“Como todos sabéis el periodismo siempre ha sido para mi más que una profesión o incluso un oficio, ha sido una de mis pasiones, uno de mis motores vitales. Siempre he creído en la fuerza de la palabra, en su capacidad como herramienta eficaz de la verdad y de la transparencia frente a la opacidad y el ocultamiento de quienes maquinan desde el poder en beneficio propio, de los opresores y de quienes no terminan de alimentar su insaciable red de codicia. La fuerza de la palabra puesta al servicio de los que no tienen voz, de los oprimidos, de los que quieren gritar por la libertad y por la justicia”.
Es una parte de la carta rubricada por Pepe Rei en la página web de la Asociación Cultural que lleva su nombre, impulsada en enero de 2013 para reivindicar la figura de este periodista y promover el periodismo de investigación y denuncia. Pepe Rei (Barbantes, 1947) removió la sentinas del poder y las cloacas del estado en medios como Egin (1988-1998), Ardi Beltza (2000-2001) y Kale Gorria (los dos primeros clausurados por orden de Baltasar Garzón). Ingresó cuatro veces en prisión y hasta cinco ministros pidieron públicamente su encarcelamiento, a lo que se sumó durante mucho tiempo la campaña de criminalización por parte de los medios de comunicación convencionales. Los libros de denuncia de Pepe Rei se revelaron como la extensión de sus investigaciones periodísticas. Destacan, entre otras publicaciones, “El caso Reace”, “Garzón, la otra cara”, “El periodista canalla”, “La cloaca vasca”, “La red Galindo” o “El Jesuita”. En 2002 sufrió un grave accidente de tráfico que le apartó del oficio.
El periodista Txisco Espinosa forma parte del equipo de periodistas de la Asociación Cultural Pepe Rei. En 1990 empezó a trabajar en Egin, primero en Deportes y después en la sección de Diseño, hasta la clausura del periódico el 15 de julio de 1998. Con un grupo de compañeros emprendió entonces una nueva etapa en Euskadi Información. En septiembre de 1999 Pepe Rei le llamó para trabajar en Ardi Beltza (2000-2001), y luego lo hizo en Kale Gorria (2001-2004).
-¿Cuál es la génesis de la Asociación Cultural Pepe Rei? ¿Con qué objetivos nace?
-La idea surge a finales de 2012, en una reunión con Pepe y Miren, su mujer, además de algunos compañeros que habían estado con él en Ardi Beltza y Kale Gorria. Y surge casi con la necesidad personal de reivindicar su figura. Pepe Rei tuvo un grave accidente de circulación en agosto de 2002 y se vio inhabilitado para el ejercicio del periodismo. Paralelamente, se produce un vacío -por lo menos en Euskal Herria- en el periodismo de investigación (el último número de Kale Gorria se publicó en 2004). A partir de entonces, este tipo de periodismo se limita a muy pocas informaciones, publicadas en su mayoría por Gara, aunque luego haya habido una mayor dinamización gracias a las redes sociales. La asociación nace en enero de 2013 para reivindicar no sólo la figura de Pepe Rei, sino la visión que él tenía del periodismo de investigación y de denuncia social. Y ello, desde un punto de vista editorial de izquierdas, abertzale e internacionalista.
-¿De qué equipo humano dispone la asociación?
-Actualmente hay un equipo directivo formado por seis personas. Además, contamos con una pequeña red de colaboradores (seis periodistas o personas que han ejercido la profesión), que en su mayoría fueron compañeros de Pepe Rei en distintos momentos de su vida profesional?
-La Asociación Cultural Pepe Rei impulsa trabajos de investigación y de denuncia social, a través sobre todo de libros y charlas. ¿Qué materiales habéis publicado?
-Hay una página web que se puso en marcha en octubre http://pepereielkartea.org/, en la que ya hemos colgado varios artículos de publicación propia, la mayoría de denuncia y pensamiento crítico. Hay, por ejemplo, un artículo de Carlos Aznárez sobre los “escraches” que le están haciendo a Garzón en Argentina y Chile, donde se relatan las conexiones de Garzón sobre todo con Kirchner. También un artículo de Ahoztar Zelaieta, que está preparando un libro sobre las actividades de “fontanería” del PNV en Brasil. El artículo, un adelanto del libro, trata sobre el grupo Bruesa, vinculado al PNV, al PP y a las “puertas giratorias”. Hemos sacado, asimismo, un artículo a cerca de la memoria histórica y torturas en Euskal Herria, en concreto, un documental de 43 minutos que realizó Ricard Salom titulado “120 horas. La tortura contra Euskal Herria”. Hace referencia a los cinco días de incomunicación que puede estar un detenido en los calabozos policiales. Recoge testimonios de detenidos, psicólogos y de abogados, entre otros.
