“El hombre crea su propia realidad, y su trabajo adquiere un valor ontológico-filosófico lo que le permite concluir que sin praxis no hay realidad humana y sin ella tampoco hay conocimiento del Mundo”

(Karel Kosic)

 

 

Las presiones de los EEUU y sus aliados de la OTAN no han cesado en sus propósitos de abortar el proceso irreverente pero revolucionario que vive América Latina y el Caribe de unificación horizontal y libertario de ideas y proyectos de integración de naciones como la creación de la UNASUR, EL CELAC, EL ALBA y otras formulas de cooperación y asistencia reciproca que propusieron presidentes comprometidos con las mejores causas de los pueblos como Lula Ignacio Da Silva, nuestro líder supremo y ex Presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías,  el también desaparecido líder Argentino Néstor Kirchner y que ahora defiende como la misma pasión Cristina Fernández de Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Mujica, Daniel Ortega entre otros líderes Latinoamericanos.

La alianza militar con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), tal como quedó demostrado con la firma de un memorándum entre el Ministro de Defensa Colombiano Juan Carlos Pinzón y Alexander Vershouw vicesecretario de la OTAN bajo el pretexto del «Intercambio de información clasificada en la lucha  contra el terrorismo, el narcotráfico y otros temas comunes” es una prueba de esa abierta injerencia de los EEUU en lo que denomina su patio trasero.

Alianza Militar Colombia-Otan vs Consejo de Defensa Suramericano:

Lo inaudito de esa alianza anti Latinoamericana y anti Bolivariana de COLOMBIA con la OTAN, es que ese País como miembro pleno de UNASUR incumple uno de sus mandamientos como fue la creación de “El Consejo de Defensa Suramericano”, mecanismo que busca fomentar el intercambio en materia de seguridad entre los países que componen la Unión de Naciones Suramericanas, compartiendo entre sus fuerzas castrenses sus experiencias en las misiones de paz, ejercicios militares, medidas de fomento de confianza recíproca y la ayuda coordinada en zonas de desastres naturales, entre otros.

El Consejo de Defensa no es una alianza militar convencional como la OTAN, pero sí implica una cierta coordinación militar regional fundado sobre todo en el hecho que la política de defensa de ese organismo no es entendida en términos convencionales o tradicionales en el sentido de la prevención y represión, disuasiva o efectiva ante amenazas externas que puedan atentar contra su soberanía e independencia o la integridad de los estados nacionales.

 De ningún modo está concebida como el organismo que la OEA creó bajo la figura de una alianza militar hemisférica y continental, como ocurrió con el Tratado de Asistencia Reciproca (TIAR) suscrito en Rio de Janeiro, el 02 de Septiembre de 1.947; lo que dio nacimiento a un Sistema Interamericano de Defensa para teóricamente prevenir y reprimir las amenazas y los actos de agresión contra cualquier de los países de América por lo que terminó acoplándose en términos ideológicos a la contienda bipolar de la guerra fría como quedó demostrado cuando la Argentina afrontó en la guerra por la recuperación territorial de las Malvinas y fue total la ausencia de apoyo militar por parte del TIAR lo que facilitó que el Reino Unido rescatase sin mayores esfuerzos el territorio ocupado militarmente.

Como era de esperarse el acuerdo de cooperación militar suscrito entre Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) se convirtió en un elemento que tensó las ya difíciles relaciones de este país sudamericano con sus vecinos y amenaza con alterar los equilibrios geopolíticos de la región.

El controversial convenio, suscrito el pasado 25 de junio de 2013 en Bruselas, sede de la OTAN, fue anunciado por el ministro colombiano de Defensa, Juan Carlos Pinzón, como un mecanismo para intercambiar información clasificada entre las partes y para que este país pueda elevar los estándares de sus Fuerzas Armadas en áreas como protección de derechos humanos, operaciones de paz, justicia militar y atención de desastres naturales.

Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua dejaron en claro que ese acuerdo de cooperación les deja un amargo sabor de boca.

“Es lamentable que algunos países de nuestra América hagan acuerdos con la OTAN, que es sinónimo de dominación, de invasión, de muerte, y no de paz y de justicia social”, dijo el presidente boliviano Evo Morales, quien recordó las cuestionadas intervenciones militares que en nombre de la democracia y la libertad, ha realizado esa alianza en naciones como Libia.

El entonces ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorim, expresó que “respetamos la soberanía de los países pero vemos con preocupación un acercamiento de un país miembro de Unasur y del Consejo de Defensa Suramericano con una alianza defensiva militar extra regional”.

