El mundo está cambiando a la cabeza de América Latina

(García Linera)

 

 

La intuición me dice que el último regalo que nuestro presidente Hugo Rafael Chávez Frías nos dejó y hoy representa un verdadero y estratégico legado, no fue sólo para nosotros, sino para que lo compartiéramos con los ciudadanos y pueblos del mundo. Hoy al rendir tributo a un hombre que movió al mundo para despertar los pueblos, comparto esta reflexión por la riqueza y amplitud que contiene los objetivos históricos y que no debe quedarse solo para los venezolanos y venezolanas quienes por amor y gratitud, daremos la debida dinamicidad, magnetismo y expansión para impulsarlo desde la Palabra viva y hacerlo concreto en acciones tanto en el presente como en el futuro de nuestra Patria/Matria.

Lo importante es que cada pueblo al reflexionar los objetivos históricos puede alinearse y mantener su originalidad y riqueza cultural. Y para alcanzarlo debemos generar procesos de comunicación, educación y cultura que hagan posible su recreación, no sin antes, emanciparnos de las propias ataduras y condicionamientos a que hemos sido sometidos y que liberados de estos, podemos producir transformaciones históricas autenticas con la potencialidad propia de pueblos que se valoran, respetan y se integran para que tengamos la capacidad de hacer frente al sistema-mundo global capitalista que nos impone uniformidad y homogeneidad para controlarnos, dominarnos, alienarnos como personas y así saquearnos y robarnos nuestros bienes materiales y espirituales. Se trata que pensemos en nuestras próximas generaciones y garantizarles a ellos un porvenir en paz y justicia. Y solo los pueblos tenemos la fuerza constituyente y constitutiva para hacerlo, es nuestra tarea histórica.

 

Los Pueblos: el sujeto histórico por excelencia

 

Tratar temas como la comunicación y la cultura emerge de la necesidad de las personas, grupos o colectivos que desean dar aportes significativos a realidades concretas a partir de estos procesos esenciales en la vida de los pueblos. Pero muchas veces estas iniciativas quedan a medio camino pues nos olvidamos del sujeto sociopolítico real que como hombre y mujer histórico (niño, jóvenes, adultos y ancianos) comunican y producen cultura y preferimos muchas veces solo el elemento estructural que caracteriza estos procesos, como políticas, planes, programas y proyectos de diversos sistemas que tienen que ver directa o indirectamente con la comunicación y la cultura. Pero ese hombre y mujer forman parte del sujeto histórico más importante: LOS PUEBLOS DEL MUNDO.

Estos dos espacios que nos permite recrearnos, emanciparnos y transformarnos en aquello que queremos y necesitamos ser y estar, pasa obligatoriamente en la toma de conciencia de nosotros mismos: ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Qué queremos? ¿Para dónde vamos? ¿Qué estamos haciendo y podemos hacer’ ¿Qué tenemos o debemos desarrollar para lograrlo? ¿Cómo actuaron nuestros antepasados y cómo debemos hacerlo hoy? Interrogantes que deben ser planteadas y respondidas de modo personal y colectivamente.

Tarea que se hace urgente cuando los pueblos asumen su responsabilidad y aceptan con valentía los retos de sí mismos asumiendo también los desafíos que impone el sistema/élite que busca reconocerse absoluto y que se abroga para sí el poder imperial y global cuando en su pretensión de colonizar el mundo de la vida de los pueblos busca en quienes lo componen su propia negación e invisibilización, el desarrollo y reforzamiento de adicciones, la naturalización de la guerra y la violencia, la legitimación de la sumisión y esclavitud como estilos de vida, la reproducción de la confusión y la deshumanización como condición humana.

Cuando hablamos de retos nos reconocemos con capacidades, con potencialidades, con fuerzas propias, con energía originaria, con utopías realizables y necesarias que dan cuenta a lo que somos y que conscientes de ello no podemos permitir a nada ni a nadie su ocultamiento y su censura al hacernos sentir miedo, culpas y vergüenzas culturales propias de aquellos que desean controlarnos, manipularnos y cosificarnos.

