Han pasado meses, semanas, días en los que la consulta soberanista ha sido tema central de debate. ¿Habrá consulta o no la habrá? ¿9N sí o no? ¿Legalidad o legitimidad? ¿Unidad de los partidos proconsulta o ruptura? ¿Permiso o prohibición? ¿Aceptación o desobediencia? ¿Nuevo 9N? ¿Consulta o proceso participativo? La ilusión pero también un cierto hartazgo de tanta incertidumbre han marcado las semanas previas al gran día, ese que parecía imposible e inalcanzable pero que finalmente ya está aquí. El 9N ha llegado.
 
Ahora es el momento de la verdad. Aunque muchos interrogantes seguirán abiertos después de esta histórica jornada, no pasa cada día que un pueblo pueda decidir, ni que sea simbólicamente, sobre su futuro político. Sin embargo, lo que suceda este 9N va a marcar el día después. Se espera una participación masiva en todo el territorio catalán. Las altas cifras de voluntarios para celebrar la consulta, las multitudinarias movilizaciones en anteriores 11 de septiembre, las consultas locales sobre la independencia entre los años 2009 y 2011 que recogieron casi 900 mil votos así como muchas otras expresiones a favor del derecho a decidir han sido y son un buen termómetro del clima político. A más participación popular, más legitimidad para avanzar en el derecho democrático e inalienable a la autodeterminación.
 
Pero votar este 9N, independientemente de la orientación del voto, no es solo depositar una papeleta en una urna es mucho más. Se trata de un voto desobediente, insumiso y rebelde que dice “no” a la intransigencia y autoritarismo del Partido Popular, del PSOE y de todos aquellos que nos niegan la soberanía. Consiste en un voto a favor de la tolerancia, del “sí se puede” y la libre expresión. Porque no lo olvidemos, solo quienes tienen miedo a la democracia quieren acallarla. De aquí la importancia de salir a la calle y participar.
 
Personalmente este 9N, votaré “sí-sí” en la consulta, y no por una cuestión de banderas, fronteras o himnos patrios, votaré “sí-sí” porque considero que esta opción es la que tiene más elementos de ruptura democrática con el régimen surgido de la transición y porque nos abre la puerta a una oportunidad: el poder decidir sobre cada uno de los ámbitos de nuestra vida cotidiana. No es una cuestión automática claro, pero sí una opción que está encima de la mesa: “sí-sí” a un proceso constituyente desde abajo, “sí-sí” a que como pueblo podamos decidir soberana y libremente nuestro futuro, “sí-sí” a una Catalunya independiente de políticos corruptos y banqueros ladrones. Un “sí-sí” a favor de “los nadie”, que se impondrá o no en función de la toma de conciencia colectiva, la movilización social en la calle, la indignación y la rebeldía.
 
Se trata de un “sí-sí” contra aquellos que quieren que todo cambie para que nada cambie, que levantan la bandera y venden el país al mejor postor, que ensalzan la patria y tienen sus cuentas en Andorra o Suiza. El debate sobre el futuro de Catalunya, no lo olvidemos, no empieza ni toca su fin en Madrid sino en Catalunya, de nosotros depende el cómo será el día de mañana. El 9N no acaba nada sino que empieza todo.

*Artículo en Publico.es, 08/11/14.