Los problemas de Dilma Rousseff no comenzaron con la manifestación contra el gobierno del domingo 15 de marzo (un millón según los organizadores y 580 000 según la policía)…

A lo largo de su primer mandato, la economía brasileña estuvo semi-estancada y las grandes movilizaciones de 2013 (contra el aumento de los precios del transporte público y por el enorme gasto público para organizar el mundial de futbol del 2014) dejaron claro que el modelo económico y político de los gobiernos del Partido de los Trabajadores –PT- (conciliar los intereses de las grandes empresas con la mejora del nivel de vida de las clases bajas) conducía a un impasse. Las investigaciones sobre la corrupción en la principal empresa estatal, Petrobras, salpican a muchos dirigentes de los principales partidos que apoyan al gobierno; incluso al PT. En esta corrupción también se encuentran implicados algunos políticos de la derecha y hay suficientes elementos para pensar que la misma se inició antes de que el PT accediera al gobierno.

Las encuestas son cada vez más negativas para el gobierno: el 62% considera que es malo o muy malo frente a un 13% que lo considera bueno o muy bueno. Esto se asemeja mucho a los peores momentos de los gobiernos de Cardoso o de Collor en 1992. Siempre por la misma razón: todos ellos desarrollaron una política que la gente percibía como la contraria a la que habían prometido durante la campaña. En Brasil esto se conoce como «fraude electoral».

Dilma Rousseff ganó las últimas elecciones acusando a Marina Silva y a Aécio Neves/1 de querer gobernar a favor de la Banca, incrementar el tipo de interés, promover la austeridad y arremeter contra los derechos de los trabajadores. Se presentó a sí misma como la alternativa popular al candidato de los ricos y de la derecha y, de ese modo, logró movilizar a gente que estaba decepcionada con el PT.

El PT recula, la derecha se refuerza

Unas semanas más tarde, Rousseff presentó un gobierno muy a la derecha; más a la derecha que los de Lula durante su primer mandato. El nuevo ministro de Finanzas es un economista de la Escuela de Chicago, apoyado por uno de los más grandes bancos brasileños (Bradesco). Y el gobierno anunció medidas muy conservadoras en el ámbito económico: incrementar el tipo de interés, austeridad y recortar los derechos de las y los trabajadores (por ejemplo, ¡dificultar el acceso al subsidio de desempleo y a la pensión de jubilación!) La explicación que dio fue que la situación económica era difícil, algo que Rousseff había negado a lo largo de toda la campaña.

El desencanto de numerosos votantes de Dilma y la desmovilización de sus partidarios crearon las condiciones favorables para la derecha (reforzada por el voto que recibió Aécio Neves) que amplió su base social, incluso para movilizarse en la calle. Frente a esta agresividad creciente de la derecha y el inicio de una campaña para destituir a la presidenta, al PT y a sus aliados no se les ocurrió nada mejor que ¡organizar manifestaciones contra el «golpismo» y a favor de un «apoyo crítico» al gobierno!

Por el momento, la destitución de Rousseff no está al orden del día. Los partidos de la derecha quieren «sangrar» al gobierno, pero no hacerle caer; entre otras razones, porque la investigación sobre Petrobras y otras empresas vinculadas a la corrupción continúe y puede que las cosas también se compliquen para ellos y para el conjunto de los partidos con representación en el Congreso. Investigaciones, austeridad y degradación de la situación económica, todo esto tiene el riesgo de descontrolarse.

Por otra parte, también existen movilizaciones por la izquierda, con huelgas en diversos sectores. La polarización social aumenta en un contexto complicado. En todo caso, lo que parece claro es que el ciclo de los gobiernos de PT tiende a concluir de una forma no muy gloriosa.

Notas:

1/ Aécio Neves (derecha) obtuvo el 33,6 % de los votos en la primera vuelta y Marina Silva (ecologista) el 21%. Marina apoyó la candidatura de Aécio frente a Dilma en la segunda vuelta. Dilma ganó las elecciones por un margen estrecho (51,64% frente al 48,36% de Aécio). Ndt.