Partido Patria Libre del Brasil
Por la enésima vez, la oligarquía financiera de los EUA, su gobierno y sus
medios anunciaron que su economía está “recuperada”.
El Centro para la Investigación de Políticas Económicas en Washington,
encabezado por el economista Dean Baker, junto con Mark Weisbrot, después
del diluvio de festejos de los medios de comunicación imperialistas sobre los
“5% de crecimiento del PIB de los EUA en el tercero trimestre (3T)” de 2014,
exhortó, con razón, a “no creer en lo que oyen sobre la economía de los EUA”,
agregando que “los últimos números, cuando puestos en contexto, difícilmente
impresionan”.
Realmente, los resultados del tercero trimestre apenas reflejaban un salto
de 16% – en relación al trimestre anterior – en los gastos bélicos del gobierno
norteamericano (cf. BEA, “Gross Domestic Product: fourth quarter and annual
2014 (advance estimate)”, 30/01/2015, p. 6).
En cuanto al “resto” de la economía – o sea, 96% de la economía de
los EUA – permanecía todavía en el mismo pantano en que está desde 2008.
Incluso en cuanto al desempleo – anunciado, ahora, como algo en torno de
5%, usando criterios que falsifican el verdadero desempleo, superior a 23%,
según cálculo del estadístico John Williams.
El último día 30 de enero, cuando la primera estimativa de crecimiento del
PIB de los EUA en 2014 fue divulgada, aquellos propalados 5% se redujeron
a 2,4% – con una caída en la inversión en equipos y máquinas de -1,9% en el
último trimestre de 2014.
Por otra parte, sería una extraña “recuperación”, cuando la inversión
permanece, en términos de contribución para el PIB, bien abajo de 2012 –
cuando los EUA ya estaban inmersos en la crisis – y el peso de la industria de
transformación, el sector dinámico y decisivo para el crecimiento, no pasa de
12% del Producto Interno.
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Con los salarios estancados (el último aumento del salario-mínimo en
los EUA fue en julio de 2009 – en términos reales, ese salario, en 2012, ya
estaba 66,62% abajo del salario-mínimo de 1968, o sea, en 44 años el valor
real del salario cayó para menos de la mitad), la política norteamericana de
“recuperación” ha sido la de aumentar brutal y criminalmente el dreno de
los recursos de todos nuestros países para continuar llenando las arcas del
puñado de monopolios que ellos llaman de Too Big to Fail (Grande Demás para
Quebrar), en suma, algunos grandes bancos y sus ramificaciones en otros
sectores económicos.
O sea, no bastan los medios de comunicación, las recetas neoliberales,
la corrupción, el espionaje escandaloso – inclusive sobre gobernantes que se
destacan por su sumisión. Barack Obama anunció al Congreso de los EUA que,
bajo el pretexto de combatir el “Estado Islámico” y sus “asociados”, planea
expandir a cualquier lugar del planeta sus “poderes de guerra”.
Literalmente, dijo él que la realidad del “liderazgo americano” a veces
incluye “torcer el brazo” de los países que “no quieren hacer lo que nosotros
necesitamos que ellos hagan”.
Convengamos que el “big stick”, de Theodore Roosevelt, em el inicio del
siglo 20, era hasta educado, frente a ese lenguaje de torturador.
El imperio de las 1.000 bases en el exterior amenaza con la posibilidad
de una nueva “guerra global”, y su aviación hace seis meses recrudeció la
Guerra de Iraq y también viene bombardeando a Siria.
Peor que Hitler, los imperialistas yanquis pretenden que el planeta entero
es su espacio vital. Sus bases se extienden por más de 40 países en cinco
continentes, y el planeta está dividido por comandos militares del Pentágono.
Las fuerzas especiales se duplicaron, desde W. Bush, para 70.000 soldados,
actuando en 134 países.
