Ollantay Itzamná

 

Para cuantos tenemos la dicha de conocer y observar la “quietud” de la Guatemala post Acuerdos de Paz (1996), las manifestaciones multitudinarias-simultáneas-espontáneas urbanas que se realizaron en cerca de 10 ciudades principales del país, el sábado 16 de mayo (16M), nos exige reflexionar sobre este “despertar aún citadino” con las siguientes preguntas:

¿Por qué y quiénes se movilizan?

No es el “desvelamiento” de las mafias criminales que operan en el corazón económico del Estado lo que activó esta indignación urbana creciente. El “desmantelamiento” de la mafia La Línea (que operaba desde el Ejecutivo, desviando fondos tributarios), fue una gota que colmó la bronca acumulada y contenida.

Es el sistema neoliberal, implantado en el país desde la década de los 80, del pasado siglo, quien cultivó este bumerán ciudadano. Este sistema, que prometió la instauración de un paraíso terrenal en el país, terminó instaurando un infierno criminal. Transfirió casi todas las riquezas públicas del país a corporaciones privadas. Corrompió, por completo, a la “clase” política  hasta colapsar el sistema de la democracia representativa, ahora, deslegitimada.

Frente a ello, ahora, la clase media (estudiantes y profesionales o no) expresa ya no sólo su desconfianza, sino su repudio generalizado y creciente en contra del sistema político actual (derecha e izquierda).

No existen organizaciones o articulaciones previas, fuera de las universidades (pública y algunas privadas). Vecinas/os, que tienen acceso a la información, sin ninguna representación, y en persona, salen a las plazas a protestar contra el sistema político corrupto (gobernantes, diputados, partidos y candidatos políticos, etc.).

La primera protesta multitudinaria citadina fue el 25 de abril, y estuvo integrada casi exclusivamente por la clase media. En esta última, del 16M, sectores populares urbanos corearon al unísono: “Renuncia ya” (refiriendo al actual Presidente), “No te toca” (refiriéndose al candidato político que tenía casi asegurado su triunfo electoral, en septiembre próximo).

En estas, como en las anteriores manifestaciones de protesta, no hubo oradores, ni discursos, ni escenarios, ni imponentes equipos de sonido. Sólo consignas a capela, abundantes cornetas y pancartas creativas. Esto ocurre porque no se mueven alrededor de dirigentes, organizaciones o discursos prefabricados.

¿Qué demanda los aglutina?

La bronca y la indignación los aglutina. El sistema neoliberal les prometió el paraíso y les heredó un infierno político. Esto, en el imaginario colectivo citadino, se materializa en el saqueo criminal de los fondos públicos y el enriquecimiento ilegal de políticos de turno. Por eso piden la “renuncia ya” del actual gobierno, cuya Vicepresidencia ya renunció (al descubrirse su vinculación con la mafia La Línea), y para quien exigen cárcel.

Es importante indicar que en las consignas y pancartas de las multitudes la repulsión social no es sólo contra el ex militar Otto Pérez Molina, gobierno actual, sino también en contra de todas/os los diputados (de derecha y de izquierda). En contra de todos los partidos políticos tradicionales. Y en contra del empresario candidato a la presidencia, Manuel Baldizón (quién, con el lema de “Le toca”, tenía asegurado su triunfo electoral).

La auto convocatoria digital indicaba: “Salir a protestar pacíficamente, exigiendo la renuncia del gobierno y el saneamiento de las instituciones públicas”. Ni las universidades, ni los vecinos urbanos aún no hablan de “refundar el Estado” o de la convocatoria a un proceso de una “Asamblea Constituyente Popular”. Es más, desde la Universidad pública existen convocatorias para reformar el Estado.

Algunos plantean, luego de la renuncia del gobierno actual, la conformación de un transitorio gobierno multisectorial para que reforme la Ley Electoral.

Es decir: saben lo que no quieren, pero aún no saben lo que quieren, ni cómo conseguir lo que quieren.

¿Por qué indígenas y campesinos aún no se mueven en este escenario?

En la movida del 16M estuvieron presentes algunos/as indígenas citadinas. En la manifestación de Guatemala ciudad, hicieron acto de presencia algunas ONGs y conocidos dirigentes indígenas (con alguna aspiración protagónica o política), pero la multitud rural aún se mantiene ausente.