Cuando hablamos de desafíos aceptamos y asumimos que la realidad histórica en sus diversas etapas (colonial, republicana, democrática y neoliberal) han inoculado en nuestros imaginarios y mentalidades en formas de saberes y prácticas hegemónicas, los miedos, las culpas y las vergüenzas que han querido que nosotros adquiramos como parte de nuestra cultura. Y de este modo desnergetizarnos para producir en nosotros un ser rebelde que justifique la violencia y ellos puedan señalarnos como «terroristas»; producir en nosotros un ser adicto a deseos y pretensiones que ellos se encargan de llenarnos de sus juguetes tecnológicos y drogas farmacéuticas para calmarnos; producir en nosotros máscaras y proyecciones defensivas y ofensivas que solo nos ocupen en cumplir roles para envilecernos y olvidarnos de quienes somos realmente y producir en nosotros el agotamiento, la autocensura, la mea culpa, la asunción de los intereses del otro para hacernos sentir que somos alguien.

Y antes estos retos y desafíos que forman parte de un aquí y ahora, no nos debe abrumar el pasado ni angustiar el futuro. Es una tarea histórica que se hace en el día a día de cada hombre y mujer que se comprenda, que nos corresponde tomar postura en esta encrucijada que plantea no un época de cambios sino un cambio epocal cuyo telos está representado en nuestras propias formas originarias, en la que no hay nada que inventar, todo está dado, solo que por el momento está oculto pues nunca lo habíamos considerado como parte de nosotros. Esto significa la necesidad de retornar a nosotros mismos, a nuestras esencias y peculiaridades, al conocimiento, al respeto, valoración y aceptación de nuestros saberes y prácticas originarias que nos recrean en nuestras propias fuerzas vitales, es decir, nos dinamizan para reiniciar o avanzar en la experiencia del nosotros y así expandirnos y crecer, nos magnetizan para abrirnos, para recibir y profundizar nuestra experiencia cognitiva, espiritual, sensitiva y emocional y por tanto nos potencia en lo que somos y podemos, que nos integran para aplicar, sintetizar y consolidar experiencias que producen, renuevan y nos transforman en seres de conciencia creadora y liberadora. (Arrien, 1992). Todo ello inspirados y en coinspiración de nuestro sentipensar como seres verdaderos, amorosos y bellos en esencia, donde en armonía con la madre tierra lograremos equilibrarnos para orquestar un mundo mejor donde todos somos necesarios y podemos aportar desde nuestras melodías para resonar en el otro, para ser eco en el otro, y la del otros (a) en el nuestro. Pero también para construir esa melodía que nos permite danzar y caminar juntos en una reflexión acción para la vida, para la lucha sin prisa pero sin pausa, para desencadenar el amor y la sabiduría que llevamos dentro y sanarnos mutuamente y así confiar de nuevo en «nosotros mismos», para escucharnos y entendernos desde los silencios que nos hace capaces y sensibles de la Palabra y la Acción que crea soberanía e interdependencia para una voluntad hacia el poder y solidaridad que embarga la tarea histórica.

 

La utopía que los pueblos unidos comenzaremos a transitar

Un número incontable de personas desconocidasson la fuerza motriz de la historia y del progreso

(Howard Zinn)

Tarea histórica que va acompañada de una utopía realizable y que nos propone un telos u horizonte a visualizar permanentemente. Esa necesario hacer memoria de la historia reciente que hemos vivido, el proceso bolivariano de Venezuela cuando el presidente Hugo Chávez, después de la aplicación de varios Planes de Desarrollo económico y social desde el 2001 hasta 2012 propone en el Primer Consejo de ministros de su cuarto gobierno un golpe de timón acompañado del Plan Patria que presentó como programa electoral para ser aplicado en el septenio. Plan Patria que se diferencia de los anteriores por la orientación de los cinco objetivos históricos, que no solo presentan de modo estratégico la realidad nacionales sino que asume la realidad mundial en un formato crítico y propositivo a corto, mediano y largo alcance que permite crear sentido y direccionalidad al pueblo y los pueblos del mundo, así como a los ciudadanos y las instituciones públicas y organizaciones privadas. Estos son, y más adelante daré unas consideraciones de cada una:

