1. El Papa Francisco llamó a los países ricos a compartir su riqueza y denunció el derroche, el consumo excesivo y la distribución desigual de la riqueza. Señaló ante delegados de 170 países de la ONU que “Duele constatar además que la lucha contra el hambre y la desnutrición se ve obstaculizada por la prioridad del mercado y por la preminencia de la ganancia, que han reducido los alimentos a una mercancía cualquiera, sujeta a especulación, incluso financiera”. Se comenta que el Papa argentino ha vuelto la defensa de los pobres un eje central de su papado, “atacando al sistema económico global como insensible”. Aplaudo su llamado contra el capitalismo, pero parece intrascendente.
2. En el discurso tiene razón el papa Francisco, pero siempre son consejos que se lleva el viento porque a los capitalistas sólo les producen risa. Dice el Papa: los países ricos no solo “deben compartir”; yo digo que deberían ser “obligados a distribuir sus riquezas”; el mercado capitalista y la explotación que propicia, debe ser desintegrado para acabar con la desnutrición y el hambre de la inmensa mayoría de la población mundial. El papa ataca el sistema global capitalista y eso es correcto, pero entre tanto el Estado Vaticano mantiene fuertes alianzas o nexos con los sectores más poderosos del capitalismo mundial. El Papa es -como Obama, Merkel, Peres, Cameron- una simple figura al servicio del poder real del Vaticano.
3. El Papa –como todos los primeros ministros o presidentes en el mundo- es un político. No puede pronunciar un discurso o lanzar una idea sin la autorización de quienes mandan realmente. Tras el Papa hay poderosos bancos (¿puede olvidarse al Banco Ambrosiano y la gigantesca corrupción que incubó?), enormes riquezas, gigantescos negocios, que no pueden denunciarse por ninguna autoridad de la Iglesia. ¿Puede alguien imaginarse cuántos secretos se guardan en todas las catedrales e iglesias del mundo para evitar la desaparición de la clientela creyente? Por ello la Iglesia y el capitalismo tienen que marchar estrechamente unidos porque son dos lados de la misma moneda. Así que las críticas del papa Francisco a la desigual distribución de la riqueza y a la economía del mercado y el consumismo sólo dan risa.
4. Los Papas son los políticos más destacados del catolicismo elegidos por las poderosas fuerzas económicas y estratégicas mundiales para cumplir una función importante. ¿Quién no recuerda los arreglos de los papas Pío XI y Pío XII con Hitler en 1939 y adelante? Lo que jamás olvidaré -porque lo viví con intensidad en los años ochenta- fue la combinación o alianza de fuerzas de los presidentes Ronald Reagan y Margaret Thatcher, con el Papa Juan Pablo II, para hacer trizas al llamado socialismo que –aunque capitalismo de Estado, totalmente falso y de caricatura- desarrollaba cierta competencia con el imperio de los EEUU y en la política mundial. Tras el Papa se registró el impulso del Vaticano.
5. Todos los Papas y altos jerarcas de la iglesia, para no perder su clientela, siempre lanzan discursos aparentemente al servicio de los pobres, aunque el Vaticano como fuerza mundial no deje de estar aliado con EEUU y los siete países más poderosos. Los he seguido con el fin de conocer los fuertes intereses del Vaticano en el mundo por lo menos desde aquel León XIII de fines del XIX dio a conocer su Rerun Novarum y con más detenimiento desde Juan XXIII (1959-63) que convocó al Concilio Vaticano II. Desde hace 55 años he combatido contra las religiones occidentales que conozco, contra sus altos representantes, pero nunca a los fieles seguidores -que respeto- porque no hacen mal a nadie.
6. La realidad es que muchos discursos papales suenan bien; se parecen a los discursos de los políticos que hablan de democracia, justicia y libertad como engañabobos con el fin de ganar votos electorales. La realidad es que la relación iglesia-Estado cambió mucho en México y en el mundo a partir de la implantación del neoliberalismo a principios de los años 80. En México, antes de las visitas papales que se iniciaron en octubre de 1978 –cuando el país no establecía relaciones formales con el Vaticano- las relaciones Iglesia-Estado se mantenían con cierta frialdad; pero después de 1990, cuando Salinas reabrió las relaciones diplomáticas, la inmensa mayoría de los políticos no dejan de santiguarse y de hacer caravanas a los “ministros de Dios” por aquello de los votos electorales que la iglesia controla muy bien.
7. Los altos jerarcas de iglesia –como todos los políticos- jamás hablarán mal de los pobres; al contrario, siempre estarán pidiéndole a Dios protección para ellos y todas sus familias. Y dado que la iglesia no aconseja la liberación en la tierra, sino hasta el cielo al encontrar al Salvador, nunca buscarán liberarlos de la miseria y la explotación que aquí sufren. Por eso los discursos papales son intrascendentes sin importar si es papa latinoamericano, italiano o polaco. No dejarán de ser simples líderes al servicio del poder. ¿Acaso el negro Obama tuvo algún signo de distinción para favorecer a los explotados y oprimidos del mundo? o, por lo contrario, fue simplemente un gobernante yanqui más que ha encabezado guerras de intervención contra los pueblos que luchan por liberarse.
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