Juan Eduardo Romero
Quienes pretenden interpretar las tensiones creativas experimentadas por la sociedad venezolana en forma aislada se equivocan. No es una responsabilidad exclusiva del “fracaso del socialismo bolivariano” y mucho menos, una acción constante de la “guerra imperialista”. Se trata de un conjunto de factores asociados con la geopolítica y las características que el sistema-mundo le ha impuesto a la vida social venezolana.
En primer término, debemos indicar – siguiendo al buen amigo Alvaro García Linera que el país se encuentra en una situación de empate catastrófico. Eso es, dos fuerzas históricas – o mejor dos proyectos políticos- en pugna. Por un lado, el proyecto bolivariano, con sus contradicciones, con sus aportes, con los espacios creados, con los factores dogmáticos y ortodoxos infiltrados, con los colectivos sociales organizándose y entrando en conflicto con la derecha endógena; por el otro el proyecto liberal-tardo-capitalista, con su afán de volverse apropiar de los excedentes petroleros y afianzar las formas de reproducción del capital, con su consecuencia de exclusión y pobreza. Ambos factores están en situación de empate catastrófico, a pesar de la supremacía política del proyecto bolivariano, sus errores han potenciado e impulsado el accionar de una agenda confrontacional por parte de ciertos sectores del proyecto liberal-tardo-capitalista. En segundo término, esa situación de empate catastrófico – en donde las dos fuerzas se arrinconan, sin lograr la preeminencia de una sobre otra, pero amenazando la existencia del otro- se ha visto reforzada por el hecho que la base económica de la estructura productiva venezolana, no ha logrado romper con el lazo dependiente de las formas de control y funcionamiento de la economía-mundo, construida en torno al petróleo. El petróleo (su explotación, refinación, comercialización) no ha hecho más que impulsar y elevar lo que algunos autores denominan el “republicanismo moderno”, basado en la regla de la propiedad y la inviolabilidad de los derechos de propiedad privados, excluyendo de derechos a quienes no tiene propiedad.
El petróleo y su negocio en Venezuela, ha subsistido manteniendo la contradicción triple que lo ha caracterizado desde los inicios de la explotación en 1910: 1) entre el capital internacional y el capital nacional, 2) entre el capital nacional y el Estado nacional y 3) entre el Estado nacional y el colectivo-pueblo. El Gobierno de Chávez, no pudo solventar la contradicción primera, pues implicaría superar las lógicas del capital en el sistema-mundo. Por el contrario, el Gobierno de Chávez entró en este juego, con una perspectiva geopolítica propia, pero que no disuelve las formas de control características.
En relación con las contradicciones segunda y tercera, el Gobierno de Chávez introdujo cambios importantes. Por un lado, alteró las formas de relacionamiento entre el capital nacional y el Estado Nacional, a través de la Ley Orgánica de Hidrocarburos aprobada en 2001, que limitó la apropiación de excedentes de las elites propietarias que tradicionalmente habían sido favorecidas con el rentismo petrolero. Por otro lado, al alterar las formas de control del plusvalor de la explotación y disponer otro uso para el mismo, principalmente dedicado al fortalecimiento y reactivación del gasto social, convirtió a los excluidos históricos del “republicanismo moderno” instaurado en el país, en sujeto movilizante y sostenedor de un “nuevo orden democrático”. Ese nuevo orden, genera una cultura política movilizadora, basada en la conflictividad acumulada durante décadas y décadas de acumulación excluyente entre 1910-1998. Ese triunfo ético y moral, sobre la propuesta del republicanismo propietario, imperante en la 2da mitad del siglo XX pudo venir acompañado de una propuesta liberadora, pero fue alcanzado por el escaso avance sobre los efectos perniciosos de la “cultura petrolera” consumista.
Las fricciones generadas por los efectos del cambio relativos en la contradicción primera (geopolítica internacional del petróleo de fortalecimiento de la OPEP), desde el año 2000 con la Cumbre de Caracas, colocaron al país en el epicentro de las tensiones económicas del sistema-mundo, por el cambio en el papel representado. Las tensiones segunda (capital nacional y su relación con el Estado) y tercera (relación Estado y colectivo-pueblo) se incrementaron, generando un progresivo colapso del aparato rentista y de las normas de convivencia excluyente, que prevalecieron en el país durante más de 80 años. Chávez, no logró (no le alcanzó la vida) romper las relaciones de dominación capitalista de la sociedad rentista venezolana, al contrario se fortalecieron – a pesar de sus esfuerzos- ratificado en el hecho que la dependencia de los ingresos petroleros pasó de un 86% en 1998 a un 98% en este pasado año.
Al Presidente Maduro, le ha tocado la difícil tarea de asumir la responsabilidad de liderazgo en un momento de tensión creativa, tanto interno como externo. En lo interno, las propias contradicciones entre dogmáticos y pragmáticos, que en torno a actitudes no democráticas, clientelares, burocráticas han colocado en entredicho la ventaja moral que tuvo en un principio el proyecto bolivariano, aislando los factores populares que han sido claves en los triunfos electorales y que reclaman una superación de estas tendencias no revolucionarias, en lo interno del proyecto bolivariano. También debe considerarse, las tensiones entre los opositores al proyecto, pues hay dos agendas diferentes: la de quienes buscan canales institucionales para el desplazamiento y la de quienes solapados, siguen apostando a la conflictividad confrontacional y violenta. Por otro lado, la incertidumbre económica creada por el cambio generado por la segunda contradicción en el sistema productivo petrolero, ha reforzado la situación de neurosis e histeria, ante la falta de insumos. A eso se agrega, la inacción de los sectores burocráticos y clientelares, agravando la situación de calidad de vida de los venezolanos. El empate catastrófico, amenaza la continuidad del proyecto. La única forma, es profundizar el accionar democrático del proyecto socialista bolivariano y para ello Maduro, debe tomar la decisión de apoyarse en el colectivo-pueblo y no en una ortodoxia dirigencial, que ha perdido el sentido histórico liberador planteado inicialmente por Chávez.
Dr. Juan Eduardo Romero
Historiador-politólogo