El pasado jueves durante entrevista que nos hizo el periodista Luís José Marcano en el programa » Sin Coba» en el canal del Estado VTV advertimos que Obama se levantaría de la mesa sin escuchar a otros mandatarios y que tampoco iba a firmar el documento conclusivo de la Cumbre.
 
Nuestras dos predicciones se cumplieron al pie de la letra. Ningún Presidente de EEUU firma una declaración final que no sea de su agrado. Ni Obama ni esta cumbre son la excepción a esta mala tradición. Obama es un vocero que hace lo que el poder industrial financiero militar de EEUU le dicta. 
 
Terminó la Cumbre de Las Américas 2015, y nuevamente se manifestó un continente americano dividido, los discursos ratificaron la existencia de un bloque imperialista y un bloque progresista. A pesar del zig zag de uno que otro país que intenta estar bien con Dios y con el Diablo.
 
El Presidente de la superpotencia no fue autorizado por el «establishment» o los supra poderes fácticos para dar un paso atrás sobre el decreto sancionador. Por eso no mencionó el tema Venezuela. Y sí ratificó que seguirá «vigilando» los derechos humanos en otros países. Es decir, el decreto contra Venezuela sigue vigente. Y pueden venir otros decretos. Obama apenas escuchó el discurso de Cuba, poco después se paró y se fue. 
 
El presidente Maduro dijo lo que le correspondía: exigió eliminar el decreto y propuesta de diálogo por la paz. Obama no oyó los discursos de otros presidentes. Obama fue irónico. Le molesta que le hablen de historia, dijo querer hablar solamente del futuro. 
 
El Presidente cubano Raúl Castro dijo que Obama es honesto, seguramente es verdad, sólo que él verdadero poder que decide la vida de EEUU no viajó a Panamá. El presupuesto militar de EEUU supera los 600 billones de dólares. Ni guna nación se le compara. El de Venezuela apenas ronda por los 2 billones, bien lo apuntó la presidenta de Argentina. 
 

Culminada la cumbre, los venezolanos regresamos a la preocupación sobre nuestros problemas nacionales e internacionales. Surge la necesidad impostergable de buscar soluciones. Pero entre muchos personajes influyentes predomina el ataque constante contra el adversario mientras que la generación de propuestas constructivas luce escasa.

Desde la escritura de calle, nuestra conciencia no se vende a modas ni oportunismos. Reconocemos a esa parte de Venezuela que cree que la invasión yanqui contra Venezuela es una fantasía del Gobierno.

 
Pero también existe otra parte que propone al país olvidar los graves problemas económicos de la nación mientras nos dedicamos exclusivamente a la defensa antiimperialista de la Patria mientras el pueblo sufre para tener acceso a alimentos y medicamentos. Ambas partes son radicales y ninguna de las dos tiene razón. Por lo tanto, no cuenten conmigo.

Sí pensamos que para ayudar a Venezuela hace falta serenidad y análisis científico por encima de rabietas ideológicas o golpes de pecho para recolectar votos. Como no somos candidatos electorales ni deseamos serlo, nuestra manifestación se basa en el interés nacional ante una situación complicada como lo es el reciente decreto de EEUU contra Venezuela y también la mala etapa económica que padece nuestro pueblo. Una cosa no excluye a la otra y las dos deben ser atendidas.

Educados para rechazar las miserias y tentaciones de la vigente polarización política, lejos de promover más insultos entre los tantos que se balbucean hoy por redes sociales, prensa, radio y televisión; invitamos a mejorar el enfoque político del momento, tanto en el conflicto entre venezolanos de la oposición y del chavismo, así como aquel otro entre Venezuela y EEUU.

 
Luce conveniente convocar a un “Congreso extraordinario por la paz entre venezolanos y estadounidenses”, el cual debería ser integrado por delegaciones ampliadas y plurales de ambos países, incluyendo voceros de movimientos sociales, intelectuales, obreros, campesinos.

Tal evento sería excelente para debatir temas como la democracia, la soberanía, los derechos humanos, las libertades políticas y proponer acuerdos binacionales a los respectivos Estados, siempre con observancia de las reglas del Derecho Internacional, la igualdad entre naciones y el respeto a sus respectivas Constituciones.

Ese congreso binacional serviría para posicionar en la opinión mundial (y dentro del propio EEUU) el tema de la pertinente eliminación del decreto imperialista. Bien podría significar ser el punto de partida a una diplomacia más constructiva y conveniente para ambos pueblos que sustituya la beligerancia bilateral que por años nos ha perturbado. 

 
Ciertamente si cubanos y estadounidenses han podido avanzar en este sentido luego de medio siglo de tensiones, no existe impedimento para que los venezolanos avancemos en un camino similar.