Carlos Castillo Peralta
Rebelión

 

EEUU se caracteriza por intervenir militarmente aquellos países en los que ve amenazados sus intereses económicos, claro que la agresión es justificada en «defensa de los derechos humanos y la democracia».

Entonces preocupa que el Congreso de la República, el 29 de enero del 2015, haya autorizado (¡casi en secreto!) el ingreso de soldados yanquis bajo el pretexto de «entrenar a los militares peruanos en el cumplimiento de operaciones especiales para combatir el narcotráfico y la insurgencia» (http://goo.gl/jBTtWf). En el mismo sentido, no debemos olvidar que somos el único país de la región que tiene nueve bases militares norteamericanas y que hemos entregado tres puertos que sirven de reabastecimiento para la cuarta flota norteamericana (http://t.co/DnZntyuHIC).

Sin embargo, el objetivo sería enviar un mensaje claro a los gobiernos de izquierda y progresistas de la región, especialmente a la República Bolivariana de Venezuela, proyecto revolucionario que no escatima en socavar a sangre y fuego. En ese sentido, EEUU, siguiendo la vieja doctrina Monroe, considera aún que América Latina es su patio trasero.

No olvidemos que la doctrina Monroe establece que si un país del continente amenaza o pone en riesgo los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, entonces Washington está obligado a intervenir en los asuntos de ese país para «reordenarlo» y restablecer los derechos y el patrimonio de su ciudadanía y sus empresas. Esta doctrina se sintetiza en la frase: «América para los americanos». Sin embargo, hay que tener mucho cuidado (como advirtiera, Diego Portales, Ministro de Estado de Chile): «Para los americanos del norte, los únicos americanos son ellos mismos».

La injerencia de los EEUU sobre nuestros gobernantes no es nueva, los cables de Wikileaks difundidos el año pasado, pusieron al descubierto quien estuvo detrás de la masacre de Bagua en el 2009 (http://goo.gl/yc99sf). Tampoco es casual que en las últimas décadas el Perú haya tenido una política de alineamiento con los EEUU, aplicando a rajatabla las recetas de Washington, manteniendo el modelo económico extractivista primario-exportador y profundizando el neoliberalismo.

Por consiguiente, debiéramos reflexionar acerca de la injerencia norteamericana en los asuntos internos de nuestra patria. El pueblo peruano debe comprender que la intervención norteamericana ocurre en el presente y es real, que no es un invento de los «que se oponen a la inversión», que la tesis del «perro del hortelano» de Alan García, y las posturas fascistoides del actual gobierno de Ollanta Humala –como la criminalización de la protesta social y la persecución política de los líderes y dirigentes populares– están dentro del marco de la defensa de los intereses de los EEUU y sus grandes corporaciones transnacionales.

Finalmente, estamos convencidos que el Perú tiene que redefinir su relación con la potencia del norte, de una relación de sumisión y poder a una relación entre iguales. Recuperemos la dignidad como país soberano, dejemos de ser una neocolonia de los EEUU. Exijamos la expulsión de las tropas yanquis y de todas las agencias de cooperación norteamericanas de nuestro país.