  1.     Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: La Independencia Nacional.
  2.     Continuar construyendo el Socialismo Bolivariano del siglo XXI en Venezuela, como alternativa al modelo salvaje del capitalismo y con ello asegurar la «mayor suma de seguridad social, mayor suma de estabilidad política y la mayor suma de felicidad», para nuestro pueblo.
  3.     Convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo económico y lo político dentro de la gran potencia naciente de América Latina y el Caribe, que garanticen la conformación de una zona de paz en nuestra América.
  4.     Contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional en la cual tome cuerpo mundo multicéntrico y pluripolar que permita lograr el equilibrio del universo y garantizar la paz planetaria.
  5.     Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana.

Reconociendo estos objetivos históricos como un gran proyecto humanista para el buen vivir fundamentado en la armonía humanidad, madre tierra, conocimiento y tecnología deriva una reflexión: ¿Qué ser humano presupone para ser cocreador, promotor, hacedor y constructor de esta utopía que si bien está en contra del sistema mundo capitalista manifiesta un ruta a recorrer, unos saberes a reconocer y valorar, unas capacidades y potencias a desarrollar?

Mirarnos a sí mismos y visualizar cada objetivo histórico nos convierte en protagonista (proto: primero agonistis luchadores o combatientes) y nos hace reconocernos como potencialmente convocados. Pero esta tarea que es colectiva nos permite iniciar un itinerario para ser originariamente lo que somos en esencia, para un buen vivir desde la sabiduría y excelencia, para producir lo que necesitamos y queremos, para asumirnos desde la unidad en la diversidad cultural, para restablecer el equilibrio madre tierra y humanidad.

 

 

En este sentido, desarrollaré brevemente estas ideas y explicaré lo que nos condiciona e impide que seamos esplendidos en un sentir y actuar coherente de modo que nos permita corregirlos a tiempo y a destiempo:

   1. Para ser originariamente lo que somos en esencia solo es posible en independencia, interdependencia y soberanía identitaria de los pueblos.

Para reconocernos diferentes y valorarnos desde nuestras identidades,  es necesario el conocimiento de nuestra historia. La memoria histórica debemos refrescarla cada tiempo, ella nos recuerda que somos continuidad histórica de hombres y mujeres que asistieron a hechos históricos que aún hoy están presentes y nos enorgullece. Sin esto como principio, difícilmente podremos construir las bases de una independencia en un mundo donde las recetas, las formulas y los moldes están para ser copiados, emulados y formatearnos sistemáticamente.

Para evitar esto necesitamos desarrollar individual, familiar y colectivamente como nación la energía vital de la que somos poseedores y que al no tener conciencia de ello no lo desarrollamos. Es urgente que el sistema educativo en sus diversos niveles asuman el desarrollo de la energía vital de cada ser en su identidad originaria.

Se trata de tener conciencia de los poderes creadores y liberadores del pueblo parafraseando al poeta Aquiles Nazoa. Esto permite relativizar el imaginario de héroes y heroínas hollywoodense que desde muy pequeños aprendemos a “admirar” y a imitar en los carnavales.

   2. Para un buen vivir desde la sabiduría y excelencia o ecohumanismo.

Se trata de aprender a vivir y estar con el otro en la búsqueda común de la plenitud y bienestar para todos, sin exclusión. Para ello es necesario partir de las necesidades, intereses y expectativas propias y sentidas que tenemos ya seamos niños, jóvenes, adultos y ancianos. Aquí la participación ciudadana y el dialogo en convivencia y respeto nos permite avanzar pues al sentirnos integrados a un grupo y reconocido por este nuestra energía vital se expande hacia un nosotros.

