“Las condiciones subjetivas que causaron la guerra en 1914 están operando en este momento”
Correo del Orinoco-Vanessa Davies
F/ Miguel Romero
Para Miguel Ángel Contreras pensar sobre Venezuela, América Latina y el mundo es cosa de todos los días. Su libro Otro modo del ser o más allá del euroccidentalismo, editado por el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) y presentado esta semana en sus instalaciones, aborda la discusión sobre la ciudadanía y lo que implica para la democracia, y propone el diálogo pluricultural y “un mundo común de humanos y no humanos”.
Pero Contreras no está sumergido solamente en el mundo de las ideas. Por el contrario, su inquietud por lo que sucede en la geopolítica mundial lo hace pisar tierra a diario, y lo lleva a diagnosticar -como si de un paciente con una enfermedad crónica se tratara- una situación crítica.
“Lo que estamos viendo ahorita es un esquema de preguerra global, con algunos intentos por contener sus consecuencias”, subraya el sociólogo, profesor e investigador, en entrevista con el Correo del Orinoco.
FEUDALIZACIÓN DE LA POLÍTICA
-Pareciera que el mundo está muy mal, en un nuevo momento de intolerancia, de imposibilidad de convivencia. ¿Cómo lo ve como sociólogo?
-A escala global nosotros estamos exactamente en una intersección que apunta en dos direcciones distintas: una es el fortalecimiento de sociedades nacionales y estados nacionales, por un lado; y la desintegración de estados, por otro.
-¿Por ejemplo?
-Un ejemplo muy claro es el del Estado mexicano, que había logrado construir una sociedad nacional y que en este momento, como consecuencia de las disputas por el control de circuitos comerciales del narcotráfico, tiene lugares en los que priva otro tipo de ley, distinta del Estado nacional. Eso quiere decir que esa frase que utilizaba el sociólogo Max Weber, quien decía que el Estado “es quien tiene el monopolio legítimo de la violencia”, es una de las cosas que hoy está puesta en cuestión. Basta ver el caso de Siria, el caso de Libia, el caso de Ucrania, el caso de Irak, que son ejemplos muy, pero muy claros de cómo están operando estas tendencias de disolución del Estado nacional; esta desintegración implicaría también una feudalización de la política. Y la feudalización de la política quiere decir que hay territorios, grandes territorios que están operando con nuevas leyes, y son leyes que intentan construir un Estado que no es moderno, que cuestiona los límites que se habían establecido de la modernidad política.
-¿Por qué llegamos a ese punto? ¿Por qué llegamos a la disolución de esos estados?
-Bueno, llegamos a ese punto porque había fuerzas que estaban operando a finales del siglo XX, vinculadas con la globalización neoliberal, que en cierto modo también vulneraban la autoridad política de los estados porque lograban imponer agendas político-económicas contra los propios designios de esos estados. Hay un régimen legal transnacional por la globalización neoliberal que impone un conjunto de medidas políticas-económicas, y esas medidas político-económicas no encuentran consenso dentro de la sociedad. Eso fue generando mecanismos de desintegración, de fragmentación, de individuación a lo interno de las sociedades, y uno podría decir que entre los 80 y los 90, como consecuencia de los programas de ajustes estructurales o como consecuencia de la globalización neoliberal, se generó un proceso de desocialización del Estado. El Estado ya no tenía ninguna autoridad sobre sus pobladores y sobre la función de las leyes y las normas, y eso fue generando fracciones muy internas de violencia, de mecanismos paraestatales.
CONSECUENCIA DEL NEOLIBERALISMO
-¿Es consecuencia del neoliberalismo esta disolución?
-Claro, es consecuencia de la globalización neoliberal, porque la globalización neoliberal lo primero que te plantea es una idea de libertad, pero la libertad es la libertad básicamente de invertir, de la empresa; es este tipo de libertad la que existe, y está asociada simultáneamente con el capital financiero, que es un capital que no necesita ningún vínculo territorial.
-Y geográficamente, ¿dónde está ese capital? Cuesta imaginarse una cosa que no tiene asiento en el territorio.
-No tiene asiento. Exactamente no tiene asiento, porque se supone que lo que se genera en la economía real es un cierto tipo de ganancia, pero en este momento se están generando ganancias extremas como consecuencia de lo que uno llamaría la “burbuja financiera” o el “casino global”. Son una cuestión brutal los procesos de concentración y oligopolización, cada vez más, del capital.
-Quienes promovieron esa globalización neoliberal, ¿pensaron que 20 o 25 años después se iban a desmoronar los estados?
-Uno de los temas que proponían era redefinir el Estado.
-Pero no disolverlo.
-Claro, no disolverlo. Redefinir el estado era poner el Estado mínimo. Era la idea de construir un Estado mínimo, un Estado que se hiciera cargo de determinados aspectos de la vida pública. Ese era uno de los temas. Alan Greenspan, uno de los creadores del “casino global”, dijo -años después de haber estado en la Reserva Federal de Estados Unidos- que había fracasado su política. Afirmó: “Me equivoqué”, pero ese “me equivoqué” implica un costo brutal, porque a través de eso se arruinaron países, continentes enteros. Ahora, ¿cómo fue operando eso? Bueno, fue operando con lo que uno llamaría regímenes legales transnacionales; el programa más claro de eso fue el programa de ajustes estructurales, que consistía en un conjunto de medidas político-económicas que se instrumentaban en cualquier tiempo y en cualquier lugar. No había ninguna diferencia geográfica; disfrutaba de una universalidad a pesar de sus constantes fracasos. Lo que pasa es que ellos hablaban de democracia y el gran error de la izquierda siempre fue dejar que estos conceptos los definiera la derecha.
PREGUERRA
-¿Cómo quedan la democracia, la ciudadanía y la libertad en ese contexto que describe de desmoronamiento de los estados?
