Según algunas referencias, el asunto este del Poder detrás del Trono, es una frase con la cual se pretende identificar a la individualidad o pequeño grupo que ejecutan informal y efectivamente las tomas de decisiones por encima de la o las personas a quien o quienes les compete disponer del ejercicio del poder, bien sea por sufragio popular o bien por designación de un gobernante electo. En estos casos es mayormente común que el poder detrás del trono lo practique un conyugue del dirigente político (en ambos sexos), un asesor muy influyente o un asistente vinculado íntimamente al mismo; quien -por la relación entre ambos- asume la posición de liderar y establecer (de facto) las políticas como consecuencia de su ascendiente dominio sobre el decisor a quien generalmente manipula a su antojo y libre albedrio.
La concepción del poder detrás del trono se deriva de tiempos medievales, cuando existían aquellos señorones reyes, apoltronados en sus sitiales denominados Tronos, teniendo de pie y colocado detrás o a los lados algún o algunos consejeros, quienes les susurraban a “pata de oreja” la “mejor” opción para decidir ante alguna disyuntiva, o asunto controvertido sobre el cual se ameritaba disponer, resolver, decretar o concluir rápidamente, pues ellos –los reyes- tenían el poder absoluto.Ejemplos ha recogido la historia a lo largo de su evolución social, desde el cardenal de Richelieu y su grise minence o Eminencia Gris, pasando por Grígori Yefímovich Rasputín, aquel monje siberiano de carácter extático y místico, cuya profunda influencia sobre la familia imperial constituyó un escándalo en la Rusia prerrevolucionaria; así como también sucedió con Edith Wilson, la segunda esposa del presidente estadounidense Woodrow Wilson, quien asumió el ejercicio efectivo de los asuntos rutinarios del gobierno porque su marido había sido incapacitado por una apoplejía. Medianamente reciente existieron bastantes casos, pero quizá el de mayor impacto público fue el de Vladimiro Montesinos cuyas acciones fueron de tal dimensión, que el Presidente Alberto Fujimorí (Perú) terminó tras las rejas de la cárcel.
Pues bien, el poder detrás del trono parece ser un fenómeno de adaptación geográfica y evolutiva, pues a cada caso un nuevo elemento peculiar se le incorpora, allí está en caliente todavía y quizá más bien encendido a llamas voraces, el poder ejercido por María de los Ángeles Pineda Villa (La esposa del ex alcalde de Iguala – México, José Luis Abarca Velázquez), quien creyendo que un grupo de estudiantes normalistas le sabotearían un homenaje preparado a ella, habría ordenado a policías y narcotraficantes arremeter contra los jóvenes la noche del viernes 26 de septiembre 2014, con la consecuencia de Tres estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, Dos miembros del equipo de futbol de tercera división y una mujer, quienes viajaba en un taxi, fueron asesinados a tiros por manos de policías municipales de Iguala, y otras 25 personas resultaron heridas, mientras que 43 normalistas más quedaban como desaparecidos… Mientras esto sucedía, el alcalde de este Municipio y su esposa se encontraban en una fiesta, sin darse por enterados de tan sanguinario suceso.
El caso es que todo este hecho que conmueve a México y enardece al mundo sensato, es producto del poder ejercido por una mujer, que además aspiraba sustituir a su marido en un cargo de Alcalde, es decir, el poder detrás del trono elevado exponencialmente a límites de la crueldad y la barbarie. Ese es un ejemplo donde deben mirarse muchísimos otros dirigentes y gobernantes (de ambos sexos) en el mundo entero, quienes por pusilánimes, incapaces y sometidos, permiten con alcahuetería, que sus conyugues decidan por ellos las responsabilidades propias que les han sido otorgadas por elección popular o asignadas por delegación funcionarial.
En todos estos casos donde hay múltiples aristas del problema, existen Dos elementos que prevalecen y son altamente nocivos para la administración pública; el Primero: la Ambición, es decir, el deseo ardiente de conseguir fácilmente poder, riquezas, dignidades o fama… alimentos para la vanidad. Y, el Segundo: el Nepotismo, es decir, la desmedida preferencia que algunos facilitan a sus parientes para otorgarles empleos, concesiones y beneficios derivados del gobierno. Los Dos elementos, Ambición y Nepotismo, son antivalores que corroen el alma de las Repúblicas y condenan a los pueblos hacia el ostracismo de la pobreza, el anacronismo y el subdesarrollo. Así que si queremos ir avanzando hacia un estadio superior del bienestar general, uno de los temas por debatir y resolver en nuestro continente, es el ejercicio vergonzante -para la administración pública- del poder detrás del trono.