rubén ramos
Dos notas aparecidas sobre las recientes elecciones municipales en España motivan este artículo. En la primera nota, un periodista cuyo nombre, o seudónimo, importa poco, aventuraba juicios desgajados del 25% de la votación que algunas silvestres organizaciones de “izquierda”, obtuvieron en las pasadas elecciones municipales en ese país: el fin del bipartidismo, la hegemonía de la izquierda española, entre otros dislates. La segunda nota es, un pronunciamiento, ex-post, del “líder” de Podemos.
Si bien Podemos como tal no ganó alcaldía alguna, sí secundó algunas con el respaldo de sus millonarios patrocinadores. Por su parte, la neo-escolástica Izquierda Unida de la “razón y el corazón” que agrupa entre otras especies a las “insumisas feministas” que se niegan a ser mujeres, tampoco logró algún triunfo significativo.
“Ciudadanos”, el “partido naranja”, cuyo color evoca no sólo la componenda fasci-sionista del 2004 en Ucrania, sino su sentido y significado, “ganó” en los municipios de Cedillo del Condado en la provincia de Toledo y en Tardajos en la provincia de Burgos. La población del primero es de 3.654 habitantes y del segundo 802. Los votantes deben ser la cuarta parte en cada caso. ¿Triunfo? ¿Hegemonía?
Lo que importa es responder a las apreciaciones que, con relación a Podemos, hacía el periodista y hace el mismo secretario general de esta agrupación.
Pablo Iglesias: ¿líder?
Para quienes conocen poco o nada de Pablo Iglesias, el proclamado secretario general de Podemos, diré que este habitúe de los programas de TV fue formado profesionalmente “para fomentar consensos de izquierdas”, según reza su “perfil”. No tiene ninguna preparación ni trayectoria política de izquierda. A no ser el haber trabajado para un programa de tertulia política realizado por una productora denominada “Con Mano Izquierda”. Su paso por la Juventud Comunista de España (UJCE) evidencia su anodina formación si se tiene en cuenta que esta organización remite a una vieja escisión del PSOE y a su pertenencia a la Federación Mundial de la Juventud Democrática (FMJD), una organización que forma parte de la institucionalidad de la ONU para garantizar la perversidad del orden mundial capitalista.
Si algo más se tuviera que decir, se trata de alguien que, fiel a su formación para amarrar componendas, es de los que prometen comprometiendo a otros. Así lo dio a entender cuando en el acto de juramento como eurodiputado en 2014 dijo acatar la Constitución de su país «hasta que los ciudadanos la cambien para recuperar la soberanía y los derechos sociales». Posiblemente esto encandile a sus fans de la Complutense o de la televisión, pero no cabe en alguien que pretende ser un líder. Algo más: España es una monarquía. No tiene ciudadanos. Tiene súbditos. En este sentido, el “hasta que” de Iglesias, es una burla.
Izquierda y hegemonía
¿En qué momento los «indignados» pasaron de snobs a revolucionarios?
¿En qué momento los pic-nic en plazas y calles sustituyeron las asambleas?
¿Desde cuándo la grita diletante reemplazó al debate político?
¿Desde cuándo lo aluvional puede definir el carácter de izquierda de un movimiento?
Los sentimientos de rechazo y de descontento de los súbditos del Rey con los administradores de turno de los intereses monárquicos no tienen nada de izquierda y mucho menos de nueva hegemonía. Adherir a una noción de izquierda que asocia este término a la indignación o a la inconformidad no es sólo falaz, sino anti-histórico. En su origen, la izquierda polarizó la opción revolucionaria de su tiempo contra el absolutismo del Rey. España, anclada en ese pasado, confronta hoy la misma disyuntiva. Y ni IU, ni Ciudadanos, ni Podemos, tienen una sola palabra al respecto. Mucho menos una posición.
En España sólo hay y habrá una hegemonía. La del Rey y sus corruptos. Nunca hubo una “izquierda” ni algo que se le parezca. Sólo decadente “absolutismo ilustrado” desde Carlos III cuyo nombre lleva una universidad de Madrid donde Pablo Iglesias fue galardonado en 2013 en Periodismo y Comunicación Audiovisual.
Sus realty shows electrizando a sus seguidores de uno y otro sexo, y de los dos, ocultan un silencio sepulcral sobre temas de política exterior como el sionismo español y su incondicionalidad con el terrorismo anglo-norteamericano israelí en Oriente Medio; sobre Marruecos y los Saharauí; sobre Ucrania y su gobierno genocida; sobre África y la base militar de Morón (en España), ahora refortalecida con 22 mil marines norteamericanos para asegurar las invasiones y el bioterrorismo estadounidense en ese continente.
