No sorprende que los delitos contra la humanidad que invocó la OTAN
ante organizaciones internacionales como Human Rights Watch (HRW),
como fundamento para intervenir en Libia, sean los mismos que ahora
está perpetrando en Ucrania el régimen de Kiev sin que la organización
atlántica manifieste, no ya interés por intervenir para detenerlos,
sino que ella misma sea el patrocinador principal y facilitador de la
guerra contra el pueblo ucraniano que libra Kiev”.

En artículo aparecido en la revista digital «Nueva Perspectiva
Oriental», el investigador y escritor radicado en Bangkok, Tony
Cartalucci, hace notar que los POR CUANTOS de las Resoluciones 1970 y
1973 de 2011 del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la situación en
Libia describían un situación casi idéntica a la que hoy se presenta
ante los ojos del mundo en Ucrania:

“Deplorando la grave y sistemática violación de los derechos humanos,
incluyendo la represión de manifestantes pacíficos;… expresando su
profunda preocupación por la muerte de civiles;…rechazando
inequívocamente la incitación a la hostilidad y la violencia contra la
población civil hecha por el más alto nivel del gobierno libio”.

Cartalucci recuerda que múltiples documentos de la HRW en 2011 se
hacían eco de acusaciones de la OTAN contra el gobierno de Libia, como
parte de su campaña para justificar una intervención militar en la
nación del norte de África, por usar en zonas civiles sistemas de
cohetes de campo transportados por vehículos de lanzamiento múltiple
tipo BM-21. “El uso del cohete múltiple no puede ser permitido en una
ciudad llena de civiles… viola las leyes de la guerra”, dicen muchos
informes que la OTAN hacía circular en Naciones Unidas atribuyéndole
la cita a HRW.

En aquellos días la OTAN acusaba al gobierno legítimo de Siria de
“bombardear indiscriminadamente, por aire y artillería, áreas pobladas
y utilizar escuadrones punitivos para detener, golpear y torturar, así
como por el arresto arbitrario de ciudadanos”, todo lo cual conformaba
la base legal y retórica de su «guerra humanitaria».

“El uso indiscriminado de cohetes en zonas pobladas viola el derecho
internacional humanitario y las leyes de la guerra, y puede constituir
crimen de guerra,” se argumentaba contra el gobierno libio.

Apenas tres años más tarde, HRW se ha visto obligada a instar a todas
las partes en conflicto en el este de Ucrania, en particular a las
fuerzas del gobierno ucraniano, a dejar de usar los sistemas de
cohetes múltiples en o cerca de áreas pobladas debido a la
probabilidad de matar y herir civiles, porque éstos no pueden ser
dirigidos con precisión y a menudo son usados en salvas desde
camiones militares para saturar un área amplia.

Llamó también a las fuerzas insurgentes a minimizar el riesgo a los
civiles bajo su control evitando el despliegue de fuerzas y armas en
zonas densamente pobladas.

HRW ha documentado sus investigaciones acerca de varios incidentes en
los que Kiev, con su indiscriminado uso de cohetes múltiples en aéreas
pobladas, ha provocado numerosos muertos. El HRW ha hecho notar que el
régimen de Kiev ha negado tanto los ataques específicos como que
practique el uso de lanza-cohetes múltiples como táctica general, no
obstante lo que ha mostrado el monitoreo practicado por la HRW.

Según ha informado CNN, además de los cohetes múltiples, el régimen de
Kiev también ha desplegado enormes misiles balísticos con ojivas de
1.000 libras (450 kilos) contra su propia población. Varios analistas
entrevistados por CNN– vocero de la política exterior de Washington en
los medios corporativos occidentales – señalaron la indolencia con que
occidente tapa las atrocidades de Kiev sin condenarlas, lo que
contrasta con la fingida indignación de los países de la OTAN cuando
Gadafi, supuestamente, lanzó misiles Scud contra manifestantes en los
últimos días del conflicto libio.

Para la OTAN y los medios de comunicación y políticos bajo su férula,
el uso por Libia de misiles balísticos se considera utilización de
«armas de destrucción masiva», mientras que el uso por Ucrania de
misiles balísticos es una cuestión que habrá que encubrir, opina
Cartalucci.

La interpretación de las «normas internacionales» por Occidente y su
sistemática manipulación cuando sirve para presionar a otras naciones,
revela las profundidades de la hipocresía y la depravación en la que
habita la política exterior occidental. “Si lo que practica el
Occidente, incluyendo la aplicación selectiva de las reglas contra la
violación de los derechos humanos deben adaptarse a su agenda política
para constituir «normas internacionales», entonces es hora de
formular nuevas «normas», concluye el investigador.