El valor de la moneda refleja el estado en que se encuentra la economía del país. “Un bolívar fuerte, una economía fuerte” proclamaba aquel eslogan con el que se implantó en 2008 la reconversión monetaria. Por lo tanto, además del nivel de reservas internacionales, el respaldo de una moneda depende del tamaño del producto, de los flujos de intercambio comercial, de la inversión nacional y extranjera, así como de los niveles de productividad laboral. Pero resulta que nada de esto respalda al bolívar. Por el contrario, hoy somos más dependientes que nunca del extractivismo petrolero y de la renta que genera.
El diferencial inflacionario entre Venezuela y sus principales socios comerciales hace que los productos nacionales resulten más caros, perjudicando la competitividad cambiaria y dificultando nuestra inserción internacional como un país exportador de otros bienes y servicios distintos al petróleo. El espejismo de fortaleza económica que se quiso proyectar con el anclaje cambiario no sirvió ni para estabilizar los precios ni para estabilizar la tasa de cambio real. Debido al alto componente importado con el que opera la economía nacional, cada devaluación encareció las exportaciones y desató una incesante la inflación, disolviendo las ganancias en la tasa de cambio real.
El anclaje cambiario arruinó la economía
El empeño por mantener durante largos años tasas de cambio artificialmente bajas estimuló toda clase de importaciones que arruinaron la producción nacional. El déficit de oferta se pudo paliar con un volumen cada vez mayor de importaciones y esto acentuó como nunca la demanda de divisas. Semejante voracidad se pudo alimentar mientras los precios del petróleo estuvieron altos; pero una vez que colapsaron, las reservas internacionales también se desplomaron. Así, factores clave para respaldar la fortaleza del bolívar -como lo son las reservas internacionales y la producción-, se han erosionado considerablemente, y esto se refleja en la disolución del poder de compra del bolívar.
La alucinación de estabilidad derivada del anclaje cambiario generó toda clase de importaciones baratas que propinaron un grave daño a la agricultura y la industria como los sectores clave en que los debe descansar la soberanía productiva. Son estos los que permiten sustituir importaciones, diversificar la oferta exportable y aumentar el ingreso en divisas no petroleras. Pero con una tasa de cambio sobrevaluada, las exportaciones no petroleras perdieron competitividad internacional y así nos hicimos más dependientes de la renta petrolera.
Mientras el valor del bolívar dependa de la abundancia o escasez de petrodólares nunca llegaremos a tener un bolívar fuerte. Restaurar el valor del signo monetario nacional pasa por impulsar un sostenido proceso de industrialización, de tal forma que un creciente porcentaje de los bienes de consumo, maquinarias, equipos, etc. se generen con el esfuerzo productivo nacional. De lo contrario, seguiremos dependiendo de las importaciones que se hacen con la renta petrolera y no con las divisas que genera la fortaleza de una economía productiva y exportadora.
La agonía del bolívar
Nuestra moneda ya no cumple con sus funciones básicas de unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor. Cada vez son más los productos cuyo precio se fija en dólares. Crece también el volumen de transacciones que se hacen en moneda extranjera. Y ni hablar del rechazo que la gente tiene por un bolívar que se vuelve sal y agua con la inflación, razón por la cual ha dejado de ser un depósito de valor y por eso la gente prefiere protegerse comprando dólares en el mercado paralelo, al precio que esté.
El dólar paralelo no deja de subir por la confluencia de una serie factores que han sido agravados por las desviaciones y errores de la política económica. Hasta ahora, las medidas aplicadas para abatirlo no han arrojado los resultados esperados. En lugar de pulverizar el dólar paralelo lo que se ha pulverizado es el bolívar.
Ante la certeza de que tarde o temprano todos los sectores económicos tendrán que migrar al Simadi, los agentes económicos se anticipan y calculan el PVP con base en el paralelo, aun cuando reciban divisas de Cencoex o Sicad, y esto anula el efecto antiinflacionario que se le atribuye al anclaje cambiario. Para muestra un botón: en el sector alimentos que recibe la tasa Cencoex, la inflación en 2014 llegó a 102%, superior al 68% del INPC. La respuesta del gobierno ha sido la de reservar las tasas de Cencoex y Sicad para las importaciones públicas que en adelante competirán con las importaciones privadas, las cuales se harán con un dólar cada vez más escaso y caro.
Quienes quieren importar para cubrir el desabastecimiento del mercado, no tienen acceso al dólar preferencial. Por lo tanto, la demanda insatisfecha de divisas se desplaza al mercado paralelo y esta presión alcista es agravada por las desmesuradas inyecciones de dinero sin respaldo que realiza el BCV para financiar el déficit fiscal. Son millardos de bolívares que salen a buscar dólares. Por si fuera poco, como las tasas de interés no compensan lo que pierden los ahorros debido a la inflación, nadie quiere ahorrar en bolívares y buscan preservar su capacidad adquisitiva comprando dólares.
La solución
La clave está en abandonar el nefasto régimen de cambios múltiples que degeneró en el mayor estímulo para los cazadores de renta, especuladores y corruptos que inventan cualquier clase de trampa para capturar los dólares baratos de Cencoex/Sicad y después venderlos más caros en el mercado paralelo. Es hora de erradicar estos incentivos perversos unificando las diferentes tasas de cambio a un nivel que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional. Esto se traducirá en un verdadero estímulo cambiario para sustituir importaciones, respaldar la competitividad cambiaria de las exportaciones no petroleras, estimular la inversión extranjera, el turismo internacional y la repatriación de capitales. Es la mejor manera de generar una abundante oferta de divisas que compense el colapso de la renta petrolera, frene el alza del dólar paralelo y restituya el valor del bolívar como signo monetario nacional.
Fuente: http://contrapunto.com/index.php/columnistas/item/21621-la-pupila-insomne