Fernando Buen Abad Domínguez
“No hay ningún poder en el mundo capaz de resistir a la clase obrera, una vez que ésta se movilice para transformar la sociedad”. Ted Grant
Aunque suena a eufemismo, el sello de “Estado Fallido”, que califica el desempeño del Estado burgués y sus Gobiernos en México, tiene el valor provisional de servirnos para hacer un recuento de fracasos y traiciones propias de un Estado que, por definición, sucumbió a los embates coloniales del imperio yanqui. Ha sido incapaz de cumplir con sus propias mentiras. La soberanía ha sido asesinada. Hay que recordar: no merece esperanza alguna el Estado burgués que sólo tiene el destino que Marx ya definió hace tiempo. Tampoco abriguemos confianza en un Estado de gerentes, impuesto por la vía del fraude, para entregar recursos naturales, para regalar la mano de obra, para reprimir a la clase trabajadora y para hundir al país en un modelo de alienación y humillaciones ya inmarcesibles.
Era de esperarse desde su origen. Es “Fallido” el Estado burgués en México porque es incapaz de garantizar la defensa del territorio y la defensa de los recursos naturales. Es “Fallido” porque es incapaz de garantizar la democracia. Es “Fallido” porque es incapaz de garantizar el ejercicio independiente de la Justicia. Es “Fallido” porque es incapaz de frenar al “Crimen Organizado” y su metástasis en todas las estructuras sociales y culturales del país. Es “Fallido” porque es incapaz de ejercer rectoría alguna en materia de democracia comunicacional. Es “Fallido” porque es incapaz de garantizar el derecho a la educación, el derecho al trabajo, el derecho a la salud, el derecho a la alimentación… Es “Fallido” por todo eso junto y porque además profesa, desde su cuna, una moral entreguista y rastrera, adoradora del imperio yanqui al que sirve de las maneras más ignominiosas que uno pudiera haber imaginado.
Ese carácter “Fallido” no proviene de una calamidad del destino ni de una mala pasada de la suerte. Ese “Fallido” es un plan concreto diseñado para atacar a la clase trabajadora y para secuestrar la economía mexicana con todas sus riquezas, que son enormes y son más que suficientes para asegurar a los mexicanos una buen vivir duradero. Ese carácter de “Fallido” es una decisión, es un plan, que no surge por culpa de funcionarios ignorantes o ineficientes, todo lo contrario, son gerentes entrenados y con buenas calificaciones para la traición, para la explotación laboral y para el saqueo del país. Y son sirvientes eficaces a la hora en que hay que dar la orden (las muchas formas de las órdenes autoritarias) para reprimir, matar o desaparecer a todos aquellos que resulten incómodos a su plan neoliberal. Por eso asesinaron y desparecieron a los estudiantes de Ayotzinapa.
Es un “Estado Fallido” que no es víctima de la corrupción sino su artífice principal, porque extiende la corrupción empresarial al conjunto del país y la hace invisible disfrazándola como “problema estructural”, como “problema cultural de todos los mexicanos” o como folklore del cinismo que convierte en parte del paisaje el poder del dinero por encima de toda ley. Es esa la regla de oro tatuada silenciosamente en el alma de los gerentes burocráticos que se hacen pasar por “políticos” ungidos por alguna suerte de fraude propio o de sus jefes.
La expresión “Estado Fallido” no nos distrae del significado más profundo que la burguesía le asigna a sus siervos “gobernantes” encargados de proteger la “propiedad privada”, saqueada a los pueblos por la clase dominante. Son ellos, con todo su aparato, recaudador de impuestos, asignador de infracciones, monopolizador de las herramientas represivas policíacas y militares… ellos inventaron el concepto moderno del Estado y sus funciones “supremas” que nos son otras que darle mantenimiento privilegiado a la vida ostentosa de la burguesía y evitar (vigilar y castigar) que el proletariado no interrumpa la pachanga.
Así que el “Estado Fallido” burgués en México hoy es “Fallido” en doble sentido. Al menos. Por una parte ha fallado a sus jefes y ya es incapaz de mantener a raya al proletariado insurrecto que eleva su conciencia y piensa en transformar al mundo y, por otra parte, a fallado a sus propias argucias ideológicas que le dan “razón (burguesa) de existir” para sí y para sus planes de burocracias reformistas sectarias. No es “Fallido” para el pueblo simplemente porque no lo representa, porque es su enemigo también, aunque fabriquen todo tipo de engaños para vivir en esa “delgada línea”, transformista y ambigua, de la demagogia del verdugo.
El Estado burgués debe ser tomado por los trabajadores para ser transformado íntegramente y sin demoras. Con su fuerza y su ingenio la clase trabajadora hará del Estado una herramienta simplificada que se transformará sistemáticamente en herramienta aceleradora de su propia disolución. Más temprano que tarde. Lenin lo explicó con precisión extraordinaria. Marx y Engels lo vieron claro y es llamativo el poco trabajo crítico que se dedica a la comprensión del papel del Estado burgués, y las tareas de los trabajadores, para diluir toda confianza, toda demagogia y toda ilusión por más creativas que sean las campañas de propaganda y la parafernalia electoral burguesa siempre traidora de los pueblos.
México tiene una oportunidad extraordinaria para mirar el rostro desnudo de un “Estado Fallido” que hoy, para colmo de males, asesina estudiantes, que los desaparece y que sólo atina a inventar “pactos” de cúpulas para asegurarse perdurabilidad con acuerdos mafiosos y con más militarización, espionaje y acoso contra el pueblo trabajador. México tiene una oportunidad magnífica para movilizarse organizado, para sumar fuerzas en la única fuerza que puede salvarnos que es su clase trabajadora, cada día más conciente de su independencia política y de sus tareas transformadoras, de cabo a rabo, en un país que no soporta más a las mafias PRIANRD-TELEVISA que se adueñaron del poder y que hoy son protagonistas de ese “Estado Fallido” al que, si queremos sobrevivir, debemos extinguir y pronto.