Karen Carreño F.

 

 

Quienes vivimos en Argentina o en cualquier parte de Latinoamérica estamos acostumbrados a leer improperios, mentiras, calumnias y difamaciones sobre nuestra presidenta Cristina Kirchner, fiel heredera del legado de Néstor.

No podía ser de otra manera porque lo mismo han hecho con Lula, Chávez, Evo, Correa y el Pepe Mujica, sin embargo esa oposición traidora y apátrida y sus medios de comunicación y empresarios vendepatria no han podido con ninguno de ellos, tampoco podrán con Cristina.

Ella es, aunque la tilden de desequilibrada, mucho más inteligente, racional y eficaz que cualquier gobernante de la derecha que haya presidido un país en esta región y si no hagan un raconto de los «normales» presidentes que gobernanron en los últimos 30 años y les alcanzarán los dedos de una mano para contar a los buenos.

Estos «sanos» presidentes han vendido los países y sus riquezas al imperio norteamericano por monedas y han hundido a nuestros pueblos en la peor de las pobrezas, angustias y miserias, amparados por el gobierno de Washington, las empresas estadounidenses y el Pentagono.

Cristina ha intentado, sin haber administrado una provincia o municipio, gobernar un país que Néstor comenzó a recuperar y que a pesar de las trabas que le impusieron a Cristina, ella trató de administrar de la mejor manera posible, a pesar de los voluminosos pagos de deuda externa realizados a los acreedores y originados en los gobiernos neoliberales al servicio de las corporaciones internacionales.

La presidenta debió pagar a estos extorsionadores más de 200.000 millones de dólares, y a pesar de ello, siguen pidiendo más pagos de una deuda eterna que pone al país en una situación de zozobra financiera producto de las maniobras especulativas de los capitalistas salvajes que gobiernan el mundo del dinero.

La bomba de la deuda externa le explotó a Cristina en las manos y ahora hay que desactivar los mecanismos de relojería que intentan detonar otra explosión financiera en un año electoral sin reelección y con una oposición política fragmentada y en rumbo de colisión.

El próximo presidente «normal», tal vez nos regrese al mundo de las ilusiones capitalistas, sin inflación pero sin trabajo, salud, educación ni justicia, con represión, pobreza y un destino de felicidad para pocos.