En el orden interno, su silencio es igualmente cadavérico. Ni una acusación con pruebas contra la corrupta monarquía que envuelve a la “familia real” y a los súbditos del PP y del PSOE y que permeabiliza toda la institucionalidad española. Nada sobre la “troika” y su hegemonía (esta sí de verdad). Sobre la desocupación, los desahucios, el hambre, los desplazados, los migrantes, la educación, las pensiones, la salud. Ciertamente, mucho de esto debe ser ajeno a su entendimiento. Su “discurso” evidencia una absoluta orfandad teórica y política y una lamentable ignorancia geopolítica.
Izquierda Unida, Ciudadanos, Podemos son sólo una pasajera respuesta al sentimiento de rechazo de quienes nunca dejarán de querer sentirse siervos. Su convencimiento de ser hijos de Dios y estar representados ante su presencia por su Rey, rechaza cualquier aproximación científico-política. Para estos convencidos de la divina “fe”, Pablo Iglesias no es sino el enviado para hacer entrar en “razón” a sus gobernantes civiles (del PP y del PSOE) y lograr el consenso que le asegure larga vida al Rey.
Sobre el pronunciamiento de Pablo Iglesias
1. Se felicita de haber “salido más que vivos de un invierno en trincheras enfangadas”, aludiendo a la campaña electoral. No sé qué sentido pueda tener “más que vivos” pero, en todo caso, Podemos y su líder no aportaron nada nuevo ni teórica, ni ética y mucho menos políticamente, a un modelo de votación que evidencia más de lo mismo.
Intervenir en un acto electoral en el que la gente claudica de su derecho a ser protagonista de los cambios que son necesarios para vivir mejor, entregando ese derecho a terceros, es una práctica enajenante. Quienes se arrogan la representatividad instrumentalizarán el voto para beneficio propio, y para los intereses de la Reyna madre (y del Club de Bilderberg al que pertenece), de las ego-redes de los Noguera, Botin, Gonzales, March (y de la Trilateral y el CFR norteamericanos); de Soros, de Buffet, de Slim, de Gates, convertidos hoy en los nuevos dueños de la economía y la especulación financiera española.
De esto, un líder político no puede felicitarse ni menos sentirlo como un éxito. Las elecciones de la pseudo democracia representativa que viene, precisamente, del “despotismo ilustrado” del siglo XVIII, constituye un desfase histórico. Cuánto más, la parodia electorera en una monarquía. Quien salga elegido en este marco no deja de ser un súbdito. Un burócrata al servicio del “régimen permanente”.
2. Dice Pablo Iglesias que el “discurso” de Podemos “representa a las clases populares y la defensa de los derechos sociales, y pone en valor a los movimientos sociales”. Esto evidencia que sabe poco o nada sobre teoría de las clases, los derechos sociales y los movimientos sociales. No de otra forma podría confundir clases con movimientos sociales, y derechos sociales con derechos de clase.
Por otro lado, pensar que “un discurso”, con más vacíos que palabras, pueda “poner en valor a los movimientos sociales” advierte, en primer término, una falacia reificadora y, en segundo término, evoca ese lenguaje artificioso que repiten los “líderes populares” impuestos por la institucionalidad internacional del populismo de derecha que los financia. Igual en Perú, Humala habla de “poner en valor” cada riqueza natural que es entregada a la voracidad de las transnacionales socias del BM, del BID, de USAID, de UNESCO, de la OMS. Los movimientos sociales se valorizan a partir de la nueva institucionalidad económica, social, política y cultural que generen rescatando su esencia ancestral y movilizadora. “Ponerlos en valor”, es una noción mercantilista y utilitarista.
3. Iglesias afirma que “la denuncia de la corrupción como modelo económico y político de las élites que encarna el PP, dicotomiza el escenario electoral y sitúa las elecciones entre continuidad y cambio en los términos en los que nos interesa”. Nada más claro. Las elecciones han sido una oportunidad para que los “indignados” exterioricen su descontento con la corrupción que envuelve al Partido Popular de Rajoy. Pero, al mismo tiempo, un instrumento “útil” a Podemos para lo que le interesa defender: Un nuevo entendimiento electorero con las fuerzas retardatarias del PSOE utilizando un abstruso lenguaje sobre el “cambio”. En este sentido, ya se han dado los primeros pasos para “consensuar” el recambio de punto fijo que implica la continuidad del bipartidismo. Pero, esta vez, incorporando en la repartija a las supuestas “fuerzas de izquierda”.
4. Por esto, es falso decir que “la defensa de las clases populares y la denuncia de la corrupción como elementos inseparables son los que le han permitido a Podemos ser la única fuerza política estatal que ha desafiado al bipartidismo”. Podemos es una “fuerza estatal que desafía” la instrumentalización bipartidista del Estado para hacerla más funcional y extensiva a las generaciones de relevo. Su “desafío” no apareja propuesta alguna de cambio sino de reajuste y continuidad a través de un nuevo consenso. El BM bautizó este “desafío” como “nuevo contrato social” y lo ha impuesto por igual en Perú, en Grecia, en España y allí donde impera su hegemonía.
