Jesús Silva R.
Recibo a diario decenas de correo donde amenazan censurarme y confinarme al anonimato. Hoy respondo: Soy poeta pero me niego a besar a una revolución reformista. Sigo soñando con la Revolución Popular, Bolivariana y Socialista en Venezuela. Soy terco emisor de críticas. Quizás no importa perder, el sólo hecho de retar al poder, o mejor dicho al monstruo diabólico enquistado dentro de él, ya es una victoria revolucionaria en tiempos de almas cobardes y figuras acomodaticias. Por eso hoy deseo ventilar estas palabras con incertidumbre, sin saber si un día, desde la derecha o la pseudo izquierda plutocrática, me arrancarán la pluma para silenciarme como en su tiempo lo hicieron contra El Marqués de Sade al manifestar sus verdades. Sé que mis dichos han irritado a magnates de ambos polos y no sería sorpresa una reprimenda. Por ahora, me refugio en Shakespeare y los invito a descubrirlo otra vez en «Ser o no ser», frase extraída del monólogo de Hamlet, mítico personaje de alrededor del año 1600. Sus palabras expresan el eterno dilema existencial del hombre: La aspiración de desplegar todas sus potencialidades y derrotar cualquier obstáculo.
En convivencia con la sociedad y la naturaleza, el individuo, a veces sin saberlo, siempre escoge entre dos filosofías para vivir: la ciencia para la liberación (el ser) o el conservadurismo metafísico (el no ser).
Desde que nacemos hasta que morimos, la vida nos da claros ejemplos. Quien se rinde a la filosofía del «no ser», renuncia al poder transformador que poseen todos los individuos de la especie humana; se evade a sí mismo y le cede el timón de su vida a entidades divorciadas del razonamiento y el progreso (supersticiones, tradiciones y miedos ancestrales) a cambio de ilusoria protección.
El conservador no vive realmente, sólo sobrevive y ve limitaciones donde otros ven posibilidades. Es un esclavo de dogmas heredados para quien las desigualdades son un hecho natural, pues no sabe que son un producto social del primitivismo. Siempre ve la innovación como un riesgo condenado a la desdicha, es alguien esencialmente vacilante cuyo pánico al fracaso reprime sus virtudes hasta destruirlas.
Dijo Hamlet: «¿Qué es más noble para el alma, sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ellas, vencerlas?» Por esto digo, seamos los revolucionarios del «ser», despleguemos todas nuestras capacidades y escribamos dignamente nuestra propia historia.
Para mí, tan importante en mi formación fue el Manifiesto Comunista como el siguiente Monólogo de Hamlet: «Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ella, vencerlas? Morir, dormir… nada más; y con un sueño poder decir que acabamos con el sufrimiento del corazón y los mil choques que por naturaleza son herencia de la carne (…)».
Para concluir, tal vez quienes trabajamos sin descanso por la revolución, sin patrocinios ni anillos de protección, tenemos derecho y moral para criticar las fallas burocráticas con fines de incentivar una rectificación oportuna. Miedo me da el aplauso fácil de las focas, terror me causa el silencio de los cómplices, esos tumban gobiernos socialistas y destruyen revoluciones populares. No obstante intento ser humilde y me seguiré autocriticando, por ahora parafraseo a Fidel: Criticaré y la historia me absolverá.