23-02-15.- La empresa que posibilitó el milagro brasileño de la era Lula es hoy el peor enemigo del recién reelegido gobierno Dilma. El escándalo de corrupción en el que está inmersa la petrolera estatal vuelve a poner sobre la mesa la posibilidad de un impeachment y desata los intereses privatizadores de la oposición y de las multinacionales extranjeras.

 

 Apenas mes y medio después de que Dilma Rousseff (PT) jurara el cargo de su segundo mandato, las noticias en relación al mayor escándalo de corrupción del país, la operación Lava Jato, no podían ser peores para la presidenta y su partido. Políticos, funcionarios públicos, las principales constructoras del país y diversos cambistas formarían parte de la organización criminal sospechosa de desviar alrededor de dos billones de reales a través de la estatal.

En su primer discurso como jefa de Gobierno, Rousseff aseguró que iba a «defender la petrolera de los predadores internos y de los enemigos externos». En ese momento ya sabía que su mano derecha, la ex ministra de la Casa Civil, Gleisi Hoffmann y que su ex ministro, Antonio Palocci, estaban entre los acusados. Pero el jarro de agua fría llegaría la primera semana de febrero cuando la Policía Federal llamó a declarar al tesorero del PT João Vaccari acusado de recibir más de 200 millones de dólares para financiar campañas electorales y otro pico para su cuenta personal.

En los últimos dos meses la petrolera ha cancelado sus negocios con más de 26 empresas privadas vinculadas al esquema de desvío de dinero público, y otras 200 están a la espera de ser investigadas. Cinco directores de diversas áreas de la estatal dejaron sus cargos tras haber sido acusados y la última en abandonar el barco fue su presidenta general, Graça Foster. El sucesor elegido por Rousseff, Aldemir Bendine, ex presidente del Banco de Brasil, con un perfil más político y menos de mercado, desató las críticas del mercado financiero internacional y provocó una nueva caída de las acciones de la petrolera.

Cada día surgen nuevos implicados que a su vez delatan a otros, desenmarañando una compleja trama que funcionaría desde hace al menos 15 años. Hasta ahora se sabe que las nueves constructoras más importantes del país (Camargo Corrêa, OAS, UTC/Constram, Odebrecht, Mendes Júnior, Engevix, Queiroz Galvão, Iesa Óleo & Gás e Galvão Engenharia), conocidas como El Club se distribuían los contratos con diversas empresas públicas, especialmente con Petrobras, mediante el pago de una propina que era pasado a diversos partidos políticos y a los funcionarios públicos que garantizaban su participación en todos los contratos de las estatales.

Dilma Roussef no responde ante las amenazas y evita pronunciarse sobre las acusaciones de corrupción el PT

Los principales partidos beneficiados han sido el PT (Partido de los Trabajadores), el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasilero, principal aliado del Gobierno) y el PP (Partido Progresista). A su vez el PSB (Partido Socialista Brasileiro) y su ex presidente, el fallecido Eduardo Campos, habría recibido alrededor de 20 millones de reales para su campaña de reelección en 2010 en Pernambuco. El PSDB (Partido de la Social Democracia Brasilera), principal opositor del Gobierno, se habría llevado en manos del también fallecido Sergio Guerra, alrededor de 10 millones de reales a cambio de no investigar las primeras denuncias que habían llegado sobre la corrupción de Petrobras. Todos ellos niegan su participación.

El fantasma del impeachment

A medida que se descubren nuevas implicaciones del PT en la organización Lava Jato, las amenazas de impeachment aumentan. En realidad desde que Rousseff ganó las elecciones por una ajustada victoria, este término jurídico se ha repetido hasta la saciedad. En el mes de noviembre se llegaron a reunir 10.000 manifestantes en São Paulo, apoyados por el candidato perdedor Aécio Neves, pidiendo este «golpe» a la presidenta. En ese entonces el senador del PSDB Aloysio Nunes Ferreira advertía que si seguían descubriendo cosas sobre Petrobras la presidenta podría ser derrocada.

Pero lo que parecía una jugada más vinculada al fervor generado tras unos comicios muy agresivos, hoy parece cobrar fuerza. El propio ex presidente Fernando Henrique Cardoso (PSDB) pidió a su abogado que contactara con el jurista Yves Gandra Martins para fundamentar un eventual proceso de impeachment con base no en los crímenes de la presidenta, porque no existen esas pruebas, sino en la supuesta responsabilidad por los crímenes de otros. El periodista Ricardo Kotscho advierte de una «versión brasileña del golpe paraguayo» que derrocó a Fernando Lugo en 2012, y recuerda que Gandra es el mismo abogado que se crió en los brazos del Comando de Caza de Comunistas (CCC) que apoyó el golpe brasileño de 1964.

Dilma Roussef no responde ante las amenazas y evita pronunciarse sobre las acusaciones de corrupción en el PT. La recién electa presidenta comienza su gobierno con pocos apoyos de su partido y con una mayoría en contra en el Congreso. A pesar de haber elegido un equipo económico proclive a los deseos del mercado y de anunciar políticas de recorte del gasto público calcadas a las que predicara su adversario, Rousseff no ha conseguido contentar a la oposición. Este giro a la derecha ha enfadado a los sectores de izquierda que se sienten traicionados por no haber cumplido las promesas electorales. La elección de ministros como Katia Abreu en Agricultura (conocida como la reina del agronegocio) o del Gilberto Kassab como ministro de Ciudades (uno de los ex alcaldes de São Paulo más desprestigiados y corruptos) ha enfurecido también a los propios afiliados y compañeros del PT.