La alianza militar COLOMBIA VS OTAN constituye una apuesta riesgosa:

La investigadora de temas internacionales y de seguridad de la Universidad Nacional (UN) de Colombia, Socorro Ramírez, dice que el convenio suscrito con la OTAN es una “apuesta riesgosa” para el gobierno del presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien desde su llegada al poder, en agosto de 2010, se había caracterizado por desarrollar una política de acercamiento con sus vecinos Venezuela y Ecuador y por participar en el proceso de integración regional en el marco de la Unasur.

Santos logró recomponer las relaciones con Venezuela y Ecuador, que se encontraban muy dañadas por los continuos desencuentros de su antecesor, Álvaro Uribe Vélez, con los gobiernos de esos países.

“Colombia ha avanzado en términos económicos, de institucionalidad, de seguridad, pero está lejos de pensarse como potencia regional y me parece que menospreciar la importancia de la buena vecindad y de la construcción de ese acercamiento regional es un riego muy alto”, señala Ramírez, doctora en Ciencia Política por la Universidad de París..

La catedrática considera que “podríamos estar asistiendo a la profundización de la fragmentación regional, no sólo por Colombia, sino por la radicación de los gobiernos de izquierda”.

“Es probable —dice— que el gobierno colombiano quiera jugar en dos tableros, en el regional y en el global, y que tenga una valoración distinta de la de hace tres años (cuando Santos asumió la Presidencia) de la situación regional.

 Es probable que este viendo un cambio en la geopolítica regional y que esté tratando de aprovechar eso para buscar una convergencia política mayor en temas de seguridad con Estados Unidos y con la Alianza Atlántica.”.

Colombia: Una historia de entregas y acuerdos nefastos para la región:

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, consideró el acercamiento de Colombia con la OTAN como una “amenaza” para la región y “una idea verdaderamente aberrante”.

Dijo el Presidente de Venezuela que “se quieren traer el poder militar, la estrategia militar que la deciden en Washington, de guerra de la OTAN, para el continente”.

Venezuela, que comparte con Colombia una frontera de más de 2 mil kilómetros, no minimiza la dual y controvertida postura de Colombia en la Región y su histórica alianza con el gigante del Norte, por lo que ha redimensionado su política exterior y sus alianzas pasan por suscribir en los últimos años acuerdos militares por miles de millones de dólares con Rusia, China y Bielorrusia, y desarrolla misiles navales y antiaéreos, así como drones (aviones no tripulados), con ayuda de Cuba e Irán.

En el tablero geopolítico regional Colombia es percibida como el más estrecho aliado de Estados Unidos, país que comanda la OTAN, mientras que las naciones del Alba ubican a Washington como una potencia imperial y como el principal enemigo militar de la región; son expresiones distintas de una realidad concreta que tiendes a ser manipuladas sobre todo por los grandes medios de comunicación con miras a minimizar los peligros y amenazas que para la paz de la región y particularmente para nuestro País representan tales alianzas.

El hecho que Venezuela constituya la mayor reserva probada de petróleo pesado más grande del Mundo, seamos unos de los principales productores de gas de la región y poseamos una privilegiada ubicación geoestratégica en la región con fuentes seguras hídricas, ambientales, mineras nos colocan dentro del tablero y apetencias imperiales en una posición de primer orden lo que nos obliga a comprender esta realidad concreta y a implementar las medidas que fueren necesarias en el marco de nuestra política de seguridad y defensa integral.

Papel de Venezuela en las negociaciones de Paz entre la Farc y el Gobierno Colombiano:

Venezuela es, junto con Cuba, Chile y Noruega, un acompañante del proceso de paz que desarrollan el gobierno colombiano y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en La Habana, con el objetivo de poner fin a un conflicto armado interno que ha causado más de 90 mil muertos en el último medio siglo en este país sudamericano.

Aunque las negociaciones avanzan con lentitud y el proceso enfrenta muchas presiones internas, el gobierno de Santos aspira a lograr un acuerdo de paz con las FARC e incluso trabaja en los escenarios del posconflicto, uno de los cuales es el militar. Las Fuerzas Militares colombianas, que figuran entre las más experimentadas del mundo en el campo de batalla por la larga guerra interna, se preparan para un cambio en su modelo de defensa y seguridad.

Con unos 270 mil efectivos del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, y con un moderno arsenal orientado a la guerra antiinsurgente, Colombia proyecta la reconversión de su aparato militar en caso de que se logre la paz con las FARC. Esto significa pasar del paradigma de la guerra interna a una doctrina de defensa con los ojos puestos en las amenazas externas.

El acuerdo con la OTAN —que se anunció como el primero de una cooperación más profunda entre Colombia y esa alianza militar— debe ser ratificado por el Congreso bicameral colombiano, donde el gobierno cuenta con una cómoda mayoría, y seria revisado por la Corte Constitucional.