-También se prepara el lanzamiento de un libro…
-El libro se titula “Pepe Rei Aurrerá”. La filosofía que subyace es reivindicar la figura de Pepe y, para ello, contamos con la colaboración de 16 autores que firman 14 artículos, y un prólogo a cargo del parlamentario de las CUP, David Fernández, quien trabajó en Ardi Beltza y Kale Gorria. Todos los artículos tienen el nexo de personas que han trabajado con Pepe, o que publican un artículo de denuncia social o pensamiento crítico. Tenemos previsto un estand en la feria de Durango -que se celebra entre el 4 y el 8 de diciembre- con el libro.
-Conociste a Pepe Rei y trabaste con él. ¿Qué te transmitía como persona en el trato cotidiano?
-Pepe era una persona muy obstinada, mucho. Además, era un gran utópico en todos los órdenes de su vida. Es también un gran romántico. Pepe transmitía una ilusión por el trabajo, que era también una ilusión por querer cambiar el mundo. Me enseñó que la utopía, más allá de conseguir objetivos que existan o no (eso es lo de menos), sirve como motor para seguir adelante, hacia un mundo mejor y más solidario. Pepe Rei veía ese mundo más solidario a través de la denuncia de los abusos de poder. Y eso es algo que tuvo muy claro desde muy joven. Pepe se solidarizaba con todo lo que estaba a su alrededor. Era muy obstinado. Eso era una virtud, pero también un problema. Siempre lo tenía todo muy claro. Si alguien le tenía que convencer de algo, había de ser alguien con mucho peso… Si no, no le convencías. Pero, por otro lado, empujaba el carro. Era una personalidad que arrastraba mucho. Y en el rigor informativo era perfeccionista.
-¿Qué aprendiste de Pepe Rei en el ámbito profesional?
-Pepe nos enseñó a toda una generación la pasión por el periodismo incondicional. Igual que otros periodistas de su generación, como Rafa Castellano, Carlos Aznárez, Teresa Toda y Javier Salutregui. Nos enseñaron la pasión por el periodismo a horas completas, y siempre teniendo mucha fe en el oficio como herramienta para movilizar a una sociedad cada vez más adormecida. Y ser capaz de dar voz a los sin voz. Pepe Rei tenía una metodología muy concreta y que le funcionaba muy bien dentro del trabajo de investigación. Consistía en, además de tener sus fuentes propias, un sistema de fuentes “fijas” que permanecían independientemente de la información que se tratara.
-Hablabas del magisterio de una vieja generación de periodistas. ¿Cómo desarrollaban el oficio?
-El periodismo de “raza”, dedicado las 24 horas. Antes era mayoritaria pero hoy ya no lo es. Evidentemente no se dedicaban todo el día a buscar información y a escribir, pero cuando salían a la calle seguían siendo periodistas. Y tenían esa mentalidad. Yo creo que esto es algo que poco a poco se va perdiendo. Cada vez se tiende más al periodismo de “funcionario”. Llego al periódico, escribo lo mío, voy a la rueda de prensa o me dan determinada información… Además, cada vez se tiene más fácil a través de Internet y las redes sociales el acceso a mucha información sin moverse del sitio. Ésa búsqueda en la calle, esa dificultad que antes existía para recabar la información hacía que fueran periodistas de “raza”, que se dedicaban a ello sin dejar de ser periodistas nunca.
-¿Destacarías alguna lección o algún consejo especial en tu relación profesional con Pepe Rei?
-No rendirse ante un “muro”. Buscar siempre una vía alternativa, porque siempre había vías alternativas para llegar a una información. Y también una metodología basada en lo que él llamaba “capas de cebolla”, que es conocida dentro del periodismo de investigación pero que Pepe Rei aplicaba con un resultados notables. Consiste en que si estás investigando a una persona y buscas en su círculo más cercano, que aparentemente no tiene por qué ser objeto de investigación, pueden llevarte a otra persona que esté enlazada con el primero. Y el secreto de las fuentes.
-¿En qué sentido?
-Las fuentes no tienen por qué desvelarse. La ley protege al periodista en el caso de ser juzgado, pues queda exento de tener que revelarlas. Salvo cuando desvelándolas pueda evitarse un delito. Con esa excepción, el periodista está protegido por ley. Pepe Rei ha sido uno de los pocos profesionales que ha tenido que ejercer ese derecho, incluso aunque se le pudiera volver en contra. Pepe ha sido encarcelado cuatro veces, fue juzgado una vez por colaboración con ETA, y al equipo de investigación de Egin le saquearon los archivos de su despacho cuando la Ertzaina entró el 1 de diciembre de 1993 por orden judicial. Lo primero que denunció Pepe desde el hospital (le acababan de practicar una operación a corazón abierto) fue que se había violado el secreto de las fuentes. Porque entre la documentación que allí había se recogían nombres y apellidos de gente que le estaba suministrando información. Y, para Pepe, las fuentes han sido siempre sagradas. Como para cualquier periodista, pero él se ha visto en el trance de sentarse ante un tribunal y no declarar las fuentes.
