Oglis Ramos-Trochando sin fronteras
Gilberto Torres, sindicalista de la Unión Sindical Obrera – USO – se exilió en España el 2002, después de haber sido secuestrado por las “ACC”, sigla que el paramilitarismo tomó en Casanare.
De los miles de sindicalistas que fueron secuestrados, torturados, asesinados y desaparecidos en Colombia, Gilberto es uno de tan solo dos que sobrevivieron para contarlo. Por ello, Trochando Sin Fronteras fue hasta República Dominicana, donde hoy vive exiliado, para que con sus palabras nos contara su historia y así recordar de cuanto son capaces las corporaciones multinacionales en su guerra por el lucro y la acumulación de capital.
Gilberto vive en Higuey, una ciudad a 2 horas de la capital, Santo Domingo. Nos esperaba en la estación de buses y enseguida nos invitó a tomar tinto, pues como buen bogotano, no ha perdido la costumbre a pesar del paso de los años. Durante el café nos contó que paso 9 años en España, tratando de reconstruir el tejido social a través de la conformación de asociaciones de exiliados en toda Latinoamérica.
Tomar un café con Gilberto es maravillarse por su capacidad de gozar la vida aún, de llevar las emociones a flor de piel, de continuar trabajando en la denuncia de las multinacionales y la explotación de los desposeídos: ayer en Colombia, luego en Europa y hoy en Centroamérica, donde se hizo parte del Comité Dominicano de Derechos Humanos. Desde allí defiende los derechos de los haitianos indocumentados, víctimas del abuso y el racismo en un país donde los turistas disfrutan de playas de arena blanca mientras los trabajadores explotados se hacinan en casas sin agua ni luz.
Esta injusticia que vive todos los días Gilberto es la misma que lo llevó a la lucha y que lo convirtióen blanco de la violencia que usan las multinacionales para llevarse los recursos naturales de nuestro país. Gilberto era operario en una estación de bombeo de petróleo ubicada en El Porvenir, cerca de Monterrey (Casanare). Semanas antes de su secuestro habia protagonizado una jornada de protesta por la desaparición forzada de su compañero Aury Sará Marrugo, presidente de la subdirectiva Cartagena de la USO, que fue secuestrado en noviembre de 2001 en esa ciudad, cuando se estaba negociando un aumento de salarios con EcoPetrol. El secuestro de Aury generóun paro en la refinería de Cartagena y Gilberto participódesde su lugar de trabajo en Casanare, suspendiendo el bombeo de petróleo y acampando en las instalaciones de la estación. Sin embargo, luego de cinco días de estar desaparecido, el cadaver de Aury Sará fue encontrado en María La Baja (Bolívar), con signos de tortura. El recuerdo aún conmueve a Gilberto, no solo porque perdióa un gran amigo, sino porque el mismo estuvo al borde de perder su vida en las mismas condiciones.
Gilberto ha demandado a la British Petroleum – BP- en los tribunales de Londres, sede de esa multinacional. Su abogada, Sue Willman, dice que este caso es el más fuerte que ha encontrado contra la BP, dada la confesión de los propios paramilitares que lo secuestraron. Ellos afirman que OCENSA (consorcio del que hacían parte la BP y Ecopetrol)les pagó 100 millones de pesos para matarlo. Además Gilberto relata que fue una camioneta de seguridad de OCENSA la que transportaba a los paramilitares que se lo llevaron; la misma que él veía todos los días al trasladarse desde la estación de bombeo hasta su vivienda en Monterrey.
La empresa niega su papel en el secuestro, pese a que en Casanare existe una testigo, cuya identidad aún debe ser reservada por su propia protección, que afirma que su casa fue utilizada para reuniones entre la BP, Ocensa y los paramilitares, para decidir la acción del secuestro y muerte de Gilberto.
Luego de ser retenido, Gilberto fue esposado, engrillado y amarrado a vigas durante 42 días. Fue dejado en un hueco en la tierra durante una semana, el cual permanecía lleno de insectos. Aún le duele recordar cómo las hormigas le comían la carne alrededor de las heridas causadas por las esposas y los grilletes. La zozobra que sintió el día que ese pozo comenzó a inundarse tras una tormenta, que hizo que el agua le llegara hasta el cuello, sin que nadie acudiera a ver si estaba vivo o muerto.
Su capacidad de resistencia y su fuerza mental se manifestaron el día que el paramilitar alias Chanfle, a cargo del grupo que lo secuestraba, le hizo presenciar cómo un joven acusado de pertenecer a la guerrilla era golpeado y torturado salvajemente, luego ejecutado a los tiros, desmembrado y enterrado en un hueco que él mismo había sido obligado a cavar. “No sentí nada, veía esa barbarie como si estuviera mirando una película, una escena de ficción” dice Gilberto. “Un siquiatra me dijo, tiempo después, que mi mente había logrado bloquearse para estar allí, viendo aquello, como si realmente no estuviese en ese lugar. Que por eso sobreviví sin volverme loco”.
Gilberto fue liberado 42 días después de haber desaparecido, gracias a un paro petrolero que paralizó la actividad de la British Petroleum, Ecopetrol y Ocensa, haciéndoles incurrir en pérdidas millonarias. Este hecho y la intervención de la USO, EcoPetrol y la Cruz Roja posibilitaron que Gilberto fuera entregado con vida. Pero la libertad en Colombia ya no era posible para Gilberto y su familia. No tardaron en llegar nuevas amenazas. Gilberto se vio obligado a exiliarse hace 13 años y aún teme volver a Colombia. En cuanto al llamado proceso de paz, se muestra escéptico: no cree que este sea otra cosa que la continuación de la explotación por otros medios. “Hasta que no haya justicia social y no se vayan las multinacionales de Colombia”, dice, “no habrá paz”.