La historia comparada, no es precisamente la más usada en el análisis histórico. Por una tradición positivista, los historiadores se acostumbran a realizar análisis lineales, con un principio y un fin (en términos de tiempo histórico), pero en escasas ocasiones, se dedican a realizar comparación de coyunturas, procesos o crisis históricas. Hoy, insistimos en terminar con esta impronta de nuestra historia, planteando el análisis comparado de los procesos políticos entre 1899-1908 y 2013-2015 en nuestro país.

Cipriano Castro, llega al poder a través de una revolución victoriosa, en octubre de 1899, liquidando los restos del viejo liberalismo, hegemónico en el país desde el triunfo de Guzmán Blanco en 1870. En cuanto al origen, los gobiernos de Castro y Nicolás Maduro, tiene divergencia. Castro es un curtido político, con experiencia militar y gran astucia, que lo lleva a tejer relaciones de poder, que le permiten alcanzar la presidencia. Nicolás Maduro, contando con experiencia política, al lado del presidente Chávez, no debe su ascenso al poder a una rebelión militar, sino que es producto de una “herencia histórica” propuesta por el propio Chávez a sus seguidores. Así, uno y otro, difieren en su forma de llegar al poder, pero ambos tendrán en común que son parte de un proceso de crisis política. Castro, es una consecuencia de la crisis del liberalismo amarillo de Guzmán Blanco. Maduro, es una consecuencia de la crisis de representación del sistema de conciliación política imperante en el país desde 1958. De hecho, Maduro llega al poder, producto de la crisis de salud del propio Chávez, intentando con ello, darle continuidad al proyecto bolivariano relanzado, esbozado desde 1998.

En términos geopolíticos, a ambos presidentes les tocará vivir momentos de definición del imperialismo. Para Cipriano Castro, finales del siglo XIX y principios del siglo XX, son tiempos de tensiones mundiales entre una vieja potencia, Inglaterra, y otra emergente, los EEUU. Inglaterra, históricamente ha estado en conflicto de intereses con España, Francia y Alemania. Por su parte EEUU, en 1898, enfrentó la confrontación con un Imperio decadente: España, en torno al área geopolítica del Caribe. Los EEUU, desde la adquisición de Florida y Luisiana, en el primer tercio del siglo XIX, había tenido intereses estratégicos en el Mar Caribe y las últimas posesiones imperiales de España (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) eran objetivos claves en su proceso de consolidación. La resolución de este conflicto fue violento: la guerra hispano-norteamericana de 1898, que permitió que los EEUU se impusiera sobre la vieja potencia europea. Para Maduro, le tocó experimentar la etapa de intento de “recuperación” de la vieja influencia norteamericana en Nuestra América. El Gobierno de Barak Obama (2008-2016) y su Doctrina de Seguridad del “Smart power” (poder inteligente), lo ha llevado a adelantar acciones desestabilizadoras contra Honduras (2009), Bolivia (2010), Ecuador y Venezuela(2014), en un intento de limitar el impacto del modelo de integración posliberal y contrahegemónicco, inaugurado por Chávez, Lula y Kichner en Mar del Plata en 2005.

Castro y Maduro, se transformaron en un obstáculo para la consolidación de los intereses imperialista de los EEUU en la región. En el caso de Castro, tiene que ver con su oposición a facilitar las ansías de exploración y explotación de las trasnacionales norteamericanas ligadas al petróleo y los hidrocarburos. Castro entró en controversia, con la empresa norteamericana New York & Bermudez Co, así como con el capital oligárquico y financiero venezolano entre 1900-1903, permitiendo de esa forma una alianza entre estos contra el presidente venezolano, a la cual se sumaría la vieja clase política desplazada y disminuida: los caudillos decimonónicos. En el caso de Maduro, hereda una confrontación con el capital económico venezolano, iniciada por el presidente Chávez, así como los roces y enfrentamientos con el capital trasnacional norteamericano e inglés. Hay una indudable analogía, en el hecho que ambos gobernantes, vivieron momentos de definición del orden mundial o sistema-mundo, y ambos tuvieron que confrontar con el poder económico nacional e internacional, interesado en controlar las potencialidades económicas de la explotación petrolera.

Castro, tuvo un frente de confrontación más fuerte. Sus controversias con el capital norteamericano e inglés, se le suman reclamos del Imperio Alemán, de los italianos, de los franceses, que llega incluso a una situación de bloqueo de las costas venezolanas en 1902, como parte de un plan desestabilizador que tuvo su máxima expresión en la Revolución Libertadora, encabezada por un representante del capital y la oligarquía venezolana, Manuel Antonio Matos y secundada por la vieja clase política, los caudillos Nicolás Rolando, Zoilo Vidal, Domingo Monagas entre otros. Maduro, le ha tocado vivir una resistencia muy parecida. Ha sido innegable el financiamiento de oficinas gubernamentales de EEUU a la oposición venezolana, a través de programas de la National Endowment for democracy (NED), entre ellas Voluntad Popular (VP) y Primero Justicia (PJ), entre otras, al mismo tiempo que se ha desatado una furiosa arremetida de los organismos institucionales de los EEUU contra el país, a partir del Decreto de Obama que declara a el país una “amenaza” a los intereses del Imperio del Norte. Hay eso sí una diferencia entre uno y otro. Contra Castro, el uso de la prensa fue menor que contra Maduro, esencialmente por la diferencia entre uno y otro gobierno en términos temporales. El de Castro a finales del siglo XIX y principio del siglo XX y el de Maduro, en el siglo XXI.

Los mecanismos propagandísticos, mucho más elaborados en el periodo del presente siglo XXI, han sido claves en la desestabilización del Gobierno de Maduro. No significa esto, que contra Castro no se utilizará. En ambos casos hay una demonización de los presidentes, obedeciendo a una técnica de “ablandamiento” de la opinión pública internacional, buscando favorecer su derrocamiento y con ello, beneficiar los intereses geopolíticos de las potencias imperiales, creando la imagen de un “estado fallido”, inescrupuloso y corrupto.

El Gobierno de castro, fue progresivamente “ablandado” y asfixiado, a través del bloqueo, la presión militarista y la crisis económica, que facilitó la inserción de los EEUU como “mediador” en el conflicto interno e internacional. No podemos dejar de señalar el papel del embajador norteamericano Bowen, quién utilizando los postulados de la Doctrina Monroe, emitida en 1823, se presentó como “adalid” de defensa de los derechos venezolanos ante las potencias agresoras europeas, pero en realidad, buscaba aumentar su influencia sobre el proceso venezolano y los inmensos recursos petroleros de los cuales ya se tenía información. Vemos con preocupación cómo con Maduro se pretende desatar algo parecido, con la figura del representante Thomas Shanon. En el caso de Castro, la presencia y mediación de Bowen termino atando los cabos para un golpe de Estado dirigido por el Vice-presidente Juan V. Gómez, que como bien sabemos, dio inició a un proceso de entrega de nuestras riquezas petroleras a los grandes consorcios norteamericano, ingleses y holandeses. Esperemos que la “mediación” de Shanon, no termine con un intento de golpe de Estado. Cuidado con las analogías históricas.

Doctor
Historiador/politólogo
Juane1208@gmail.com