Implicaciones geopolíticas del ingreso de Colombia a la OTAN

El conocido sociólogo Argentino Atilio Borón preparó un interesante y bien documentado artículo sobre el presente tema que me parece pertinente citar: “El anuncio del presidente de Colombia Juan Manuel Santos de que “durante este mes de Junio suscribirá un acuerdo de cooperación con la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) para mostrar su disposición de ingresar a ella ha causado una previsible conmoción en Nuestra América. Lo pronunció en un acto de ascensos a miembros de la Armada realizado en Bogotá, ocasión en la cual Santos señaló que Colombia tiene derecho a «pensar en grande», y que él va a buscar ser de los mejores «ya no de la región, sino del mundo entero». Continuó luego diciendo que «si logramos esa paz –refiriéndose a las conversaciones de paz que están en curso en Cuba, con el aval de los anfitriones, Noruega y Venezuela- nuestro Ejército está en la mejor posición para poder distinguirse también a nivel internacional. Ya lo estamos haciendo en muchos frentes», aseguró Santos.

 

“Piensa hacerlo nada menos que asociándose a la OTAN, una organización sobre la cual pesan innumerables crímenes de todo tipo perpetrados en la propia Europa (recordar el bombardeo a la ex Yugoslavia), a Libia y ahora su colaboración con los terroristas que han tomado a Siria por asalto” afirma Borón

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Jacobo David Blinder, ensayista y periodista brasileño, fue uno de los primeros en alarmarse ante esta decisión del colombiano y afirmó: “ Hasta ahora el único país de América Latina “aliado extra OTAN” era la Argentina, que obtuvo ese deshonroso status durante los nefastos años de Menem, y más específicamente en 1998, luego de participar en la Primera Guerra del Golfo (1991-1992) y aceptar todas las imposiciones impuestas por Washington en muchas áreas de la política pública, como por ejemplo desmantelar el proyecto del misil Cóndor y congelar el programa nuclear que durante décadas venía desarrollándose en la Argentina. Dos gravísimos atentados que suman poco más de un centenar de muertos –a la Embajada de Israel y a la AMIA- fue el saldo que dejó en la Argentina la represalia por haberse sumado a la organización terrorista noratlántica”.

El status de “aliado extra OTAN” fue creado en 1989 por el Congreso de los Estados Unidos –no por la organización- como un mecanismo para reforzar los lazos militares con países situados fuera del área del Atlántico Norte pero que podrían ser de alguna ayuda en las numerosas guerras y procesos de desestabilización política que Estados Unidos despliega en los más apartados rincones del planeta. Australia, Egipto, Israel, Japón y Corea del Sur fueron los primeros en ingresar, y poco después lo hizo la Argentina, y ahora aspira a lograrlo Colombia. El sentido de esta iniciativa del Congreso norteamericano salta a la vista: se trata de legitimar y robustecer sus incesantes aventuras militares -inevitables durante los próximos treinta años, si leemos los documentos del Pentágono sobre futuros escenarios internacionales- con un aura de “consenso multilateral” que en realidad no tienen, aseguró Blinder.

 

Esta incorporación de los aliados extra-regionales de la OTAN, que está siendo promovida en los demás continentes, refleja la exigencia impuesta por la transformación de las fuerzas armadas de los Estados Unidos en su tránsito desde un ejército preparado para librar guerras en territorios acotados a una legión imperial que con sus bases militares de distinto tipo (más de mil en todo el planeta), sus fuerzas regulares, sus unidades de “despliegue rápido” y el creciente ejército de “contratistas” (vulgo: mercenarios) quiere estar preparada para intervenir en pocas horas para defender los intereses estadounidenses en cualquier punto caliente del planeta. Con su decisión Santos se pone al servicio de tan funesto proyecto.

A diferencia de la Argentina (que por supuesto debería renunciar sin más demora a su status en una organización criminal como la OTAN), el caso colombiano es muy especial, porque desde hace décadas recibe, en el marco del Plan Colombia, un muy importante apoyo económico y militar de Estados Unidos –de lejos el mayor de los países del área- y sólo superado por los desembolsos realizados en favor de Israel, Egipto, Irak y Corea del Sur y algún que otro aliado estratégico de Washington. Cuando Santos declara su vocación de proyectarse sobre el “mundo entero” lo que esto significa es su disposición para convertirse en cómplice de Washington, para movilizar sus bien pertrechadas fuerzas más allá del territorio colombiano y para intervenir en los países que el imperio procura desestabilizar, en primer lugar Venezuela.

