*Esta es la primera parte de una entrevista que se irá publicando en sucesivos días
Público.es
01-12-14.-La chacra en la que vive el presidente uruguayo José ‘Pepe’ Mujica está a unos 20 minutos en coche desde el centro de Montevideo. Hay que avanzar varios kilómetros por una carretera principal para adentrarse más adelante en un camino rural. Después de girar en un par de ocasiones por esta ruta sin asfaltar, aparecen primero dos pivotes solitarios flanqueando el camino, y casi a continuación se descubre una tranquera abierta frente a la que hay apostado, a una distancia prudencial, un policía con su automóvil como única consigna de seguridad.
Tras cruzar la tranquera y continuar a pie por el sendero, el visitante bien podría distraerse con la ropa tendida que cuelga a un costado, cuando de repente aparece del otro lado el presidente sentado en medio del jardín agreste que hay delante de su vivienda, una casita humilde de un solo piso con techo de chapa .
Mujica será dirigente de Uruguay hasta marzo de 2015, cuando lo relevará en el Gobierno el oncólogo Tabaré Vázquez, antecesor del ‘Pepe’ de 2005 a 2010 y primer gobernante en llegar al poder con el Frente Amplio. Tras haber ganado la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del domingo contra el candidato del Partido Nacional Luis Lacalle Pou, Vázquez regresará al Ejecutivo en lo que será el tercer mandato consecutivo de la coalición de izquierdas.
El actual presidente deja a su sucesor un país que tiene la mejor distribución de ingresos de toda América Latina. Uruguay es, junto con Venezuela, el país menos desigual de la región. Con una de las tasas de empleo más altas de su historia, el denominado «paisito» se despedirá en breve de un mandatario que abandona su cargo con el 65% de aprobación popular.
Hace cinco años que fue elegido presidente de Uruguay. ¿Cómo se imaginó que sería el ejercicio del poder, y qué es lo que le ha deparado la realidad?
Nosotros llegamos al Gobierno en el marco de un larguísimo proceso que llevó mucho tiempo y en donde llegar al Ejecutivo era parte de una opción. La gran preocupación central desde el punto de vista inmediato, no la única, era contribuir a crear una sociedad un poco más justa de lo que teníamos. Es decir, con mejor redistribución del ingreso y con mejor reparto social, y no porque eso fuese una concesión final. Era una herramienta imprescindible para otros cambios que el porvenir irá definiendo.
¿Usted es socialista?
Nosotros tenemos una visión de la historia de carácter socializante, pero no creemos que el socialismo esté a la vuelta de la esquina, ni que sea posible de crear en sociedades pobres. Nosotros tenemos que salir del subdesarrollo, lograr una sociedad más rica desde el punto de vista material y con una masificación mayor de conocimiento y cultura como condición para plantearnos un verdadero socialismo.
¿Qué impedimentos se ha encontrado en esa búsqueda?
Los impedimentos que hay son los intereses de clases, que son distintas. Nosotros aplicamos una política fiscal que se basa en este principio: que pague más el que tiene más. Naturalmente, al que le estás cobrando más, que tiene más plata, se va a sentir afectado, y te lo ganaste como enemigo político. Y el que recibe los beneficios de esa política tiende a ser un aliado. Es lo que pasó en las elecciones que acaban de transcurrir. Hacer política, en el fondo, es favorecer a uno o perjudicar a otro. No puedes estar bien con todos, porque en la sociedad existen clases que tienen intereses distintos.
Y en Uruguay, ¿cuál es el poder más desafiante que ha tenido que combatir?
«Hemos conseguido mitigar la concentración de la riqueza, no resolverla»
Uno de los poderes más fuertes es la concentración de riqueza que tendía a existir, y nosotros hemos logrado mitigarla, no resolverla. Éste es el país más equitativo de América Latina, con el mejor índice de Gini, porque nos preocupamos, por ejemplo, por el salario. Éste es el primer elemento de distribución, aunque no él único, pero sí el más importante. Entonces ha habido una política que obliga a una discusión salarial del mundo patronal con sus trabajadores organizados. A eso se le llaman los Consejos de Salarios. Si las partes no se ponen de acuerdo, el Gobierno lauda. Pero no lo dejamos librado al mercado en términos ampulosos.
Este país consiguió en 2013 más de 3.000 millones de dólares en inversión. ¿Es cierto que, para conseguir eso, Uruguay ha ablandado al mismo tiempo su capacidad impositiva sobre esas empresas que llegan?
Sí, el Gobierno les da ventajas. No quiere caer Uruguay en el síndrome de perro del hortelano. Si yo no hago, para que el otro no coma, yo tampoco hago. Cuando nosotros llegamos al Gobierno, teníamos más del 20% de gente desocupada, y lo que nos pedían era trabajo, ni siquiera salario. Entonces peleamos por una política de favorecer toda la inversión, porque los inversores no son el señor de la paciencia ni la virgen María. Vienen a invertir si sacan los números y les convienen, y si no, no vienen, y se van para otro lado. Ésa es la contradicción que se nos crea. Ayer estábamos en esa situación.
«Éste es el país más equitativo de América Latina» ¿Y ahora?
Ahora somos más selectivos. Le damos ventaja a quienes medimos que nos conviene más. Y al que no nos conviene, no le damos ventaja ninguna. Elegimos según las repercusiones sociales que pueda tener. Por ejemplo, si nos aporta una tecnología que no conocemos o si nos ayuda a solucionar un problema que nosotros no podemos resolver. Entonces lo tratamos de una manera. Si nos vienen a comprar algo que está hecho y nos sacan lo bueno, no le damos facilidad ninguna. Que paguen lo que tiene que pagar, ¿entiendes? Es diferente.
América Latina conoce muy bien que la inversión no siempre significa un bienestar que realmente sientan las poblaciones más vulnerables. En el caso de la minería, la empresa Zamin Ferrous promete crear 1.500 puestos de trabajo pero a base de introducir la megaminería a cielo abierto. ¿Vale la pena ese costo medioambiental cuando luego es una empresa que va a pagar pocos impuestos y todo lo que exporte lo va a mandar afuera?
Eso te lo dijeron. Vos venís con las pilas calientes por ahí. No hemos firmado ningún papel por lo que le estamos exigiendo y todavía no sabemos si estamos de acuerdo. Justamente, ¿por qué no hemos firmado si llevamos cuatro años? Porque las condiciones no nos convencen. Y si no se avienen a lo que nosotros planteamos, no vamos a ser tan giles.
«Si yo no hago, para que el otro no coma, yo tampoco hago»
No es, entiendo, un asunto cerrado.
Éste sería el mismo dilema que tuvo Stalin cuando hizo el acuerdo con la General Motors y con la Ford en 1931. Si no hubiera hecho esos acuerdos, en 1942 no habría hecho 1000 tanques por día, que fue lo que le permitió derrotar a Alemania. Tú tenés que sacar en cuenta lo que te ponen y lo que sacás. Yo no estoy dispuesto a que el hierro duerma en las profundidades teniendo una riqueza para repartir a los uruguayos, porque eso sería una tontería. Ahora: si se lo voy a regalar a unos gringos para que se lo lleven y