Miguel E. Canosa

Nada más inoportuno que el viaje realizado por la presidenta argentina, Cristina Fernández, a pocos días de la muerte en extrañas circunstancias (muerte dudosa) del fiscal especial de la Causa AMIA, Alberto Nisman, encontrado fallecido en el baño de su apartamento con un tiro en la cabeza.

Por si esto fuese poco, Nisman había realizado una denuncia  en el canal opositor TN-Clarín  días antes de morir, contra nada más y nada menos que la mismísima presidenta y se encontraba a un día de asistir al congreso nacional para reunirse con los diputados de la comisión de justicia penal que tratarían la denuncia del fallecido fiscal.

El lujoso edificio en el que moraba Nisman, resultó ser un lugar facilmente franqueable y sin registros reales de cámaras de video para ver que personas que entraban o salían del edificio. Para peor de males, sus custodias demoraron más de 10 horas en ingresar a la vivienda del funcionario judicial, donde hallaron un arma pistola calibre 22 largo disparada una sola vez junto al cuerpo del fiscal, quien tenía un orificio de entrada de una bala por el hueso temporal derecho sin orificio de salida del plomo que quedó dentro de la masa encefálica del funcionario.

Horas antes de su muerte, un colaborador le suministró el arma (a pedido del fiscal) para poder defenderse en caso de alguna agresión, dadas las circunstancias y el momento de máxima tensión por el que atravesaba Nisman. Su colaborador sería además la última persona que vio con vida al fiscal, aunque varias horas antes de la data de fallecimiento del occiso.

Argentina es en estos momentos un volcan a punto de entrar en erupción, en plena época de vacaciones y en un año electoral donde se decide quien será el próximo presidente del país. Las encuestas detectan que el golpe propinado por la muerte sobre la imagen del gobierno es demoledora, aunque especialistas también intuyen que el gobierno debería demostrar no inmiscuirse en la causa por la muerte para no enlodarse en un acontecimiento que a todas luces es responsabilidad de lo socios y mandantes del fiscal, Estados Unidos e Israel, dos Estados terroristas y genocidas como no se veia desde hacía décadas.

Cristina está en la China visitando a Xi Ping y los argentinos asisten por televisión a una formidable operación de servicios de inteligencia locales y extranjeros seriamente implicados como autores materiales e intelectuales por acción o inducción de alguien que deseaba ver a Nisman fuera de la causa AMIA, pero denunciando a Cristina para después asesinarlo y generar un evento de conmoción política y social de inpensadas consecuencias, aunque los acontecimientos se encuentran dentro de los manuales de golpe de estado con desestabilización redactado por el gobierno de los Estados Unidos

Nuevamente el descrédito del actual régimen democrático representativo pone en situación de asombro y perplejidad a la población argentina, quien ya poco confía en sus dirigentes políticos de derecha que llevaron al país a la peor crisis económica en 2001, donde el neoliberalismo estaba en apogeo y ahora pretende apoderarse de las riquezas del país y de sus ciudadanos.