La pretensión de la derecha colombiana, en el poder desde siempre, ha sido convertirse, especialmente a partir de la presidencia del narcopolítico Álvaro Uribe Vélez, en la “Israel de América Latina” erigiéndose, con el respaldo de la OTAN, en el gendarme regional del área para agredir a vecinos como Venezuela, Ecuador y otros -¿Bolivia, Nicaragua, Cuba?- que tengan la osadía de oponerse a los designios imperiales. Eso y no otra cosa es lo que significa su declaración. Pero hay algo más: con su decisión Santos también pone irresponsablemente en entredicho la marcha de las conversaciones de paz con las FARC en La Habana (uno de cuyos avales es precisamente Venezuela), asestando un duro golpe a las expectativas de colombianas y colombianos que desde hace décadas quieren poner fin al conflicto armado que tan indecibles sufrimientos deparó para su pueblo. ¿Cómo podrían confiar los guerrilleros colombianos en un gobierno que no cesa de proclamar su vocación injerencista y militarista, ahora potenciada por su pretendida alianza con una organización de tintes tan delictivos como la OTAN? se pregunta Blinder.

 

Uno se pregunta: ¿Qué hará ahora la UNASUR y cómo podrá actuar el Consejo de Defensa Suramericano cuyo mandato conferido por los jefes y jefas de estado de nuestros países ha sido consolidar a nuestra región como una zona de paz, como un área libre de la presencia de armas nucleares o de destrucción masiva, como una contribución a la paz mundial para lo cual se requiere construir una política de defensa común y fortalecer la cooperación regional en ese campo?

Las declaraciones del Presidente Santos para justificar ante la región y el Mundo tamaño descalabro político son francamente irresponsables pero lo grave es la realidad concreta que encubre cuando afirma: “Colombia tiene derecho y puede pensar en grande. Porque estamos dejando el miedo a un lado y llenándonos de razones para ser los mejores, y ya no de la región sino del mundo entero. Tenemos con qué. Lo hemos demostrado”.

Ese pacto noratlántico cuenta con 47 bases militares, entre ellas las que se encuentran en Las Malvinas.

Colombia es el país suramericano con mayor número de tratados con EE.UU. que datan de 1939. Entre los acuerdos bilaterales vigentes se encuentran el Acuerdo de Asistencia Militar suscrito en 1952 que consagra que cada uno de los gobiernos acepta recibir personal del otro Gobierno para el cumplimiento de las obligaciones. En el año 1974 se acuerda el establecimiento de misiones del ejército, marina y aviación de EE.UU. en Colombia que prorrogó la permanencia de las misiones militares, establecidas en virtud de los convenios firmados entre los dos países el 14 de octubre de 1946 y el 21 de febrero de 1949. 

Recientemente, en 2004, el Estado colombiano suscribió el Anexo al Convenio General para Ayuda Económica, Técnica y Afín o Plan Colombia, que amplía la cooperación y establece un programa bilateral de control de narcóticos y de las actividades terroristas y otras amenazas contra la seguridad nacional de la República de Colombia.

 Juan Manuel Santos un CABALLO DE TROYA en ciernes:

El Memorando de Entendimiento para una Relación Estratégica de Seguridad para Promover la Cooperación entre el Gobierno de la República de Colombia y el Gobierno de los Estados Unidos de América, suscrito en 2007. Aquí haría falta el Acuerdo complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad entre los Gobiernos de la República de Colombia y de los Estados Unidos de América, suscrito en Bogotá el 30 de octubre de 2009, y que la Corte Constitucional tumbó pues se requería de un tratado aprobado primero por el Congreso

Este acuerdo establece, entre decenas de artículos violatorios de la soberanía nacional, el derecho al uso de las bases militares de Colombia por parte de tropas norteamericanas, en especial de siete: Malambo, Atlántico; Palanquero, en el Magdalena Medio; Apiay, en el Meta; las bases navales de Cartagena y el Pacífico; el centro de entrenamiento de Tolemaida y la base del Ejército de Larandia, en el Caquetá. El fallo, del 17 de agosto de 2010, solo implica que la Presidencia someta el Acuerdo el Congreso para cumplir con los requisitos de ley. Seguramente este será el próximo paso de Santos. Todos los miembros de la OTAN están obligados a permitir el acceso a sus bases militares.

Si hasta hace poco los más de tres mil kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos representaban, a la vez, la frontera de América Latina con la OTAN, ahora, con estos pasos de Santos se convierte en el perfecto Caballo de Troya en la propia región.

Bibliografia:

1.-Seguridad y Política de Estado de Noam Chomsky

2.- Otan la alianza más terrorífica de la Historia Amenaza a América Latina (Pagina Contrainjerencia.com)

3.-Armas y Mercenarios en el TLC entre Colombia e Israel (Agencia de Noticias ANNCOL )