Toby Valderrama y Antonio Aponte
Un extraño comportamiento se ha presentado en todas las Revoluciones triunfantes: al paso de algunos pocos años, saltan la talanquera y regresan al sistema que querían superar. Es importante estudiar este comportamiento, será muy útil para corregir los extravíos en nuestra Revolución.
El Che Guevara advirtió de este peligro y escribió:
«Se corre el peligro de que los árboles impidan ver el bosque. Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta».
Aquí está lo fundamental de la respuesta: las armas melladas conspiran contra la conciencia de sociedad, estimulan el egoísmo y éste, que es la base psíquica del capitalismo, hace su labor subterránea creando las condiciones para la restauración. El egoísmo dominante reclama la satisfacción material individual, justifica la guerra de todos contra todos, el aprovechamiento de las oportunidades individuales en detrimento del resto de la sociedad, impulsa la satisfacción de los intereses personales enfrentados a los intereses de la sociedad. La suma de estos egoísmos actúa como una fuerza invisible que crea las condiciones para su expresión, es decir, el capitalismo. Se produce así el fenómeno de la restauración en las Revoluciones.
El Che acertó en la explicación del extraño comportamiento de las Revoluciones. El vaticinio de la caída de la Unión Soviética cuando aún se veía imponente, invencible, es la mejor credencial a sus palabras, en su momento las arropó la incredulidad, pero luego Fidel reconoció su valor y lo calificó de adivino.
La Revolución Chavista, luego del asesinato del Comandante, se lanzó en brazos de las armas melladas para superar los obstáculos: la compensación material, los «dakazos» se convirtieron en doctrina, la fractura de la relación esfuerzo-logro se profundizó, el clientelismo se instauró como política, la lógica del capital rentista imperó en la masa. Es así, el camino equivocado nos conduce a la pérdida de la Revolución; paradójicamente, se convirtió a los humildes, a los que se pretendía redimir, en sepultureros de la Revolución. Las exigencias de la masa que debía defenderla la obligan a desfigurarse, a tomar el camino socialdemócrata de su destrucción.
Ahora se hace urgente enderezar los entuertos, tenemos la ventaja de saber dónde se perdió la ruta, y aún hay tiempo para rectificar. Hay que declarar, con valentía, la emergencia revolucionaria, entender que por nuestros errores entramos en terreno de la democracia burguesa, adoptamos su lógica, nos empapamos de capitalismo. Es necesario encarar los problemas, intentar solucionarlos con un audaz golpe de timón hacia el Socialismo, rescatar con un latigazo ético la conciencia de sociedad. La Revolución se pierde en el capitalismo, y éste sólo tiene un antídoto: el Socialismo. Revisar las alianzas con los antes socialistas, como los chinos, los rusos, que ahora son fuente de capitalismo. Se está produciendo un fenómeno: el capitalismo que florece en los países que antes fueron socialistas es más agresivo en su expansión que los capitalismos tradicionales; funcionan, por el recuerdo de su pasado, como extraordinario disuasivo, eficaz agente restaurador de las Revoluciones nacientes. Son, sin dudas, los mayores gendarmes del capitalismo en el mundo actual, no es inocente que China sea la mayor potencia ¡capitalista! del planeta.
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