de la Revolución Bolivariana y la transición socialista, el impacto de la geopolítica de las drogas en la gobernabilidad estatal y las potencialidades de la producción del territorio por el poder del pueblo. Se impone que delimitemos la confrontación espacial concreta con el poder que dinamiza la desposesión y fragmentación del territorio e imposibilita la producción comunal y estatal del mismo. Entonces, lo que podemos hacer, en términos de la producción social del territorio, depende, y no puede haber dudas en este punto, depende de un combate «dentro de un campo de fuerzas reales»: entre el bloque de poder que incluye e integra la mafia y los carteles y el poder articulado por fuerzas populares y estatales. Está planteado:

Un «arreglo espacial» o una nueva «geografía» de poder del pueblo. La Misión Barrio Tricolor, constituyen un soporte clave, en la dirección de un sistema de producción del espacio social, a contrapelo de la desposesión territorial por la economía y el modo de vida de las drogas ilícitas, la geopolítica de la droga y la mercantilización de la vida.

La erradicación del territorio que criminaliza a los pobres y desmoviliza la creación de nuevas relaciones (anticapitalistas), con base de la producción y apropiación de los bienes comunes.

Desplazar la idea de los bienes comunes como cosas físicas por la radicalidad de que más que cosas, se trata de una práctica comunal (y si se prefiere eco socialista), con base de la igualdad, la democracia y lo que es justo.

Ha pasado el tiempo, y la Comuna de Paris, es absolutamente:

«…una fiesta, la más grande del siglo y de los tiempos modernos. El análisis más frío descubre allí la impresión y la voluntad de los insurgentes de volverse los dueños de su vida y de su historia, no solamente en lo que concierne a las decisiones políticas sino al nivel de la cotidianeidad. Es en ese sentido como comprendemos a Marx: «La más grande medida social de La Comuna era su propia existencia en acto… París todo verdad, Versalles, todo mentira.»

III

Maquinaria de la guerra y el negocio de la droga

Al Departamento de Defensa, al Pentágono, le corresponde el papel de «agencia principal y única» en la espuria guerra de USA contra el narcotráfico. Y es competencia del Comando Sur, por tanto, de las correspondientes políticas, acciones militares y de seguridad, en Sur America y el Caribe. Desde esta lógica imperial, se dinamiza y acentúa la intervención militar de USA en la región, con base de un conjunto de acuerdos (y la permisividad de gobiernos de Colombia, Perú México y Chile) que aseguran la potenciación del uso de las fuerzas militares estadounidense y de su aparato de inteligencia, así como la ampliación de sus bases militares.

Desde que Ronald Reagan oficializa la «guerra militar contra las drogas», y se ejecutan la «Operación Cóndor» en territorio mexicano (1975-1977), la «Fulminante» en Colombia (1978-1980), y la «Iniciativa Andina» (1989, focalizada en Colombia, Bolivia y Perú), asistimos a un intervencionismo militar creciente, a formas de conflicto armado no convencional, desencadenados por el imperio.

Estamos topados con lo obvio, con eso que tiene la fuerza de lo evidente. Después de cuatro décadas de guerra del Departamento de Estado contra la droga, y sus consecuencias militaristas: el negocio criminal altamente rentable, la economía ilícita que lubrica al capital: se ha consolidado. Las mafias o carteles controlan cada vez más territorios, tienen mayor poder de fuego y son inmensamente ricas: pululan dentro y fuera de los Estados.

El uso geopolítico del negocio de las drogas, constituye una de las contradicciones principales entre el imperio y la Revolución Bolivariana, entre el pueblo trabajador y el capital. Y esa contradicción, configura posibles desenlaces, que no podemos obviar.

Es una desventura inexcusable ignorar que «Una de las definiciones clásicas de la geopolítica –conflicto de poderes para el control del territorio, de sus riquezas y de los hombres que la producen- es absolutamente aplicada a la guerra de las drogas».