-Por otra parte, ¿qué periodismo de investigación se practica hoy? ¿Puede darse tal nombre a lo que, por ejemplo, practica El Mundo?
-Hoy en día se le llama “periodismo de investigación” a muchas cosas. Los rumores no son periodismo de investigación. Éste se basa en hechos probados, concretos y que el periodista ha contrastado, no en rumores. Hecha esta criba hay que hacer otra, a mi modo de ver. El periodismo independiente frente al que obedece a intereses muy concretos. El Mundo se autoproclama como un rotativo que practica mucho el periodismo de investigación. Y sí lo hace, pero obedeciendo en realidad a otros intereses. Es decir, no se investiga todo un arco de desmanes o de corruptelas que suceden en la clase política o en ámbitos financieros. Investigan lo que les interesa a ellos. Por ejemplo, El Mundo nunca va a investigar al PP, sí al PSOE. Y si investiga al PP es porque encontramos diferentes “sensibilidades”.
-¿Cómo entiendes el periodismo de investigación?
-Es un periodismo independiente, que no obedece a poderes y se sitúa en el contrapoder. Es la contrainformación. Sin obedecer a ningún interés y publicando los hechos con independencia de quién los protagonice. El periodista, en cuanto al código deontológico, ha de tener en cuenta dos cosas: el deber de informar a la opinión pública. Y proporcionarle cualquier tipo de información, no una sí pero otra la guardo en el cajón en función de otros intereses; además, las herramientas hay que utilizarlas con rigor para dar veracidad a la información (contrastar, consultar con varias fuentes, que sean fiables…). Que no suceda algo muy típico. De repente, tienes una fuente que te está proporcionando una información porque le interesa, o por el interés en derribar a otra persona. Con esas cosas hay que tener mucho cuidado. Es una fuente parcial, y en algunos casos puede incluso ser una información totalmente manipulada. Todo hay que contrastarlo.
-¿Hay tiempo y paciencia actualmente para un periodismo de estas características?
-Son muy importantes el tiempo y la paciencia, sobre todo en dos sentidos. Primero, para no sacar demasiado deprisa una información y equivocarse; también para poder trabajar y elaborar bien las informaciones. En segundo lugar, para trabajar también la información que no se ha publicado. Un tema bastante concreto normalmente tiene ramificaciones. De esa “foto” inicial, poco a poco vas descubriendo un “puzle” en el que se desarrolla un “panorama” entero. No lo puedes publicar todo a la vez. Hay que ir contrastando y tener mucha paciencia. De hecho, es muy típico publicar la información en episodios. Esto mucha gente lo entiende como algo puramente comercial.
-¿El rigor y la militancia son compatibles en el periodismo de investigación?
-Por supuesto. En el periodismo de investigación lo importante es contrastar los hechos y los datos. A partir de ahí, si estos son graves se reduce la necesidad de interpretación. Cuando presentas una factura de Bárcenas o un documento sobre dinero cobrado por Rodríguez Galindo, tampoco hace falta decir mucho más. Tú estás informando de ello y la opinión pública entiende que es un ladrón. En el periodismo de investigación la interpretación viene dada por los hechos. La parte militante está enlazada con la contrainformación. Tener muy claro dónde estás, que eres independiente, que no obedeces a intereses, que no vas a dejarte sobornar por dinero… Estás haciendo periodismo.
-Otro eterno problema: la objetividad en el periodismo
-El periodista no sólo no es objetivo sino que, además, no tiene por qué serlo. El periodista se ubica ante una realidad y la objetividad no existe. En el momento en que el periodista aplica su filtro, ya está siendo subjetivo. Sentada esa base, ha de saber dónde está y no ceder ante las presiones que vienen del poder. Además, puede parecer que el periodista de investigación crea la información, pero no, la información existe y se busca. Como en todo periodismo, pero en el de investigación es más difícil.
-Por último, trabajaste en Egin, Ardi Beltza y Kale Gorria. ¿Qué te queda de todo aquello?
-Me queda el recuerdo de una época muy intensa en Euskal Herria. De hacer en aquella época prácticamente “periodismo de guerra”. De haber estado en una trinchera y aprender mucho. Desde una trinchera se aprende muchísimo. También me queda el recuerdo de la gran solidaridad que había entre compañeros y de cómo el trabajo en equipo -una de las cosas que Pepe también reivindicaba- es absolutamente fundamental. No se puede hacer nada solo. Tampoco se puede hacer nada en equipo si sólo existe una relación jerárquica. A lo mejor esta ha de existir -alguien que coordine todo el trabajo- pero ha de haber un sentimiento de solidaridad mutua.