Pero, a pesar de ese desvarío, la crisis del imperio no es una enfermedad
contagiosa y fulminante. Esa crisis es de ellos. No es sólo retórica afirmar que
es posible otro orden mundial, más justo, más humano, menos predatorio,
más solidario. Con todas las dificultades, no se puede decir que exista crisis en
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la China (con 7,4% de aumento del PIB), en la India (más de 6%), en otros
países en desarrollo y emergentes. La crisis de los centros imperialistas sólo
invade otros países cuando las políticas que allí se aplican son pensadas como
apéndices de los monopolios financieros, con sede en los países centrales, que
parasitan a nuestras naciones.
En realidad, al sacudir los cimientos de un orden internacional
decrépito, esa crisis abre grandes brechas para que, adoptando políticas
antimonopolistas, priorizando su industria, controlando sus fuentes de energía,
expandiendo la inversión pública y el mercado interno, las naciones se
desarrollen aceleradamente.
Es hoy una cuestión de reconocimiento general la importancia de los
programas sociales en la mejoría de las condiciones de vida de la población
más sufrida de los países de América Latina.
Nosotros queríamos, sin embargo, levantar algunos problemas que,
en nuestra visión, deben ser superados, a riesgo de retroceder y dejar en
el papel las actitudes necesarias para que los cambios ocurran de hecho,
verdaderamente.
Y nadie mejor que el Che Guevara – que no sólo fue un revolucionario
hombre de acción, como también un gran y profundo teórico de los cambios
que nuestros pueblos precisan – para nos recordar el camino.
En su discurso en la Universidad de la República Oriental del Uruguay, el
17 de agosto de 1961, el Che afirmó:
“Es, naturalmente, la industrialización la que da la verdadera pauta
del desarrollo. De acuerdo a cómo vaya el proceso industrial, así irá el
desarrollo del país”, e luego después continuó, mostrando que “un programa
de desarrollo que empiece por ver el número de escuelas, de casas o de
caminos que se va a hacer, es irreal. El desarrollo social es algo realmente
imprescindible y es por lo que todos luchamos. Es, prácticamente ridículo
pensar que solamente se va a luchar por el desarrollo económico simple, y que
va a ser el desarrollo económico en sí un fin. Eso no es así.
“El desarrollo económico es nada más que el medio para lograr el fin,
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que es la dignificación del hombre. Pero para lograr ese fin, hay que producir,
porque si se empieza a hacer las casas antes de construir las fábricas de
cemento, va a haber un momento en que no va a haber riquezas para que
esas casas puedan siquiera ser habitadas, no va a haber trabajo para el
hombre que la habite, no va a haber ninguna garantía de que la familia de ese
hombre, al que se le ha dado una casa, pueda comer todos los días gracias al
trabajo de sus miembros.
“Por eso hay que empezar por el principio, que es el aumento de los
medios de producción. No quiere decir esto que ahora, o que en Cuba – para
dar un ejemplo específico – vayamos a dedicarnos única y exclusivamente a
construir fábricas, a hacer con más rapidez cada día las 205 fábricas que están
planeadas hasta estos momentos, a ponerlas a producir solamente y que nos
vayamos a olvidar de los deberes que tenemos para con nuestro pueblo. Eso
también sería absurdo.
“Lo único que en el orden de relación tenemos que considerar que
primero está el desarrollo y que toda conquista de tipo social que no se base
en un aumento de la producción, tarde o temprano va a fracasar y se va a
hundir.”
O sea, no es posible una sociedad desarrollada y próspera sin
industrialización e inversión pública.
Trayendo para más cerca, en la III Cumbre de la Celac, en 28/01/15, la
secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, reforzó esa idea, lamentando
que “este ciclo de altos precios en materias primas no fue suficientemente
aprovechado por todos para apuntalar un cambio en las estructuras
productivas, la inversión en tecnología y en el conocimiento”.
Evidentemente, no es posible industrialización – y, de resto, crecimiento –
sin que la base de esa industrialización sea nacional.
