(Discurso en III Cumbre de la CELAC)
rubèn ramos
En un apartado especial de su discurso ante los presidentes y jefes de gobierno reunidos en la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que acaba de concluir en Costa Rica, el Presidente cubano Raúl Castro fijó la posición de su gobierno y del pueblo de Cuba ante las élites de poder de EEUU. Éstas, a través de su administrador de turno, han difundido al mundo el nuevo sentido que tendría ahora su estrategia de agresión contra la isla en su torpe afán por derrocar a su gobierno y acabar con la única revolución triunfante del mundo.
El 26 de enero, dos días antes del inicio de la Cumbre, el líder indiscutible de la Revolución Cubana, Fidel Castro, había dicho en mensaje dirigido a sus compañeros de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de la Universidad de la Habana: “No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos, sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los conflictos o peligros de guerra. Defender la paz es un deber de todos”.
Esta clara posición y los señalamientos hechos por Raúl Castro en su discurso en la CELAC, no sólo ponen en su debido sitio cualquier tratativa que pidiera establecerse entre Cuba y EEUU. Significan, además, un nítido deslinde con los oportunistas y con los agoreros que creyeron ver, los primeros, el retorno de Cuba al redil perverso del FMI, del BM, del BID, de USAID y de sus ONG al servicio de la sedición y el terror; y los segundos, el final del mal ejemplo, del contagio del mal, de la “era” de los Castro. Tendrán que esperar sentados. El final de la experiencia revolucionaria más valiosa de la historia contemporánea de América latina y el Caribe, no es la de los oportunistas ni la de los agoreros. Es el socialismo.
Mientras tanto, que a nadie le quepa duda alguna respecto de la fidelidad de sus dirigentes al pueblo heroico de Cuba que por más de cincuenta años demostró que la soberanía y la libertad son constituyentes inalienables de la dignidad humana y no falacias inherentes al discurso enajenante y usurpador de las élites del poder mundial a través de sus gobiernos, de la institucionalidad de la ONU y de la OEA que instrumentalizan, de sus servicios de espionaje y seguridad, de sus aparatos de guerra y de terror.
Es importante anotar, que todo el discurso del Presidente Castro, constituye un documento de reflexión y análisis sobre el pasado inmediato y la coyuntura geopolítica internacional, la realidad de los países “industrializados” y sus crisis respecto de la ocupación, el trabajo, los ingresos, la seguridad social, el racismo, la xenofobia, el extremismo violento y tendencias neofascistas. Igualmente, y con especial énfasis, respecto de la integración de los pueblos de América latina y el Caribe; lo avanzado en los 10 últimos años en diversos campos y lo pendiente por hacer respecto de la pobreza, la marginación la desigualdad. Problemas que advierten, que “la llamada inclusión social y la sostenibilidad ambiental, implica crear una visión propia sobre los sistemas económicos, los patrones de producción y consumo, la relación entre el crecimiento económico y el desarrollo y, también, sobre la eficacia de los modelos políticos”. A la par que la urgencia de “un nuevo orden económico, financiero y monetario internacional, donde tengan cabida y prioridad los intereses y necesidades de los países del Sur y de las mayorías, donde no prevalezcan los que impone la concentración del capital y el neoliberalismo”. (Usted puede leer el discurso completo en internet o haciendo link en www.alizorojo.com)
Aquí, me permito extraer la parte del discurso del Presidente Raúl Castro, que alude a la toma de posición cubana frente a EEUU, por ser este el motivo de esta nota. (Los subrayados son míos).
“El restablecimiento de las relaciones diplomáticas es el inicio de un proceso hacia la normalización de las relaciones bilaterales, pero esta no será posible mientras exista el bloqueo, no se devuelva el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo, no cesen las trasmisiones radiales y televisivas violatorias de las normas internacionales, no haya compensación justa a nuestro pueblo por los daños humanos y económicos que ha sufrido.
No sería ético, justo ni aceptable que se pidiera a Cuba nada a cambio. Si estos problemas no se resuelven, este acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos no tendría sentido.
No puede esperarse tampoco que Cuba acepte negociar los aspectos mencionados por nuestros asuntos internos, absolutamente soberanos.
Como he afirmado reiteradamente, Cuba y Estados Unidos debemos aprender el arte de la convivencia civilizada, basada en el respeto a las diferencias entre ambos gobiernos y en la cooperación en temas de interés común, que contribuya a la solución de los desafíos que enfrentan el hemisferio y el mundo.
Perono se debe pretender que, para ello, Cuba tenga que renunciar a sus ideales de independencia y justicia social, ni claudicar en uno solo de nuestros principios, ni ceder un milímetro en la defensa de la soberanía nacional.
No nos dejaremos provocar, pero tampoco aceptaremos ninguna pretensión de aconsejar ni presionar en materia de nuestros asuntos internos.
Nos hemos ganado este derecho soberano con grandes sacrificios y al precio de los mayores riesgos”.