La manera como el conflicto colombiano se ha desarrollado, la actuación de los factores en conflicto, la mutación del ejército y el nacimiento y presencia de fuerzas paramilitares de asesinos que al amparo del Estado y algunas veces desde el Estado (caso de Álvaro Uribe Vélez) han marcado una forma criminal de hacer política, o en otras palabras de enfrentar situaciones por medio del terrorismo de Estado.

Las llamadas autodefensas de Colombia tienen un amplio prontuario de asesinatos de campesinos y pueblos indígenas, y han provocado miles de desplazados de sus territorios, secuestros, vínculos con el narcotráfico y pagos de vacunas. Y ahora han dado paso a otra novedad delictiva: la participación directa en conflictos extraterritoriales, que preocupa seriamente porque comprometen al panorama internacional.

Estas bandas criminales ya han certificado su presencia en otros lugares distintos a la geografía colombiana (Medio Oriente, Libia, Líbano, Centroamérica, Venezuela, México, Guatemala, entre otros), por lo que ya en términos geopolíticos se habla de la colombianización de los conflictos.
Pero ¿cuáles son las características de este fenómeno que hace preocupar a una parte de la comunidad internacional?

  1. La presencia de tropas de mercenarios contratados por los gobiernos que desean desestabilizar un Estado autónomo, caso Libia, El Líbano, Venezuela, entre otros.
  2. La aplicación por parte de estos grupos de los más crueles métodos de tortura contra la población, de manera que ello produzca terror y consecuentemente, el abandono por parte de los pobladores de regiones con importantes recursos minerales o de otra índole, para ser explotados por las compañías que pagan a los terroristas.
  3. Eliminación de la disidencia política por medio del asesinato político masivo y selectivo de las personas u organizaciones revolucionarias o populares que hacen vida en los territorios marcados por estas bandas terroristas (caso Ayotzinapa, Robert Serra y Eliécer Otaiza en Caracas).
  4. Su vinculación con los sectores del tráfico de drogas es evidente, el lavado de dinero y la proliferación de los carteles del narcotráfico, así como la captación de bandas delictivas para adiestrarlas en técnicas paramilitares (caso del grupo de los Z en México, la banda de las barbie y el cartel de Pacífico), son expresiones claras de la colombianización de los conflictos, es decir, la aplicación de métodos de guerra usados por las llamadas autodefensas y los carteles de la droga colombianos, inaugurados por el narcoterrorista Pablo Escobar Gaviria.

Los sucesos ocurridos en México de la desaparición y luego el hallazgo macabro de los estudiantes normalistas sin vida, es un llamado de atención a la comunidad internacional para frenar la práctica criminal de estos sectores de la canalla de ultra derecha internacional, que pretende llenar al mundo de terror y luego imponer a sangre y fuego sus políticas neoliberales.

El silencio cómplice de las organizaciones y de las llamadas ONG’s dizque «defensoras de los derechos humanos», nos deja un sabor amargo porque en ocasiones como las vividas por los normalistas mexicanos, callar es sencillamente ser cómplice ante la colombianización de la política internacional.

El tema ya es abordado con preocupación por amplios sectores, desde Venezuela, país fronterizo a Colombia, hemos sido blanco de este flagelo perturbador y terrorista, y la respuesta ha sido banalizar el problema. Creemos que es importante persuadir al mundo de esta metamorfosis que ha sufrido el fascismo y cómo viene cobrando cada día más espacio ante los ojos complacientes de los organismos internacionales. La hora de frenar al terrorismo paramilitar es ya, después tendremos sólo la terrible opción de llorar a nuestros seres queridos.