Las diferencias de enfoque sobre cómo abordar el acuerdo son patentes dentro del Mercosur que, a los efectos de esta negociación iniciada en 1995, incluye solo a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, dejando fuera al miembro más reciente, Venezuela.
Mientras Buenos Aires ha planteado reticencia a abrir sus mercados a productos y servicios europeos, Brasilia está interesada en acelerar el proceso y Montevideo intenta empujar una negociación «a dos velocidades», que entraña flexibilizar las reglas existentes del Mercosur.
Brasil pareció apoyar esta propuesta cuando la presidenta de ese país, Dilma Rousseff, reafirmó en mayo la necesidad de apurar las conversaciones y apoyó la postura de su par de Uruguay, Tabaré Vázquez, en cuanto a lograr un marco de negociación más flexible.
Pero el mes pasado el canciller argentino Héctor Timerman reiteró en Buenos Aires que «el camino elegido por todos los miembros del Mercosur es de las negociaciones únicas conjuntas para presentar una oferta única».
Por otra parte, fuentes diplomáticas consultadas por Sputnik Nóvosti señalaron que la UE tiene un «especial interés en ingresar al mercado argentino», por lo que un acuerdo que posponga la incorporación plena de ese país no le resulta atractivo.
Además, añadieron las fuentes, los obstáculos para avanzar no proceden solo de Argentina, pues hay países de la UE, como Francia e Irlanda, que no están de acuerdo con las propuestas de apertura de sus sectores agrícolas.
La confusión aumentó esta semana cuando el propio embajador uruguayo en la UE, Walter Cancela, dijo a la prensa que no estaba planteada la posibilidad de una negociación a dos velocidades, sino que el mandato era negociar en bloque.
Cancela, un economista de larga trayectoria, contradijo así a su jefe, el canciller Rodolfo Nin Novoa, quien había anunciado que «se puede firmar (el acuerdo) con distintas velocidades si Argentina plantea moratorias de un par de años para la entrada en vigencia del tratado».
En consecuencia, el presidente Vázquez removió de inmediato a Cancela de su cargo.
Mientras, para el excanciller uruguayo Sergio Abreu, del opositor Partido Nacional, la flexibilidad es la única forma de que el Mercosur salga de su «inacción» y deje de ser «un muerto que camina».
«Es importante que se estén planteando nuevas metodologías para un acercamiento entre los bloques», dijo Abreu a Sputnik Nóvosti.
Se trata de «avanzar en acuerdos en los que no necesariamente participen los cuatro países, o que uno de ellos tenga la libertad de negociar en forma independiente, pero con una autorización marco», explicó.
Abreu citó como antecedente el Acuerdo de Complementación Económica firmado entre el Mercosur y México en 2002, que permitió que «cada país del bloque fuera profundizando y celebrando un pacto con México en forma separada, según sus propias necesidades», señaló.
De modo análogo, ahora «hay que buscar una fórmula de apertura del mercado que tenga en cuenta no solo las asimetrías, sino también las distintas velocidades que puedan tener los países», observó.
El Mercosur, como está hoy, «es un cuerpo inerte: no tiene acción, tiene el acceso al mercado detenido…, tiene problemas de institucionalidad, porque los laudos no se cumplen y todo lo que significaba seguridad jurídica está comprometido», concluyó.