La explicación inmediata para esta ausencia es la coexistencia paralela de las dos guatemalas (la oficial y la profunda) “naturalizada” por el racismo, clasismo y la exclusión. En algunas ciudades, en el interior del país, se movieron indígenas rurales “exigiendo la renuncia de los corruptos”, pero no con fuerza.

Sistemáticamente, en estas tres décadas neoliberales, indígenas y campesinos organizados fueron y son criminalizados, encarcelados y masacrados, pero las ciudades no se movieron. Quizás sea esta otra razón, bajo el principio de reciprocidad.

Mientras la clase media citadina y a las universidades (en especial la pública que subsiste de los impuestos) se indigna por el robo de sus impuestos, a indígenas y campesinos del interior, que subsisten sin Estado (e incluso en contra de la voluntad del Estado mestizo), el asunto de impuesto robados no les interesa mucho en lo inmediato. Las luchas de estos últimos son: la defensa de los ríos, territorios, servicios públicos, etc. Estas luchas son más en contra del sistema económico, en algunos casos en contra del Estado. Mientras la de los urbanos en contra del sistema político que les roba los impuestos.

Estética y metodológicamente, las protestas de la Guatemala profunda y de la Guatemala oficial son diferentes. Con seguridad que en el transcurso, en la medida que se vayan afinando/consensuando más las demandas se terminarán uniendo. Pero, las demandas tendrán que ser sistémicas y estructurales.

De proseguir la indignación, ¿qué caminos quedan por recorrer?

Las experiencias de las multitudes de indignados de Quito (2006), Tegucigalpa (2009), Madrid (2011), etc., en contra del sistema político corroído, nos indican que si bien inicialmente la indignación movilizada es apartidista-“apolítico”, en el camino, producto de la reflexión, se termina articulando un instrumento (estructura) político “propio” para convertir la mayoría demográfica de indignados en una mayoría política con capacidad de toma de decisiones, y realizar los cambios.

Así nació Alianza País (organización política de ciudadanos/as indignados que gobierna a Ecuador), así nació Liberta y Refundación, Libre (segunda fuerza electoral, que derrotó al bipartidismo neoliberal en Honduras), y así nació Podemos (que apuesta ser gobierno y derrotar el bipartidismo en España en 2015).

Las adversas circunstancias sociopolíticas obligan a la multitud de indignados a pensarse y pensar política y electoralmente. Pasar de la protesta a la propuesta.

Para ello, antes de montar la organización política “propia” que sublime (canalice) la multitudinaria bronca emotiva aglutinante en razón política, es necesario construir horizontal y asambleariamente las demandas o agendas estructurales y representativas de indignados y excluidos del país. En ese transcurso se identifican o afianzan los posibles “representantes” (portavoces del pueblo) para ejercer función de gobierno obedeciendo al pueblo.

No fue Rafael Correa, Miguel Iglesias o Evo Morales quienes construyeron el instrumento político popular (organización política) que los llevó al poder, sino al revés. Es el pueblo movilizado quién engendra instrumento político y potenciales portavoces (“líderes/as”).

Los mayores retos de la multitud de indignados de Guatemala es la articulación/consolidación del sujeto sociopolítico (empalmar campo y ciudad, clase media y popular, estudiantes y profesionales, varones y mujeres, mestizos e indígenas, etc.).

Otro reto es la construcción/concertación de las demandas sectoriales o de clase en una demanda general aglutinadora que movilice voluntades incluso de quienes aún no se movilizaron. Para ello es importante la pregunta: ¿Se busca hacer que funcione el Estado que no pudo funcionar en dos siglos o se busca crear un nuevo Estado acorde con la realidad sociocultural de Guatemala? ¿Se busca hacer de Guatemala un país donde todos sean de la clase media o se busca otro sistema de vida menos ecocida y más responsable con el sistema Tierra?

Finalmente, pensar y construir el instrumento político popular para impulsar los añorados cambios estructurales (agendas), con nuevas leyes, nuevas instituciones públicas y nuevos proyectos de vida. A eso se denomina en las epistemologías del Sur procesos de reconstitución trascendental.