Hendrith Pinto (*)

           

En la actualidad es frecuente escuchar sobre los derechos que deben respetársele a los autores por ser seres creadores y, en cierto sentido, dignos de admirar. Pero de ¿Dónde surgen sus creaciones y motivaciones? ¿Son hechos elaborados meramente de la imaginación del autor? ¿Quién es el autor? ¿Es el autor el único que posee derechos? Pues bien, son muchas las interrogantes que surgen a la hora de abordar un tema tan interesante como este, para lo cual es necesario ir con calma si lo que se quiere es brindar un esbozo inicial para los que se topan con cosas que llegan a desestabilizar mentalmente a muchos.

 

El autor es un ser humano que se propuso ir detrás de un objetivo. Muchas veces se considera que es el creador, es decir el que da origen a una determinada obra o producto gracias a su elevado coeficiente intelectual. En este artículo podríamos definir al autor como un extraordinario observador; esto porque al igual que los mayas, son seres humanos que se han propuesto a precisar mediante la compilación vivencial y empírica una posición ante situaciones y objetos que han logrado descifrar mediante sus intereses, episodios, reacciones, procesos y ciertas cosas que parecieran ser tan obvias y comunes que no lo tomamos en cuenta. Con esto se busca hacer referencia al rol que tiene el medio sobre las personas que toman la determinación de presentar ante el mundo una idea que se muestra como innovadora y sobre todo original; dejando a un lado los múltiples factores que median de forma activa o latente en la psiquis de estos seres humanos.

 

 

En este orden de ideas es importante reflexionar sobre los inventos que no son más que el resultado de descubrimientos, es decir de observar y dar a conocer algo que hasta ese momento se ignoraba, los inventos no son más que el resultado de una excelente observación mediada por una indagación previa. Y esto se puede aplicar a todos los campos de conocimientos desde la antigüedad hasta nuestros días no solo en las ciencias humanas y sociales sino también por las llamadas ciencias puras, muchas de las cuales terminan observando por medio de instrumentos más precisos y avanzados, un conjunto de actividades que se desarrollan en el ámbito natural, el cual puede incidir en otros organismos.

Al apropiarse de estos conocimientos y procesarlos, bien sea por medio de un análisis o compilación, muchas veces es presentado al público general por dos cosas que trascienden la idea altruista de dar a los demás cosas o ideas en pro del desarrollo humano e intelectual, es decir, la búsqueda de reconocimiento y retribución monetaria, las cuales parecieran venir acompañadas. Es imperante señalar que el autor como sujeto libre tiene la potestad de registrar o no su producto, corriendo el riesgo de que si no lo hace, alguien más lo puede hacer y comenzar a producirlo en masa y lograr el tan añorado reconocimiento y obtención de ganancias.

La mayoría de las veces los autores son envueltos con esta concepción propia del sistema capitalista, la cual busca enclaustrar a las personas en una sola actividad, para obtener de ellos su mayor contribución. Es por esto que se le propone al autor afiliarse a las sociedades que se encargarán de velar por sus intereses, los cuales no se restringen al recaudo de dinero, sino a la reproducción y utilización de la obra que ha creado el autor, esto con la finalidad de que se dedique con tranquilidad a seguir produciendo. Estas sociedades serán las intermediarias entre el autor y el público en general. Los derechos son violados de manera sistemática por estas pequeñas sociedades, las cuales solo hacen valer los derechos de autor que están de boga hoy día.

 

Cabe destacar que esto es posible mediante mecanismos jurídicos por los cuales el autor tiene la posibilidad de transferirlos a otros, bien sea a cambio de una retribución económica o gratuitamente, esto es denominado como sus derechos patrimoniales, que se basan en la recolección de las ganancias obtenidas mediante la impresión y reproducción de las obras. Según la concepción de las sociedades encargadas de estos derechos, pareciera valorarse más la cantidad de obras que la calidad de la misma. Esta idea quizás es derivada no solo de la propiedad privada sino de la impresión en masa que comienza a darse desde mediados de 1.440 con la aparición de la imprenta, invento que trajo consigo avances y nuevos desafíos, la mismas es acuñada con la visión anglosajona que consiste en la reimpresión supervisada.

En este punto es pertinente traer a colación la burocratización que hemos ido perfeccionando los seres humanos, a tal punto de complicar la difusión de nuevas invenciones. Es lo que se refería Weber con la jaula de hierro, en la cual pareciera que estamos quedando atrapados producto de la excesiva racionalización que se ha ido aplicando desde las sociedades capitalistas occidentales. Las cuales buscan el máximo de ganancias por medio de mecanismos casi irracionales que son acuñados mediante el miedo y la presión.

 

(*) Hendrith Pinto es estudiante de sociología de la UCV

 

joser465@hotmail.com