Joe Emersberger

tercerainformacion.es

 

Naomi Klein, en su libro «Esto lo cambia todo», señala que 27 billones de dólares USD es el valor de los combustibles fósiles que están en terrenos reclamados por las corporaciones – lo suficiente como para emitir 2.795 giga-toneladas de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Al menos que la humanidad sea verdaderamente suicida, no podemos permitir que se emitan más de 565 giga-toneladas de carbono hasta el año 2049.

Teniendo en cuenta lo que fueron las emisiones globales en 2011 (32 giga-toneladas), el mundo está en camino de quemar más de dos veces esa cantidad (1.216 giga-toneladas) para el año 2049 ya que las emisiones desde el 2011 se mantuvieron constantes. Debemos reemplazar rápidamente los combustibles fósiles por fuentes de energía renovables. Una realidad aún más desalentadora, sostiene, es la necesidad de reducir el consumo. No podemos darnos el lujo de mirar sólo a la oferta energética del problema si vamos a hacer los recortes de emisiones masivas que se requieren. Ella señala que sólo 500 millones de personas en todo el mundo, el 7% de su población, son responsables de la mitad de las emisiones que están cocinando el planeta. Es un grupo muy privilegiado, basado en gran medida en los países ricos, pero también en algunos países pobres como China, cuyo dominio sobre las decisiones económicas deben terminar.

Klein, muy sabiamente, no pierde el tiempo con los argumentos presentados por la extrema derecha que niegan la realidad científica básica, pero correctamente les da crédito al identificar la grave amenaza ideológica planteada por esa realidad. Desafortunadamente, ella debilita su caso contra ellos acusándolos de «fundamentalismo de mercado» e «ideología de libre mercado». Dean Baker dedicó un libro entero a explicar por qué el derecho no es en lo más mínimo dedicado a los «mercados libres». Lo contrario es cierto y va mucho más allá del rescate de los bancos que todo el mundo conoce, o incluso los subsidios gubernamentales masivos de los combustibles fósiles que Klein menciona. Las patentes, por ejemplo, son monopolios forzados del Gobierno, con garantía del Estado. El uso de las patentes se ha disparado en la era del «libre mercado». Dean Baker cita un estudio de la OCDE que encuentra que «el número de patentes per cápita fue el factor más importante para determinar el grado en que la renta se redistribuye hacia arriba, desde los de la media e inferior a los de arriba en las últimas tres décadas».

Klein hace un trabajo magistral al ridiculizar esquemas de geoingeniería. A menudo incluyen planes para imitar lo que las erupciones volcánicas hacen para enfriar la atmósfera. Un pequeño problema entre muchos: hay que mantener las erupciones o la atmósfera se calienta de nuevo aún más rápido. Klein lo compara con un sistema de rociadores en un edificio que se debe dejar prendido por siempre para mantener el edificio sin humo. Su ataque contra el fracking, la búsqueda de los combustibles fósiles aún más destructivos y las formas de explotación de los mismos es también excelente.

Curiosamente, Klein llama a poner fin al crecimiento económico pero se aleja de pedir el fin del Capitalismo. Es sólo la versión neoliberal del capitalismo a la que se dirige claramente. Klein lo tiene al revés. Un caso mucho más convincente se puede hacer para acabar con el capitalismo, no sólo el neoliberalismo, en lugar de poner fin a lo que los economistas llaman «crecimiento». Esto se puede ver considerando a Cuba, un país que ignora por completo en su libro. Ella discute el pobre historial ambiental de la extinta Unión Soviética, la China de Mao, las deficiencias medioambientales de varios gobiernos de izquierda en América Latina, pero una mención de Cuba no está en ninguna parte de su libro.

