Miguel Jara,
El estado de la industria farmacéutica se mide por la cantidad de medicamentos nuevos que aprueban las agencias reguladoras. La aprobación de fármacos alcanzó en 2014 su nivel más alto en 18 años, con datos de la FDA, máxima autoridad sanitaria de Estados Unidos (EE.UU.). Pero a veces lo que es bueno para una industria no lo es para la población.
Harvoni, gilead, hepatitisLa Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) aprobó el año pasado 41 medicamentos que son los primeros de su tipo. El record está en los 53 de 1996. Esto es sin duda muy bueno para la industria farmacéutica pues durante los últimos lustros los directivos de la misma reconocían que había una crisis importante por su incapacidad de producir medicamentos verdaderamente nuevos.
Éstos conllevan una patente que protege su venta por lo general durante 20 años (en los que van incluidos los de Investigación + Desarrollo). Y eso supone que se venden en régimen de monopolio y a precios altos.
¿Qué está cambiando? Que la industria está apostando por hacer medicamentos especializados, para enfermedades llamadas “raras” o para formas raras de patologías conocidas, como el cáncer. Estos “a menudo permiten protecciones adicionales de patentes, aprobaciones más rápidas y precios más altos”, como se explica en la noticia enlazada.
Es aquí donde se produce el conflicto entre industrias, pacientes y sistemas sanitarios. Se aprueba Blincyto, una terapia para una forma rara de leucemia pero el precio sería de 178.000 dólares por año. Se aprueba Myalept para un trastorno metabólico extraño que afecta a una persona por cada millón en EE.UU. La medicina cuesta 325.000 dólares al año. El precio de Harvoni, una nueva píldora para la hepatitis C, prima hermana de Sovaldi y también de Gilead, es de 94.500 dólares las doce semanas de tratamiento.
Todo esto tiene que ver con lo que comentamos en posts como Hepatitis C, Sovaldi y porqué los fármacos son tan caros o La clave del negocio de los fármacos está en la fase de investigación. Sin lugar a dudas, la invención de un nuevo buen fármaco que necesitan aunque sean pocas personas es una noticia excelente para ellas. Pero creo que hay que se escépticos y dudar, tanto de las bondades de fármacos tan caros como de los propios precios y en base a qué se marcan.
Los altos precios se marcan porque el laboratorio de turno dice que le ha costado mucho dinero y tiempo desarrollar ese fármaco. Lo primero es comprobar que eso es así.
Habría que hacer auditorías independientes de lo que ha costado el medicamento a la empresa y el tiempo que ha consumido en ello (y eso cargarlo en la cuenta del precio del fármaco pues la población no ha de pagar lo que es producto de la falta de transparencia de una industria y la permisividad de sus gobernantes).
Ver si la molécula se creó en una institución pública, como suele ocurrir y que ello se contabilice también en el precio final. Comprobar la verdadera eficacia y seguridad del preparado farmacológico, para lo cual es fundamental que existan agencias reguladoras independientes (hoy no lo son) y que tengan TODOS los datos de los ensayos clínicos hechos por el laboratorio, cosa que no suele ocurrir.
También hay que ver si no hay alternativa terapéutica. Creo que con todos esos datos es más fácil valorar el coste eficacia de cada nuevo medicamento y que no se produzcan chantajes como el que está produciéndose en el asunto de la hepatitis C. Éste incluye la financiación de asociaciones de pacientes de a enfermedad a la que está dirigido el fármaco para aprovecharse del mercado cautivo del mismo.
La industria alegará que con esas condiciones prefiere no hacer I+D y para ofrecerle una buena contestación es necesario y urgente invertir en investigación pública basada en necesidades sociales.
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