Las ilusiones – en ciertos casos, verdaderas alucinaciones – en la llamada
“inversión directa extranjera”, o sea, la vana esperanza de que la invasión de
las transnacionales resolverá el problema del crecimiento de nuestros países,
siempre se reveló un fracaso, tanto en el pasado cuanto actualmente. Los
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datos a seguir, de la CEPAL, muestran bien, en relación a eso, la situación
actual:
Resumidamente, más de 80% de la tasa de inversión, en el conjunto de
los países de América Latina, es financiada por el ahorro interno. Aún en el
año en que hubo mayor penetración de dinero externo (2013), en términos
porcentuales, 87% de la tasa de inversión fue financiada con recursos internos
de los países de América Latina.
Sin embargo, eso no quiere decir que los recursos hoy movilizados para
la inversión – por tanto, para el crecimiento – sean suficientes. Veamos este
otro cuadro, también organizado con datos del último Anuario Estadístico de la
CEPAL:
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Notemos, por ejemplo, que, en relación al Brasil, en los momentos en que
el país más creció, la tasa de inversión estuvo por vuelta de los 25% del PIB,
algo ni cerca de los 47,7% de la China actual, pero suficiente para garantizar
tasas de crecimiento arriba de 7% – en algunos años, arriba de 10%.
Sin embargo, cómo se consiguió, en aquellas épocas, llegar a tales niveles
de inversión?
A través de la inversión pública – que, inclusive, fue el resorte propulsor
de la inversión privada.
El bajo nivel de inversión pública actual no es consecuencia de la
falta de recursos, sino de políticas económicas que drenan esos recursos
para los cofres de los semi-quebrados monopolios internacionales. En el
Brasil, el problema está, principalmente, en la extorsión de la economía vía
intereses. En otros países ese drenaje no se da necesariamente a través de la
priorización del mismo mecanismo.
Importar o industrializar
Evidentemente, no es ni imposible ni inédito aumentar la inversión,
el gasto y el financiamiento públicos para desencadenar un proceso de
substitución de importaciones, reconstruir eslabones de la cadena productiva,
en fin, aumentar, en la economía, el espacio de la empresa nacional para
retomar la industrialización que da la pauta para el desarrollo.
Eso ya ocurrió, en pasado reciente, en la Argentina, Brasil y México, con
Juan Domingo Perón, Getúlio Vargas y Lázaro Cárdenas, por ejemplo, donde
se estatizó o fortaleció el sector petrolífero, se criaron bancos estatales, se
invirtió en la infraestructura, se incentivó la industrialización, se implantó la
legislación laborista y se adoptó una política externa independiente.
“Aprovechándose de la crisis, particularmente de la Gran Depresión,
y también procurando defenderse de ella, los gobiernos de países que ya
contaban con algún nivel de industria adoptaron medidas cuyo resultado
fue el desarrollo de un proceso de industrialización que pasaría a substituir
importaciones por producción interna. Medidas proteccionistas, instalación de
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industrias de base por el Estado, mecanismos de financiamiento público y de
transferencia de renda del sector primario para la industria, fortalecimiento del
mercado interno componen el arsenal de acciones adoptadas, de una forma u
otra, por esos gobiernos.
“Se constituyó entonces, sobretodo en su primera fase, un sector
industrial básicamente bajo control nacional… Los gobiernos de los países
que más avanzaron en ese proceso buscaron implementar, como camino para
consolidarlo, una creciente autonomía en relación a las potencias económicas.
Para eso, fomentaron, entre otras cosas, la realización de procesos de
integración regional. El nacionalismo en la periferia conlleva la integración
regional”. **
Para avanzar en los cambios y superar el subdesarrollo que mantiene a
nuestros pueblos en la miseria, no podemos volver o quedarnos parados en la
exportación de commodities, sean productos agropecuarios, sean minerales,
petróleo, en fin, la primarización de las exportaciones como forma de renta, tal
como existía en los años 20 del siglo pasado en nuestros países.
Es preciso enfrentar con independencia el problema de la
industrialización y de la inversión pública.
*Michael Roberts, https://thenextrecession.wordpress.com/
** Nilson Araújo de Souza “América Latina: inserção internacional,
integração e desenvolvimento”
http://www.iedi.org.br/artigos/top/analise/
analise_iedi_20150203_industria.html
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Mostrando Ponencia del PPL – México.doc.