Introducción
Un beneficiario clave es EEUU. En efecto, luego de diez años de centralidad del Medio Oriente en su política exterior, las nuevas condiciones parecen anunciar la continuidad del repliegue estratégico norteamericano hacia el Pacífico. Sin duda, existen complicaciones en este aspecto. El Estado Islámico sigue siendo una fuerza militar operativa que no deja de provocar a Occidente. China ha demostrado su voluntad de ejercer mayor influencia en su espacio marítimo circundante, lo cual crea rispideces con sus vecinos. Arabia Saudita posee la capacidad para aumentar su producción, deprimiendo aún más los precios y generando así fuertes presiones sobre los actuales proyectos de fracking. De todas formas, el autoabastecimiento energético y la recuperación económica norteamericana abren la posibilidad de una política exterior más dinámica que en los últimos años.
Para la mayoría de los países en desarrollo, el fin de los programas de estímulo de los Estados Unidos y la caída de los precios de los commodities suponen grandes desafíos. En particular, las perspectivas de bajo crecimiento económico global, parecen poner a América Latina en una situación en la cual el pujante desempeño del período 2002-2008 y 2010-11 parecen un lejano recuerdo. Este nuevo panorama acentúa la necesidad de aplicar políticas conducentes en pos del desarrollo: ante un escenario externo más sombrío, la atención recae sobre los esfuerzos que puedan hacerse en el plano interno.
Existe actualmente un consenso optimista respecto de las posibilidades argentinas en el mediano plazo. A pesar de que tal vez estemos sobre el final del período de excesiva liquidez internacional y crédito barato iniciado en 2009-10, la vuelta a los mercados financieros internacionales es una buena noticia luego de años de crecimiento sostenido por recursos propios. Si la misma se concreta en enero de 2015, o a partir de 2016, resulta anecdótico en una mirada de largo plazo. La cuestión clave es cómo redefinir nuestro lugar en el mundo a partir de la solución de los conflictos externos pendientes (“fondos buitres”, Club de París, demandas en la OMC, etc.) y contando con ese enorme activo que representa Vaca Muerta.
Lamentablemente, ante estos dilemas solemos confundir las herramientas con los fines, y pensar que un panorama externo más despejado y los nuevos recursos harán el trabajo por nosotros. Desde ya que no. Es absolutamente necesario tener una visión realista de las principales tendencias globales y los propios recursos, para plantear y sostener en el tiempo una inserción internacional acorde a un proyecto de desarrollo económico concebido democráticamente.
Proclives al cortoplacismo (¿Cuánto va a valer el dólar mañana?, ¿Quién tiene más chances para 2015?, etc.) omitimos las preguntas cruciales, aquellas de las que nadie tiene la verdad última pero que resulta imprescindible plantear, y entre las cuales las cuestiones internacionales parecen siempre ocupar un lugar marginal. Sin ánimo de ser exhaustivos podríamos recordar algunas: ¿Cómo reformar o profundizar el Mercosur? ¿Qué papel le cabe al Estado en los procesos de desarrollo? ¿Cómo generar un proceso de industrialización acorde a nuestras condiciones que agregue valor genuinamente? ¿Cómo superar en el largo plazo la restricción externa de divisas? ¿Cómo hacer que la estructura económica saque el mejor provecho de la inversión en ciencia y tecnología?, entre otras. Son cuestiones cruciales que exigen un debate democrático acerca del tipo del mundo y de país en el que queremos vivir en 5, 10 ó 15 años. Aunque bueno, para no parecer demasiado severos: reconozcamos también que son cuestiones más fáciles de resolver cuando se cuenta con acceso a los mercados y autoabastecimiento energético.
La búsqueda del autoabastecimiento energético…
El autoabastecimiento es una meta que obligadamente debemos perseguir para dar solución al costoso problema del déficit energético. Argentina gastó alrededor de 14.000 millones de dólares en compras de distintos tipos de combustibles líquidos en el 2013, siguiendo una tendencia difícil de revertir.
Es entendible entonces que el Gobierno haya decidido en algún momento hacer algo, ya que la actual situación resulta muy costosa y perjudica nuestra soberanía energética. Argentina ocupa el segundo lugar en la cantidad de recursos técnicamente recuperables de Shale Gas (luego de China) y el cuarto lugar en la cantidad de recursos técnicamente recuperables de Shale Oil (luego de Rusia, EEUU y China). Estos números equivalen a multiplicar por 30 las reservas actuales de gas del país y por 9 las de petróleo. Toda esta cantidad de combustibles podría abastecer al país por 400 años aproximadamente. Es por esto que las formaciones Vaca Muerta y Los Molles son consideradas el «santo grial» para lograr el autoabastecimiento, exportar excedentes y conseguir acceso a los mercados internacionales. Actualmente, ambas formaciones se encuentran en etapa piloto.
…y sus desafíos
Sin embargo, para que el recurso se pueda recuperar de manera económica , se debe tener en cuenta:
1. el costo de perforación y terminación
2. la productividad de los pozos
3. precio de mercado de los Hidrocarburos
El costo de perforación y terminación de pozos para reservorios no convencionales es muy superior respecto al de los pozos convencionales. La productividad de cada pozo de shale a lo largo del tiempo decrece sensiblemente respecto del convencional, lo que requiere realizar más pozos para extraer la misma cantidad de recurso. El precio de mercado internacional de crudo posee actualmente una tendencia bajista, dando lugar a que se plantee el interrogante: ¿cuál es precio mínimo que hace viable la explotación del shale? Y ésta última variable otorga gran incertidumbre para un proyecto de largo plazo como lo es éste.
Entonces, suponiendo que éstas tres variables jueguen a nuestro favor, vale hacerse la pregunta: ¿cuándo alcanzará Argentina el autoabastecimiento energético? El Comité Argentino del Consejo Mundial de la Energía (CACME) estima razonablemente que el desarrollo completo del Shale Oil y el Shale Gas permitirían reemplazar completamente las importaciones de GNL (Gas Natural Licuado) en el 2030, si la demanda sigue creciendo al paso actual. Por otro lado, y esto es muy interesante, si se aplicaran políticas de eficiencia energética que permitieran reducir la demanda de energía en un 15%, el tan deseado autoabastecimiento energético podría alcanzarse en el 2021 a un costo mucho menor que en el otro caso. Pero para lograr esto hace falta coordinación, instrumentación y continuación de políticas de distintos sectores de gobierno, y ese es el mayor desafío.
Estos aspectos mencionados acerca de la «revolución del shale» son tan sólo la punta del iceberg de la cuestión política y económica. ¿qué hay para decir acerca de la cuestión estratégica de largo plazo de desarrollar un recurso que es ambientalmente insostenible? ¿el desarrollo de la actividad sobre tierras de Pueblos Originarios? ¿la ampliamente expuesta cuestión ambiental? ¿existen otras opciones para alcanzar el autoabastecimiento energético? ¿dónde va a estar el mundo en 10 años? La única constante es el cambio, y hoy día los cambios se aceleran. La tecnología se desarrolla exponencialmente e impacta en todos los órdenes de la vida, no es desacabellado pensar en que pueda haber un gamechanger que cambie el juego de la energía rotundamente. Como alguna vez dijo el jeque saudí Ahmed Yamaní: «La Edad de Piedra se acabó y no por falta de piedras, y pronto también se acabará la Edad del Petróleo, y no por falta de petróleo». Desde dunitar.com vamos a abordar estos temas en otros artículos, pero dejamos aquí introducida esta problemática tan resonante para nuestro país y para el mundo.