PABLO PARDO
elmundo.es
¿Dónde acaba Google y dónde empieza el Gobierno de Barack Obama? La distancia entre Mountain View -donde está la sede del conocido gigante de internet- y la Casa Blanca es de 4.580 kilómetros. Por poner un ejemplo, uno podría ir de Madrid a Moscú y todavía debería seguir conduciendo 1.000 kilómetros más para igualar esa cifra.
Pero, políticamente, la distancia entre Google y la Casa Blanca es mucho menor. Es, en realidad, parte de una tendencia que están siguiendo todos los grandes del sector tecnológico estadounidense, cuyo músculo político está creciendo tan deprisa como el empresarial. Y, en parte, por una cuestión de suerte: en el año 2008, un Barack Obama que no tenía apenas contactos entre la gran empresa sólo tuvo a las tecnológicas como grandes donantes en los primeros momentos de su candidatura.
En aquella época, el principal apoyo de Obama fue Microsoft. Pero, desde 2009, el presidente vive una luna de miel eterna con Google, cuyos ex directivos están copando todos los puestos tecnológicos del Gobierno.
Es una situación comprometida, porque Google no es una fábrica de bicicletas o de galletas, sino una compañía con una posición dominante en las búsquedas de internet, con conflictos constantes por violación de derechos de propiedad intelectual y de la privacidad, que colabora con la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en la supervisión de las comunicaciones on line en todo el mundo, con conflictos por pago -o, más bien, ausencia de pago- de impuestos en varios países europeos, con intereses en nuevos sectores que aún no están regulados (como el sistema de transporte urbano Uber), y con una división, Google [X], que es semisecreta y cuyos proyectos en robótica e inteligencia artificial tienen repercusiones para la seguridad nacional.
Google tiene un poder en Washington como no se veía desde que Goldman Sachs se hizo con el control del Departamento del Tesoro durante las presidencias de Bill Clinton y George W. Bush. De hecho, en las elecciones legislativas del 4 de noviembre, Google ya es la empresa que más dinero ha dado a políticos -14,3 millones de dólares, u 11,1 millones de euros- con lo que ha dejado en segundo puesto, precisamente, a Goldman Sachs, según Financial Times.
Y el romance sigue. En apenas cinco semanas, dos directivas de Google, Megan Smith y Michelle K. Lee han sido, respectivamente, nombrada y nominada para dirigir la Oficina Tecnológica de la Casa Blanca y la Oficina de Patentes de EEUU.
Smith era vicepresidenta de Google [X], mientras que Lee dirigirá una agencia de 10.000 empleados que deciden cada año la concesión de 250.000 patentes. En agosto, la ex abogada de Google Nicole Wong dejó la Casa Blanca, donde se había ganado el mote de la que decide (the decider), después de que fuera ella quien determinó la respuesta al bloqueo de YouTube en Turquía y quien dirigió la revisión de la política de privacidad de EEUU tras el escándalo del espionaje de la NSA desvelado por el ex agente Edward Snowden.
Al menos ocho directivos de Google han ocupado o mantienen cargos de alto nivel en la Casa Blanca, y por lo menos uno de ellos -Andrew McLaughlin, que dejó el Gobierno en 2011- fue amonestado por mantener contactos con la empresa cuando estaba en la Administración.
Y, entre esos ocho no está el ex consejero delegado, actual presidente y tercer mayor accionista de Google, Eric Schmidt, que ayudó al equipo de Obama a organizar su campaña on line en las elecciones de 2008 y 2012 y que pasó la noche de la reelección del presidente en el cuartel general de su equipo, en Chicago.