Como se muestra en la siguiente tabla, las emisiones de CO2 de Cuba son aproximadamente la mitad del nivel mundial sobre una base per cápita. A pesar de ya estar en un nivel extremadamente bajo en 1995, las emisiones per cápita cayeron aún más en 2011 a pesar de que el PIB real per cápita se duplicó en ese período. El PIB mide el valor de la producción económica, determinado por los precios. Los precios son, en una medida significativa, las medidas subjetivas de valor. En una economía capitalista los precios son asimétricos para reflejar las prioridades, gustos y poder de negociación de los muy ricos, como suele ser la política del gobierno. Cambiando drásticamente las relaciones de poder en la economía, se puede cambiar profundamente la correlación entre el crecimiento del PIB y de las emisiones de CO2. Eso no quiere decir que el PIB es la última medida del progreso económico. Klein está en lo correcto al señalar que deja un montón de cosas muy importantes fuera, pero la tabla de abajo ilustra el por qué pidiendo «decrecimiento» como Klein y otros han hecho, es un error.

Hay muchos países pobres que, como Cuba, tienen muy bajas emisiones de CO2 per cápita, pero Cuba también ha logrado que la mortalidad infantil y la tasa de alfabetización se encuentren en los niveles de los países ricos. De acuerdo con UNICEF, a partir de 2012, la tasa de mortalidad infantil de Cuba fue menor que la de los EE.UU. Eso es un logro sorprendente para un país que ha sido sometido a un feroz e ilegal embargo impuesto por Estados Unidos, por más de 50 años. Cuba no utiliza la energía nuclear. Se ha visto obligada a resolver muchos problemas con un enfoque de baja tecnología a causa del embargo. Sus emisiones de CO2 y la mortalidad infantil podrían ser aún menor si tuviera acceso a la tecnología a la que ha sido negada.

Vandana Shiva, quien citó a Klein en su libro, señaló que Cuba «ha utilizado la crisis del embargo comercial de Estados Unidos para crear miles de huertos ecológicos urbanos para satisfacer las necesidades vegetales de cada ciudad desde dentro de sus límites municipales».

Es comprensible que los progresistas como Klein que llaman a la profunda democratización de países como Canadá y EE.UU., sean reacios a decir que un país tan ampliamente desestimado, incluso por los izquierdistas, como una dictadura, tiene muchas de las respuestas que necesitamos. Avi Chomsky, en su Historia de la Revolución Cubana escribió que «… leyendo los análisis de sus propios autores cubanos sobre el sistema político, alienta al público de Estados Unidos a reconocer que el sistema político de Cuba no se puede describir con sencillez y de forma estática, como generalmente lo menciona el discurso político de los Estados Unidos. Una dictadura. Los ciudadanos cubanos nominan candidatos y votan en elecciones de voto secreto; participan en organizaciones de masas; participan en el barrio, lugar de trabajo, y municipio donde los problemas se discuten y debaten, y toman decisiones».

La disidencia en Cuba es ciertamente restringida para evitar grandes desviaciones de la trayectoria ideológica establecida por los principales líderes. Sin embargo, exactamente lo mismo es cierto en los EE.UU. Usted simplemente no puede votar para que se vaya el dominio corporativo de la existencia en los EE.UU. o Canadá. Hay más tolerancia para el disenso (aunque es discutible cuánto más) que en Cuba, pero también hay una mucho mayor voluntad de ignorar las prioridades del pueblo. De hecho, gracias a las ilusiones fomentadas por la riqueza extrema y el poder, la élite gobernante en los EE.UU. y otros países ricos están ignorando el deseo de toda nuestra especie a tener un futuro.

Habría muchos problemas graves en que trabajar, mucho por que luchar, si el sistema cubano se difundiera al mundo entero, pero al menos los seres humanos podrían sobrevivir y trabajar en esos problemas. La capitalista “way of live” (forma de vida) de América del Norte, Europa y China, por el contrario, ofrece una muerte muy rápida si se extiende por todo el mundo. De hecho, se pone en peligro la supervivencia de todo el mundo existente en la actualidad. Estoy totalmente de acuerdo con Klein cuando dice que sería «irresponsable» decir que nada menos que una revolución total vale la pena hacerlo. Si no estás ganando importantes reformas, ¿cómo se puede nunca construir credibilidad para ganar la revolución? Sin embargo, creo que podría haber sido más agresiva en su enfoque al capitalismo – no simplemente la versión «neoliberal» o «no regulado\a» de la misma, que ha dominado rampante en las últimas tres décadas.