Miguel A. Canosa
El poder real en la Argentina ha posicionado a sus tres representantes forjados durante años de kirchnerismo sin Kirchner en un país que habiendo crecido a un promedio anual del 5.7 %, mantiene niveles de pobreza estructural, deserción escolar y analfabetismo cognitivo importantes. El crecimiento de 11 años no ha generado cambios relevantes en la matriz de dominación semicolonial impuesta durante décadas.
Ahora, Macri, Massa y Scioli, representantes gerentes de estos poderes se vislumbran como la continuación del gobierno de Cristina Kirchner, quien ha dejado en manos del primero el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, sin dar batalla en el distrito capital; alimentó al segundo en su paso por el gobierno como jefe de gabinete de ministros, y catapulta al tercero vice de Néstor, dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires y arriba en las encuestas a presidente para las elecciones del 2015.
Lejos de continuar el proyecto ideado por el presidente Kirchner, la salida política de la sociedad argentina parece enrrumbarse hace la derecha, más o menos, profundizada, pero derecha al fin: el período de socialdemocracia peronista abre pasó a un neoliberalismo a lo Bachelet, Tabaré. Humala o Santos, más cerca de la Alianza del Pacífico, que del proyecto nac and pop de crecimiento con inclusión social.
Si no acontece alguna decisión inesperada de la presidenta ungiendo a un candidato propio para desplazar a Scioli, la derechización a lo Menem es el futuro pergeñado por el Departamento de Estado y el próximo candidato (en sus tres variantes) que profundice un modelo de acumulación capitalista, con las transnacionales Monsanto, Chevron y Barrick Gold bien adentro.