Todos los días, a cada hora, en todas las “democracias representativas” impuestas por la alianza financiera internacional, sus gobernantes y sus “opositores”, proclaman la defensa de las “clases populares”. Con igual frecuencia, culpan de corruptos a propios y ajenos mirando, como dice el refrán, “la paja en ojo ajeno”. Esto es parte de la retórica que los impostores de todos lados aprenden en los manuales de la institución gemela del FMI.
Yo no pretendo que Pablo Iglesias se defina marxista o tenga una posición de clase. Sería absurdo. Tampoco estoy reclamando un discurso siquiera progresista porque su absoluta incapacidad teórica y política no se lo permite. Lo que digo es que nadie medianamente informado podría atribuirle credibilidad política alguna a este engendro mediático de las élites que manejan e instrumentalizan el poder en Europa y el mundo. Mucho menos los líderes de los pueblos puestos de pie en América latina. Ello podría confundir los niveles de análisis y de interpretación política.
Las elecciones se hicieron para garantizar la continuidad monárquica. Con bipartidismo o sin éste, las elecciones son parte de la institucionalidad que modernizó la administración del poder de los “elegidos” por mandato divino. Igual en España, que en Inglaterra; en Holanda o Noruega, como en el resto de las monarquías putrefactas de Europa y de otros lados.
El modelo de representación impuesto por el liberalismo norteamericano para asegurar su hegemonía se asienta en el conservadurismo y la inopia política de los electores. En este orden, que unos u otros ganen elecciones, afecta poco o nada la institucionalidad del “régimen permanente” que garantiza la persistencia y continuidad del poder establecido.
No hay elecciones, ni candidatos electos, sean zurdos o de derecha, nacionalistas, populistas o pro-imperialistas que cambien nada allí donde el “régimen permanente” ejerce el poder. En España, lo conforma la “troika”, la corrupta monarquía, la institucionalidad que le es funcional y la OTAN.
5. Iglesias advierte que “Podemos no puede ser en las elecciones generales un partido más sino un instrumento abierto a la participación y al protagonismo de todos aquellos que apuesten por el cambio”.
Partido no; “instrumento abierto”, sí. Esto es, un aparato que se pueda instrumentalizar de acuerdo a los intereses de las élites del poder, viejas o nuevas, pero igualmente retardatarias. Aquí, la participación y el protagonismo la tendrán quienes asumen, gracias al voto, la “apuesta por el cambio”: Más disciplina fiscal, más impuestos, mayores recortes a las políticas sociales (hasta desaparecerlas), más terrorismo de Estado, mayor delincuencia organizada, narcotráfico, cohecho y corrupción; más hambre e ignorancia de la mano con la tecnología que impone Monsanto y los cuatro jinetes de la globalidad (Buffet, Gates, Slim, Soros).
Podemos es hechura de esa institucionalidad perversa del orden mundial que ha corroído los cimientos de la política como quehacer ético civilizado. Que encuentra en los “instrumentos abiertos” a masas amorfas y apolíticas el mejor modo de instrumentalizar el hambre y la ignorancia, el terror y la guerra
6. Iglesias dice finalmente: “se acabó el invierno y llega una primavera que nos llevará a Noviembre. El terreno nos es propicio y a la presencia institucional sumamos la experiencia de combate. Toca salir de las trincheras; quedan pocos meses para el cambio”.
Aquí no se trata de una simple evocación que trasunta la impronta sionista imperial de las “primaveras árabes”. Lo que hay es una clara manipulación de los problemas que confrontan los millones de desocupados, desahuciados, pensionistas privados de sus derechos, enfermos y jóvenes.
No se trata tampoco, sólo, de alucinar una realidad inexistente de “presencia institucional y de experiencia de combate”. Si el propio Iglesias niega la posibilidad de que Podemos sea un partido, ¿de qué presencia institucional habla? ¿A qué experiencia de combate alude? ¿A la de los memes y twites? ¿A la de pintarse la cara y hacer pancartas para sentirse en onda?
Lo que queda claro es que les está pidiendo a los incautos (unos por viejos y otros por desesperados) y a los cientos de miles de “gogos”, nerds, emprendedores y yuppies que lo secundan, es que se olviden que forman parte del 51% de desocupados y se abran, visceralmente, para el voto. Nada más importa. Entonces, “Podemos habrá logrado ir más allá de una identidad de partido” y logrado adormecer los reclamos de sus adeptos. Habrá logrado ser el apéndice del bipartidismo monárquico que comparten el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Estudiantil PSOE sin importar el turno que les toque para lamer la mano del Rey.
En definitiva, lo que Podemos representa es el fortalecimiento de estos dos partidos como parte de la institucionalidad burocrática del “régimen permanente”.
Para quienes imaginan que las monarquías existentes y las “democracias representativas” se gobiernan al margen del orden mundial impuesto por la alianza sionista imperial sólo queda pedirles: abrir los ojos.