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5 de junio 2015.- La Organización Mundial de la Salud lo ha clasificado como un «probable cancerígeno», pero el glifosato, el herbicida más usado del mundo y también uno de los más cuestionados por su alta toxicidad, no preocupa de momento a las autoridades europeas, que preparan ya la renovación para su uso en la UE.
«Hay disponible una gran cantidad de trabajos de investigación sobre la sustancia activa del glifosato, tanto de estudios presentados por quienes demandan su renovación, como de bibliografía pública revisada por científicos. Sobre la base de este trabajo de investigación no se ha considerado hasta el momento proponer una clasificación basada en la carcinogenicidad», asegura a Público a través de correo electrónico Enrico Brivio, portavoz de Salud, Seguridad alimentaria y Medio Ambiente de la Comisión Europea.
La OMS declaró que hay «evidencia limitada» de que
el glifosato puede producir linfoma no-Hodking en
seres humanos
El glifosato, que se comercializa sobre todo bajo la marca Roundup de la multinacional estadounidense Monsanto, se encuentra entre la lista de compuestos químicos que Bruselas debe examinar este año. La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, el departamento especializado para esta enfermedad de la OMS, declaró en marzo que hay «evidencia limitada» de que el agroquímico puede producir linfoma no-Hodking en seres humanos y que existen «pruebas convincentes» de que puede causar cáncer en animales de laboratorio.
En su respuesta a este periódico, Brivio matiza que la Comisión ha pedido a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, encargada de evaluar el riesgo del glifosato, que tome en cuenta «todos los datos relevantes», incluyendo la reciente evaluación de la OMS. Pero argumenta que en la investigación de la Organización Mundial de la Salud existen «aspectos científicos cruciales» que hasta ahora no han sido publicados, y que además utiliza un sistema de clasificación de productos químicos diferente al de la UE. «Es necesario esperar antes de sacar conclusiones», sentencia.
Tansgénicos resistentes
Aunque sus usos son diversos, este producto, desarrollado para la eliminación de maleza, hierbas y arbustos, es sobre todo controvertido en la fumigación de cultivos transgénicos, semillas que han sido modificadas genéticamente para hacerlas tolerantes al herbicida. Liliane Spendeler, directora de la ONG ecologista Amigos de la Tierra, explica que el problema es que estos organismos crean resistencia al herbicida y cada vez es necesario aumentar la dosis de las fumigaciones para hacerlas efectivas.
La CE autorizó en abril 17 transgénicos, de los cuales 8 son tolerantes al glifosato, y cuenta en una lista previa
con 22 que ya lo eran
En países como Argentina, tercer productor mundial de soja y donde el 80% de los terrenos agrícolas están dedicados al cultivo de esta leguminosa transgénica, son varios los estudios médicos que han relacionado los casos de cáncer y otras enfermedades en comunidades agrícolas con el glifosato y otros insecticidas.
En Europa no existen cultivos de transgénicos resistentes al glifosato porque los Estados miembros, con la excepción de España, se han mostrado siempre muy reacios a la agricultura de los organismos genéticamente modificados. Sin embargo, la UE sí importa muchos de estos alimentos cultivados en terceros países, entre los que se incluyen el maíz, el algodón, la soja, la colza o la remolacha azucarera. Según la Federación Europea de Fabricantes de Alimentos Compuestos (FEFAC), el 68% de la materia prima de proteína que se utiliza en la alimentación animal en la UE se compone de harina de soja. Sólo el 2% es producida dentro de las fronteras comunitarias. El resto se importa.
Sin ir más lejos, la Comisión Europea autorizó el pasado 24 de abril 17 transgénicos (10 nuevos y otros 7 renovados) de los cuales 8 son tolerantes al glifosato y cuenta, en su lista de autorizaciones previas, con otros 22 que ya lo eran. Según indicó la Comisión en un comunicado, todos pasaron «un duro procedimiento de autorización, incluyendo una evaluación científica favorable por parte de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentraria». Enrico Brivio recuerda, además, que «los productos importados deben cumplir con un nivel máximo de residuos de pesticidas».
«Está claro que han pesado más las negociaciones del acuerdo comercial con EEUU que la declaración de la OMS», denuncia Liliane Spendeler, de la ONG
Amigos de la Tierra
Las agrupaciones ecologistas, la Confederación de Consumidores y Usuarios, organizaciones de agricultores y ganaderos y diferentes plataformas por la soberanía alimentaria y contra los transgénicos ven en la decisión de Bruselas, en cambio, un «claro guiño a los intereses de las multinacionales y el Gobierno estadounidense, que presionan para conseguir la apertura de los mercados europeos» en plena negociación del tratado de libre comercio con el país norteamericano.
«Está claro que han pesado más las negociaciones del acuerdo comercial con EEUU que la declaración de la OMS. Siempre dicen que la normativa no se va a ver afectada, pero lo que estamos viendo es que ya están actuando y abriendo el camino», dice Liliane Spendeler.
La mayor parte de los organismo genéticamente modificados que importa la UE terminan en piensos, donde la normativa europea no obliga a especificar el origen transgénico en el etiquetado. Tampoco en los derivados animales alimentados con ellos, como los lácteos o carnes. Los transgénicos utilizados directamente en la alimentación suelen hacerlo en forma de aditivos como conservantes o colorantes y en cantidades muy pequeñas. La normativa europea no obliga a reflejarlo en la etiqueta si la cantidad no sobrepasa el 0,9%.