Estudio del Stiglitz muestra que un impago de la deuda puede beneficiar a un país y a su población

Desde que la UE fue golpeada por la crisis de la deuda y varios países se vieron ahogados por sus acreedores, se planteó un posible impago, algo que la mayoría de economistas de derecha y de izquierda considera que se debe evitar. La Troika dio créditos urgentes a Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre bajo el pretexto de evitar un impago que predecía catastrófico para esos países. Pero varias investigaciones económicas dan sólidos argumentos a favor de suspender el pago de la deuda. Además, las condiciones de esos créditos, y el aumento de la deuda, afectaron dramáticamente a esos pueblos, empezando por el griego. Es momento de comprender que una suspensión del pago de la deuda puede constituir una elección justificada.

Varias investigaciones económicas dan sólidos argumentos a favor de suspender el pago de la deuda. Además, las condiciones de los créditos de la Troika han afectado de forma dramática a las poblaciones de Grecia y otros países.

Joseph Stiglitz, premio del Banco de Suecia en economía en memoria de Alfred Nobel en 2001, presidente del consejo de economistas del presidente Bill Clinton de 1995 a 1997, economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial de 1997 a 2000, aporta serios argumentos a aquellos que abogan por la suspensión del reembolso de las deudas públicas. En un libro colectivo publicado en 2010 por la universidad de Oxford, Stiglitz afirma que Rusia en 1998 y Argentina durante los años 2000 ofrecieron la prueba de que una suspensión unilateral del reembolso de la deuda puede ser benéfica para los países que tomaran esa decisión: «Tanto la teoría como la práctica sugieren que la amenaza del cierre del grifo del crédito probablemente haya sido exagerada» (p. 48).

Cuando un país consigue imponer una reducción de la deuda a sus acreedores y redirecciona esos fondos, destinados anteriormente a ese reembolso, hacia la financiación de una política fiscal expansionista, eso produce resultados positivos: «En ese escenario, el número de empresas locales que quiebran disminuye porque los tipos de interés locales son más bajos que si el país hubiera continuado pagando su deuda , y al mismo tiempo porque la situación económica general del país mejora. Puesto que la economía se refuerza, la recaudación de impuestos aumenta, lo que mejora el margen presupuestario del Gobierno. […] Todo eso significa que la posición financiera del Gobierno se refuerza, haciendo más probable (y no menos) que los prestamistas quieran de nuevo concederle préstamos.» (p. 48).

En efecto, una de las condiciones del FMI cuando va a ayudar a un país al borde de la cesación de pagos es aumentar los tipos de interés locales. Si un país escapa a las condiciones fijadas por el FMI, podría, por el contrario, bajar los tipos de interés con el fin de evitar lo máximo posible la quiebra de empresas.

La obra citada agrega: «Empíricamente, hay muy pocas pruebas que acrediten la idea de que una cesación de pagos conlleve un largo periodo de exclusión del acceso a los mercados financieros.Rusia pudo pedir prestado de nuevo en los mercados financieros dos años después de su cesación de pagos, que había sido decretada unilateralmente y sin una consulta previa a los acreedores. […] Muy al contrario, en la práctica, la amenaza de ver el grifo del crédito cerrado no es real.» (p. 49).

Según Joseph Stiglitz, algunos piensan que uno de los papeles centrales del FMI es el de imponer el precio más elevado posible a los países que quisieran declarase en cesión de pagos. Muchos países actúan como si se creyeran esta amenaza. Stiglitz considera que han errado el camino: «El hecho de que Argentina haya salido tan bien de su cesación de pagos, incluso sin el apoyo del FMI (o precisamente porque no tuvo el apoyo del FMI), puede conducir a un cambio en esta creencia.» (p.49).

Joseph Stiglitz también cuestiona claramente a los banqueros y otros prestamistas que concedieron créditos masivamente sin verificar seriamente la solvencia de los países prestatarios o, aun peor, que prestaron sabiendo perfectamente que el riesgo de cesación de pagos era muy fuerte. Agrega que ya que los prestamistas exigen a algunos países tipos elevados en virtud de los riegos que deben asumir, es totalmente normal que tengan que afrontar pérdidas debidas a una abolición de la deuda. Estos prestamistas sólo tenían que utilizar los intereses elevados que perciben como provisión para posibles pérdidas. También denuncia los préstamos «depredadores» concedidos a la ligera por los banqueros a los países deudores (p. 55).

En resumen, Stiglitz aboga por que los prestamistas asuman los riesgos de sus acciones (p.61). Al final de su contribución, considera que los países que entran en la vía de la cesación de pagos o de la renegociación para obtener una reducción de la deuda deberían imponer un control temporal de cambios y/o tasas para disuadir la salida de capitales (p.60). Retoma la doctrina de la deuda odiosa por su cuenta y afirma que ese tipo de deuda debe ser anulado (p.61).

Stiglitz defendió esta posición en numerosas ocasiones en el curso de los últimos diez años. Véase especialmente su libro El malestar en la globalización, Taurus ediciones, Madrid, 2003

En un artículo publicado por el Journal of Development Economics titulado «The elusive costs of sovereign defaults», Eduardo Levy Yeyati y Ugo Panizza, dos economistas que trabajaron para el Banco Interamericano de Desarrollo presentan los resultados de sus minuciosas investigaciones sobre las cesaciones de pago correspondientes a unos cuarenta países. Una de sus conclusiones es la siguiente: «Los períodos de cesación de pagos marcan el comienzo de la recuperación económica».

No se puede explicar mejor.


* Éric Toussaint, doctor en ciencias políticas, es portavoz del Comité para la Anulación de la Deuda en el Tercer Mundo (CADTM internacional). Es autor de Bancocracia, Icaria editorial, Barcelona, 2014; Una mirada al retrovisor. El neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, Icaria editorial, Barcelona, 2010.