(Los legados de Donald Rumsfeld y Henry Kissinger)
rubèn ramos
Dando prueba de gran hipocresía, el presidente Obama, anunció en la reciente Asamblea de la ONU su plan de lucha contra la epidemia del Ébola.
La desgracia que se suma al SIDA, no es para este innombrable descendiente de la raza negra, más que un buen pretexto para desplegar tropas estadounidenses en el continente africano. “A pedido del gobierno liberiano, Estados Unidos establecerá un puesto de mando militar en Liberia”, dijo.
Liberia, como se sabe es desde su nacimiento, en 1822, una colonia norteamericana que EEUU pobló con afro-estadounidenses liberados para enfrentar a la población originaria y constituirla en un enclave que sirviera a sus intereses expansionistas en el África. Hoy, como ayer, cumple su papel a la medida de las exigencias que imponen las circunstancias en ese continente. Y no podía ser de otra manera si se tiene en cuenta que por encima de la actual presidenta de ese país, quien gobierna Liberia es el Africom o USAFRICOM.
Según Obama, la acción adoptada por las élites del poder contra el Ébola se suma a “la capacidad y la voluntad de movilizar el mundo contra los terroristas del ISIS o Estado Islámico; de “unir al mundo contra la agresión rusa en Ucrania”. Esto constituye “un ejemplo de lo que puede hacer Estados Unidos cuando toma el mando para enfrentar los más importantes desafíos mundiales”. Mejor dicho, cuando el sionismo internacional adopta la decisión de acelerar la destrucción de la humanidad.
El legado de Donald Rumsfeld
Africom o USAAFRICOM es el Mando Unificado o “Task Force” del Departamento de Defensa de EEUU responsable de las operaciones militares y el control de los gobiernos de las 54 naciones africanas, incluyendo Egipto, aunque formalmente se diga que éste se exceptúa.
El USAAFRICOM fue creado en diciembre del 2006 por el administrador de turno de la Casa Blanca, George W. