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La economía de China se desaceleró a su ritmo más fuerte en los dos primeros meses del año desde la crisis financiera global, lo que aumenta el temor de que esta desaceleración podría socavar el crecimiento mundial. La producción industrial de China se expandió un 6,8 por ciento en enero y febrero respecto al año anterior. Es la cifra más baja desde 1990 y todos los indicadores apuntan a que el descenso continuará. En 2014, 30 de las 31 provincias de China, crecieron menos de lo esperado. Estas cifras ilustran el principio del fin para el milagro económico chino. La crisis iniciada el año 2008 comienza a golpear a la economía exportadora más grande del mundo.
Esto confirma que la crisis iniciada el año 2008 ha sido una crisis sin precedentes para la economía mundial. Hasta el momento, China parecía escapar relativamente indemne de los catastróficos efectos que hundieron a Europa y Estados Unidos. Tras una caída inmediata en la tasa de crecimiento del PIB a 9,6% el año 2008 (frente al 14,2% del año 2007, ver gráfica), el gobierno chino se embarcó en un gigantesco «paquete de estímulo económico», equivalente a 586 mil millones de dólares. Esta importante inyección de dinero por parte del Estado permitió (al igual que ocurrió en Europa y Estados Unidos) amortiguar artificialmente la economía.
Exceso de capacidad
Sin embargo, la economía china no era inmune a la crisis global. La fuerte caída del comercio mundial hundió sus exportaciones y el estado de nuevo intervino con inversiones masivas en infraestructura. Se buscó mantener la economía en marcha, aunque a un ritmo más lento que antes. Esto generó una acumulación de exceso de capacidad en toda la economía, especialmente en la construcción y la industria pesada. Siguiendo a los ideólogos de la Escuela de Chicago, se buscó expandir la oferta. Pero la teoría de la oferta ha sido sepultada completamente. Este exceso de capacidad (oferta) de China también lo tiene Japón, Alemania, Estados Unidos. Todos los países industrializados acusan hoy un exceso de capacidad y operan a razón de 70 por ciento.
Tras el estallido de la crisis hablamos del «desacople», y como la locomotora asiática podía sacar al mundo de la recesión. Esto en parte se cumplió. Pero la crisis resultó ser mucho más violenta, y a siete años de su estallido, con el agotamiento de los planes de estímulo, la «locomotora» también se fatigó. Los planes de estímulo no solo fueron un magro alivio temporal, sino que inflaron enormes burbujas en la economía cuyo actual estallido amenaza con provocar un nuevo y estruendoso colapso en el sistema financiero.
Agudizando las contradicciones
Todo esto confirma que la crisis iniciada en 2008 no sólo no ha terminado, sino que simplemente se ha aplazado. A medida que el crecimiento en los Estados Unidos sigue siendo bajo y Europa se encamina hacia una recesión, la industria china carecerá de mercados para sus bienes. La utilización de la capacidad productiva en China se ha reducido a 70 por ciento en general en comparación con el también bajo nivel de 80 por ciento en Estados Unidos. La sub-utilización de la capacidad productiva, combinada con la inmensa montaña de deuda creada por los programas de estímulo, es el perfecto caldo de cultivo para la desestabilización económica.
Lejos de facilitar la recuperación económica, los planes de estímulo no han hecho más agudizar las contradicciones entre el trabajo asalariado y el capital, aumentando las brechas de desigualdad. El dinero especulativo solo ha permitido el beneficio de las inversiones especulativas. Los planes de estímulo no han mejorado las condiciones salariales y laborales. La tasa oficial de desempleo se mantiene en el 4,1 por ciento, pero esta cifra carece de toda credibilidad. Estimaciones no oficiales sitúan la cifra de desempleo cercana al 20 por ciento. Cerca de 300 millones de trabajadores migrantes rurales son totalmente ignorados por las estadísticas. Y existe, en China, una situación colosal de explotación.
Por otra parte, países como Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Brasil o Argentina, han comenzado a ver cómo sus exportaciones de materias primas se ven afectadas por una China que cada día compra y vende menos. El hambre voraz de China por las materias primas fue el principal motor impulsor de América Latina desde los años 80. Tras tres décadas de auge en el comercio mundial por la fuerza del gigante asiático, hay que reconocer que esa época ha terminado. Si hace siete años, el crecimiento de China fue el factor clave para evitar una recesión en todo el mundo, ahora que la crisis golpea a China y que Europa y Estados Unidos se enfrentan a un estancamiento secular, volvemos a estar como al principio, solo que peor. Y esta vez será una de las más serias crisis del capitalismo.