Mauricio Cabrera G.

 

¿Como calificaría usted las acciones de un grupo de personas o entidades que producen, permiten o inducen en todo el mundo la muerte de 10 millones de personas al año?: ¿un desafortunado efecto colateral del funcionamiento del sistema capitalista o un acto de terrorismo internacional?, ¿un accidente no deseado por los causantes o un genocidio?, ¿un homicidio culposo causado por negligencia o un acto criminal?

Los 10 millones de víctimas son las personas que anualmente mueren en el mundo por falta de medicamentos. Las causas son dos: la falta de medicamentos para las enfermedades prevalentes en esos países y el bloqueo a la oferta de medicamentos genéricos de bajo precio que sean asequibles a los pobres del mundo. La tipificación de esa conducta: un crimen de lesa humanidad que debe ser juzgado y condenado por las cortes internacionales.

Esta es la tesis que se plantea con sólidos argumentos y extensa evidencia empírica en el libro La guerra contra los medicamentos genéricos -un crimen silencioso. Su autor, Germán Holguín, es un empresario de la construcción que por las circunstancias de la vida se dedicó a la investigación sobre temas de salud pública y se ha convertido en uno de los principales voceros de la defensa del derecho a la salud frente a las pretensiones de las grandes multinacionales farmacéuticas y los gobiernos de sus países, que han tratado de imponer sus intereses económicos en los tratados de ‘libre comercio’.

El punto de partida del texto es que siendo el derecho a la salud uno de los derechos humanos fundamentales, la falta de acceso a medicamentos, que afecta a 2.000 millones de personas en el mundo, es una flagrante violación del mismo. Su causa no es un accidente o el resultado de un proceso de evolución natural, sino la consecuencia de estrategias públicas y privadas que privilegian las utilidades de las multinacionales sobre los derechos de la población vulnerable, y que han convertido la salud en una mercancía.

Una de estas estrategias es la guerra contra los medicamentos genéricos, con armas como un sistema de patentes farmacéuticas que consolidan el monopolio y elevan los precios de los medicamentos, las campañas de descrédito contra los genéricos o las presiones políticas y comerciales a los países en desarrollo para que no utilicen las salvaguardas que permiten los acuerdos internacionales para limitar esos derechos de propiedad.

Al analizar el caso de las hambrunas en Asia y África, el nobel de economía Amartya Sen, planteó hace años que los derechos de propiedad no pueden prevalecer nunca sobre el derecho a no morir de hambre.

Sus argumentos son aplicables al debate entre las patentes farmacéuticas y el derecho vital al acceso a medicamentos, máxime cuando este sistema de patentes solo se adoptó globalmente en 1994. Aunque las empresas que desarrollaron un medicamento tienen el derecho a la exclusividad –lo que les permite fijar precios de monopolio–, los países deben tener la posibilidad de limitar este derecho cuando está en juego la vida misma.

El libro de Holguín plantea toda una agenda internacional con propuestas concretas para garantizar el acceso a medicamentos para toda la población. En Colombia, el actual Gobierno ha tomado algunas medidas, como el control de precios y el límite a las patentes de medicamentos biotecnológicos, que recortan un poco las gabelas y privilegios que concedió el anterior Gobierno a las multinacionales, pero falta camino por recorrer para que el derecho a la salud sea una realidad para todos los colombianos.

*Consultor privado
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