-También están operando fuerzas bien interesantes que apuntan a redefiniciones del concepto de ciudadanía; porque la ciudadanía define un “nosotros” y “los otros”, define un adentro y un afuera; esa es una de las cosas que define la ciudadanía. La ciudadanía tiene una dimensión civil y una política, dimensiones que son individuales; y tiene una dimensión que es social, con derechos que debe garantizar el Estado. Y están los derechos culturales, ambientales, comenzaron a aparecer. Hay un conjunto de movimientos que están bajo la lógica territorial en la defensa del territorio, están redefiniendo esas luchas. Para mí el mejor ejemplo de esto fue la Guerra del Agua, en Bolivia; el mejor ejemplo de cómo la movilización logró derrotar la política de la globalización neoliberal que implicaba la privatización de bienes comunes.
-¿Qué consecuencias va a tener para la población y para esa visión de ciudadanía el desmoronamiento del Estado nacional? ¿La feudalización?
-Lo primero es ese punto. Es decir, el encuentro entre el intento de construir sociedades nacionales, redefiniendo y fortaleciendo al Estado como tal, el Estado social de derecho; y por otro lado, la feudalización, que implica la guerra, porque cada vez más va a depender de la capacidad militar y financiera que tengan algunos de lograr y poner su visión acerca de las cosas. Ocurre en México muy, pero muy claramente. En Libia, muy claramente, y en Siria están operando esas mismas fuerzas. ¿Qué consecuencias tiene para un ciudadano? Para un ciudadano, si van triunfando las fuerzas de la feudalización, es vivir en un mundo cada vez más caótico y violento.
-¿A qué se refiere?
-Cuando uno habla de caótico y violento también ve el declive de Estados Unidos y la emergencia de nuevos poderes económicos. Este declive inercial de Estados Unidos, como lo han dicho analistas muy importantes, no va a ocurrir sin que Estados Unidos trate de contener ese declive. La relación entre modernidad y capitalismo nos dice a nosotros que los ciclos de acumulación de capital se han logrado siempre -las expansiones y contracciones- por medio de la guerra.
-Es lo que estamos viendo ahora.
-Es lo que estamos viendo ahorita. Es un esquema de preguerra global, donde hay algunos intentos por contener sus consecuencias. Oriente Medio en sí mismo es como una bomba de tiempo. El estado de Israel está cada vez más débil respecto a lo que está ocurriendo en el Oriente Medio y a la hegemonía que está teniendo Irán cultural, militar y económica. El cheque en blanco del que disfrutaban con Estados Unidos ya no es un cheque que puedan tener, y las últimas actuaciones del Gobierno israelí apuntan exactamente a presentar más bien a un Estado fascistoide, violento. Las negociaciones de los seis países que debaten con Irán el tema de la energía nuclear indican que hay una necesidad de Estados Unidos y de Rusia de contener lo que uno podría llamar la democracia nuclear. Ese es uno de los temas de debate y eso siempre tiene consecuencias insospechadas, porque hoy las guerras ya dejaron de ser convencionales pero las ocupaciones siguen siendo convencionales. Y el otro tema es que una guerra con todo el poderío militar que tendrían Rusia y los Estados Unidos sería una guerra de destrucción mutua, lo que se llamó en la década de los 70 destrucción mutua garantizada.
GANAR MILITARMENTE, PERDER POLÍTICAMENTE
-¿Por qué ve un estado de preguerra global?
-Hay lugares donde para mí se están generando esos espacios. Lo veo en Ucrania, en Siria. En Irak no, porque Irak es una disputa de otras características y lo único que hace es mostrar el fracaso de la guerra estadounidense. Es decir, ganar militarmente pero perder políticamente. Y en Ucrania y en Siria porque tanto en Ucrania como en Siria hay un juego externo a la confrontación que involucra a los tres grandes en este momento: China, Rusia y Estados Unidos. Dentro de estos hay reacomodos interesantes. La Unión Europea ha optado por irse alineando a veces con Estados Unidos, a veces con Rusia; es un juego muy frágil, muy inestable que se está haciendo allí, pero que te indica cosas muy interesantes. Siria jugó muy bien en su guerra en los últimos dos años desde el punto de vista político, del realismo político estoy hablando; jugó muy bien porque le permitió enfrentar la conjura de grupos que son facciones que intentan dominar con un concepto a veces muy feudal, pero que son facciones que dependen sobre todo de financiamiento externo.
-Habla de preguerra global. ¿De qué depende que se pase a la guerra global?
-Depende de los mecanismos que se están tratando de instrumentar. Se están tratando de crear mecanismos de distensión, pero hay fuerzas internas que están operando también. En Estados Unidos acaban de ganar los republicanos, con una diferencia cada vez más pequeña.
-¿Eso apunta a que la preguerra pase a guerra?
-Puede ser. Los republicanos son muy prácticos y a veces sus conceptos no necesariamente tienen que ver con los procesos de acumulación sino con el tema del dominio territorial, dominio global; con su visión del proyecto para un nuevo siglo americano. Es decir, la idea de que Estados Unidos debe seguir siendo un imperio global.
COMO HACE 100 AÑOS
-¿La preguerra está a un tris de pasar a la guerra?
-Ahí no sabría tanto, pero mi hipótesis es que estamos en 1914, que estamos muy cerca de una conflagración. Las fuerzas están operando
-¿Como 100 años atrás?
-Claro, pero es que las condiciones subjetivas que causaron la guerra en 1914 están operando en este momento. Y la disputa por el control de los circuitos de acumulación de capitales te indican que es así; hay un declive muy claro de los Estados Unidos y hay una emergencia no muy clara de quién va a ser el sustituto de Estados Unidos dentro de este esquema.