El periodista Luis Nassiff denunciaba el envío de un mail de la directora de la Central de Globo de Periodismo, en el que pedía a sus redactores que eliminaran las partes en las que aparecía el nombre de Fernando Henrique Cardoso vinculado ‘Lava Jato’

«Ante una amenaza de impeachment apoyaremos claramente a Dilma, porque sería un verdadero golpe de estado. Pero no le vamos a dar un cheque en blanco, estamos muy enfadados por las medidas de recorte que ha anunciado, al final los que salen perdiendo son los trabajadores», dice Guillermo Boulos, presidente del MTST(Movimiento de los Trabajadores Sin Techo de São Paulo), uno de los movimientos sociales más importantes de la capital financiera.

Si Lava Jato ha vuelto a llevar al PT al punto de mira en materia de corrupción, la prensa oficial, siempre alineada con la derecha más conservadora, también colabora en el hundimiento del partido. El periodista Luis Nassiff denunciaba el envío de un mail de la directora de la Central de Globo de Periodismo, Silvia Faria, en el que pedía a sus redactores que eliminaran las partes en las que aparecía el nombre de Fernando Henrique Cardoso vinculado a la operación Lava Jato.

El diputado del PSOL, Jean Wyllys hacía la misma advertencia: «Está claro que hay que investigar la corrupción en Petrobras durante los gobiernos petistas, pero también durante la etapa del PSDB». Wyllys añadía en su artículo de la revista Carta Capital: «Este escándalo debe hacernos pensar sobre la financiación privada de las campañas electorales, ese era el objetivo principal del desvío de dinero, Lava Jato es el símbolo de la corrupción en Brasil entre el sistema privado y el público».

 

«El petróleo es nuestro»

La principal perjudicada por el escándalo de corrupción y por los medios de comunicación más conservadores es la propia estatal a la que presentan como una empresa arruinada. La Federación Única de Petroleros (FUP) fue la primera en quejarse del maltrato mediático: «Estamos viendo cómo intentan desprestigiar a Petrobras, esconder sus éxitos para dejarla barata a los inversores privados», dicen en una carta publicada en el portal Carta Maior.

Desde el FUP recuerdan que en los últimos doce años las inversiones en la empresa la han llevado a la autosuficiencia y al descubrimiento de los yacimientos del Pre-Sal que según la ex presidenta Graça Foster «serán los responsables de duplicar el tamaño de la petrolera». Gracias a la tecnología que utilizan, el petróleo del Pre-Sal brasileño «sería uno de los menos vulnerable ante el nuevo equilibrio de precio marcado por la OPEP», afirma el periodista Saul Leblon, y la gigantesca escala de reservas que tiene por desarrollar la convierte en una de las petroleras más codiciadas.

Hasta el momento las cifras juegan a favor de la estatal que en 2002 tenía un valor de mercado de 15 billones de dólares y en la actualidad alcanzaría los 110 billones. A finales del año pasado superó a la producción de la norteamericana Exxon Mobil con una cifra de 150.000 barriles/día, convirtiéndose en la mayor productora de petróleo del mundo entre las empresas de capital abierto.

El papel geopolítico de Brasil en materia de petróleo es difícil de poner en duda. Pero Petrobrás es todavía más importante a nivel nacional donde supone el 13% del PIB del país y el 20% de las inversiones hechas en Brasil. Las 26 empresas que están marcadas por Lava Jato suman el 14% de los empleos formales en el gigante latinoamericano. Si estas constructoras se mantienen imposibilitadas de ofrecer productos a Petrobras y de participar en obras públicas, el desempleo será una de las primeras consecuencias.

El escándalo de Lava Jato ha servido para que la oposición lo use como argumento para intentar cambiar la estructura de la empresa. El senador del PSDB Aloysio Nunes Ferreira presentó un proyecto en la Cámara para que el control del Pre-Sal pase a ser a través de un régimen de concesión y acabar así con el actual régimen de reparto que determina que las empresas que quieran explorar el petróleo hagan un consorcio con Petrobras en el que la estatal debe tener una participación mínima del 30%. Con la propuesta de Nunes Ferreira el estado cedería todos los derechos de explotación a una empresa extranjera a cambio de una compensación financiera.

El PT y otros sectores de la izquierda advierten sobre riesgo de que la estatal pase a manos del mercado, el periodista Mauro Santayanna es categórico: «Petrobrás es y será con todos sus problemas un instrumento fundamental para el desarrollo del país, sus royalties se usan para la educación, para la sanidad, su valor es inconmensurable». Saul Leblon recuerda la campaña que llevó a cabo el escritor brasileño Monteiro Lobato en la década del 40, años antes de que naciera la Petrobras: «Tenemos que volver a repetir las palabras de Lobato: El petróleo es nuestro».