Cuando se habla del buen vivir, esta se manifiesta en bienes espirituales y se concreta en bienes materiales. Al hacerse el énfasis en los bienes materiales muchas veces olvidamos lo espiritual y es allí, donde comienza el caos: la envidia, la codicia, el miedo, la vergüenza se hacen presente y resulta difícil corregirlo cuando esta se instaura socialmente.

    3.Para producir lo que necesitamos y queremos o el ecosocialismo innovador y productivo.

No hay trabajo individual sin el colectivo, ni hay colectivo sin el trabajo individual. El ser humano debe desarrollar su potencial creador, innovador y tecnológico cuando frente a las necesidades, intereses y expectativas reales y sentidas de un pueblo busca satisfacerla. Pero solo no puede hacerlo para responder a grandes demandas. De allí la necesidad de organizarse para el trabajo con otros.

El trabajo debe ser un espacio para crear, liberar y transformar  por lo que se debe educar y formar para eso. Pero no solo eso se debe educar y formar para producir conocimiento y tecnología pertinente y necesaria. Lo que no significa que esto se logra en la primera oportunidad, es necesario el ensayo y error, hasta que los bienes y servicios resulten de excelencia y calidad.

    4.Para asumirnos desde la unidad en la diversidad cultural o la paz y la armonía desde el buen vivir.

Formamos parte de la gran familia de naciones y pueblos, somos ejemplo de solidaridad, fraternidad e integración con todos y especialmente con aquellos que sufren situaciones difíciles por guerra, invasiones, hambre e injusticias.

Hoy más que nunca cuando la élite plutocrática busca imponerse globalmente y con sus amigos, aliados y socios locales tenemos que mantenernos firmes en un discurso y acción política clara de las soberanías de las naciones y la necesidad de conformar la paz y justicia entre las interrelaciones e interacciones de las naciones y los pueblos.

El entendimiento y la unidad son el resultado del respeto a todas las identidades culturales y el diálogo de las partes, sin intenciones ocultas. Y de existir estas deben ser visibilizadas a tiempo para su correctivo. Hoy los recursos bioenergéticos resultan muy apetecidos (codiciados) por las trasnacionales que sin ser países, imponen leyes, fomentan guerras, invasiones, violaciones a los derechos de los pueblos, destruyen culturas y todo para aprovecharse de los recursos más baratos o saqueados.

    5.Para restablecer el equilibrio madre tierra y humanidad en equilibrio y respeto

Si algo hemos aprendido en la integración latinoamericana es a enriquecernos desde las cosmogonías culturales de los pueblos. Bolivia y Ecuador aprobaron en sus constituciones el derecho a la Madre Tierra, lo que significa que tenemos que aprobarla en América Latina para comenzar y a nivel mundial. Que tenemos que revisar todas las otras leyes que nos impone el sistema capitalidad depredador o que hemos aprobado sin considerar a la madre Tierra como un sujeto de derechos, pues de deberes cumple día a día para la alimentación y nutrición de la humanidad. Pero no siendo suficiente nos da cobijo en el propio santuario de la naturaleza que con su belleza, verdad y bondad nos enseña a ser igualmente bellos, verdaderos y bondadosos. Si no somos serviciales, justos, útiles, agradecidos y humildes es porque no queremos ver como es nuestra Madre Tierra.

Debemos aprender a conectarnos donde Pachamama/humanidad somos uno, Conexión espiritual, que invisible y trascendente nos hace mas humanos.

Al reflexionar los cincos objetivos históricos quiero animarles a ser participes donde se encuentren y con quienes se encuentren, ser portavoces de estos cinco objetivos históricos, para ser reflexionados y ponerlos en la acción. Importante sistematizar las experiencias significativas, que exitosas o no, nos permiten caminar y reconocer aquellos obstáculos que se nos presentan para que afinemos la observación y la escucha, para que nos fortalezcamos en la paciencia, en el optimismo y la confianza de unos con otros. Por último rescatemos la oralidad, característica de nuestros pueblos originarios para visualizar, construir y enseñarnos mutuamente en cooperación, en integración, en organización y producción cultural.