Cuando se intenta explicar la actitud actual de los dirigentes alemanes frente a la crisis de la zona euro, se puede plantear la hipótesis de que una de las lecciones que sacaron de la absorción de Alemania del Este a comienzos de los años 1990, fué que las disparidades muy fuertes entre trabajadores pueden ser explotadas para imponer una política muy dura a favor de la patronal. En 2003-2005, la patronal alemana, ayudada por el gobierno socialista de Gerhard Schröder, consiguió imponer importantes sacrificios a los trabajadores. El coste salarial unitario real bajó cerca de un 10 % entre 2004 y 2008.

Las empresas alemanas han optado por aumentar fuertemente su producción en los países de la UE donde los salarios son más bajos. El salario mensual mínimo legal bruto era, en 2014, de 174 € en Bulgaria, de 190€ en Rumania, de 289 en Lituania, de 344€ en Hungria, de 352€ en Eslovaquia, de 387€ en Polonia,… Los bienes intermedios son luego repatriados a Alemania sin pagar impuestos de importación/exportación, para ser allí ensamblados y luego reexportados principalmente hacia los demás países de Europa. Esto permite disminuir los costes de producción, poner en competencia a los trabajadores alemanes con los de otros países y aumentar la rentabilidad de esas empresas. Además, esos bienes manufacturados en Alemania y vendidos en los mercados externos aparecen por supuesto en las exportaciones alemanas, una parte importante de las cuales son, en realidad,el resultado del ensamblaje de productos importados. Ciertamente, las empresas de los demás países fuertes de la UE hacen lo mismo, pero la economía alemana es la que, proporcionalmente, más se beneficia de los bajos salarios y de la precarización del trabajo en el seno de la zona euro (incluso en el interior de las fronteras de Alemania) y de la UE.

Para los dirigentes alemanes actuales y para la patronal, la crisis de la zona euro y los brutales ataques impuestos al pueblo griego y a otros pueblos de la periferia,son la ocasión de ir aún más lejos y de reproducir en cierta forma a escala europea, lo que ya habían hecho en Alemania.

Por su parte, los dirigentes europeos de los países más fuertes y los dirigentes de las grandes empresas, no se quedan atrás, y se felicitan de la existencia de una zona económica, comercial y política común, en la que las transnacionales europeas y las economías del Norte de la zona euro sacan provecho de la debacle del sur para reforzar la rentabilidad de sus empresas y ganar puntos, en términos de competitividad, en relación a sus competidores norteamericanos y chinos. La intervención de la Troika y la complicidad activa de los gobiernos de la periferia les ayudan en ello. El gran capital de los países de la periferia es favorable a esas políticas ya que cuenta con obtener una parte del pastel de las privatizaciones de empresas, que codiciaba desde hacía años.

Otros dirigentes socialistas, cuando llegaron al gobierno- como Zapatero en España, Socrates en Portugal, Elio di Rupo en Bélgica, Papandreu en Grecia o Brown en el Reino Unido – aplicaron medidas económicas de tipo neoliberal.

Fue a partir de la crisis de 2008-2009, que afectó duramente a la Eurozona, cuando se verificó una caída muy clara de los salarios reales de los países más afectados. Es lo que subraya Patrick Artus, analista del banco francés Natixis: «Se constata en los países en dificultades de la zona euro (España, Italia, Grecia, Portugal) un fuerte descenso de los salarios reales». Patrick Artus declara que la reducción de los salarios corresponde a una política deliberada de los dirigentes europeos y añade que, con toda evidencia, esta política no ha permitido relanzar la inversión en los países mencionados, ni hacer más competitivas las exportaciones de esos mismos países. Patrick Artus escribe que los efectos favorables: «de la reducción de salarios sobre la competitividad y por tanto sobre el comercio exterior o sobre la inversión de las empresas no han aparecido». Añade que esta disminución de los salarios tiene dos efectos claros: por una parte, aumenta la rentabilidad de las empresas, y por la otra, disminuye la demanda de las familias lo que refuerza la contracción de la economía.

Como señala la Organización Mundial del Trabajo (OIT) en su Informe mundial sobre los salarios 2014/1015, entre 1999 y 2013, el crecimiento de la productividad del trabajo superó a la de los salarios reales en Alemania. Sin ninguna duda, el capital ha ganado puntos y la patronal alemana ha conseguido sus beneficios. El mismo informe confirma los efectos negativos de la crisis abierta en 2007-2008 en una serie de países de la UE: los salarios medios reales en 2013 son inferiores a los de 2007 (¡!) en España, Grecia, Irlanda y Reino Unido.

François Hollande y Matteo Renzi, adeptos vergonzantes al modelo alemán

Los grandes medios de comunicación afirman regularmente que los «socialistas» François Hollande y Matteo Renzi desean un cambio de rumbo de la Comisión y de la Unión Europea, pero que están bloqueados por los dirigentes alemanes que campan a sus anchas en sus posiciones ultraliberales. En realidad, François Hollande y Matteo Renzi tratan de aplicar en sus respectivos países el modelo alemán. Desde el otoño de 2014, Matteo Renzi se enfrenta a los asalariados italianos para imponer más facilidades para los despidos y para reforzar la precarización de los contratos de trabajo. François Hollande multiplicó las prebendas a la patronal y puso a la cabeza del ministerio de Economía al banquero Emmanuel Macron y entre bastidores busca el consejo de Peter Hartz., el ex director de recursos humanos en Volkswagen, que condujo junto al canciller socialista Gerhard Schröder, los grandes ataques de 2003-2005 a los derechos sociales en Alemania. François Hollande habría podido bloquear perfectamente el TSCG en 2012 como lo había prometido durante su campaña electoral. Recién elegido, traicionó su compromiso y apoyó la orientación de Angela Merkel y de la Comisión Europea. El Comisario europeo Pierre Moscovici, ex ministro de Economía y Finanzas del presidente François Hollande, aportó con los dirigentes alemanes, en diciembre de 2014, su respaldo al candidato de la derecha a la presidencia de Grecia. Otros dirigentes socialistas, cuando se encontraron en la jefatura de gobierno (como José Luis Rodríguez Zapatero en España, José Socrates en Portugal, Elio di Rupo en Bélgica, Giorgos Papandreu en Grecia o Gordon Brown en el Reino Unido) aplicaron medidas económicas de tipo neoliberal. Ninguno se opuso a la orientación de la Comisión Europea para poner un grano de arena en el engranaje «austeritario» y antisocial, mientras que las normas en vigencia dentro de la UE les permitían, como gobiernos, oponer un veto a las medidas que criticaban o condenaban ante sus electores. Existe ciertamente una solidaridad fundamental que une los gobiernos llamados socialistas o de derecha en la profundización de la ofensiva contra las importantes conquistas sociales de la segunda posguerra. Lo que hicieron los dirigentes alemanes en los años 1990 y 2000 constituye para los otros gobiernos europeos el modelo a seguir y a reproducir en la medida de los posible en sus países.

Con movilizaciones y también mediante las urnas, es urgente lograr un cambio en el rumbo. Eso implica desobedecer los mandatos de la Comisión Europea y poner en práctica medidas radicales para restaurar las conquistas sociales que han sido disminuidas o anuladas, para socializar el sector bancario, para terminar con el pago de las deudas ilegítimas o ilegales, para crear empleos útiles a la sociedad en el marco de la transición ecológica.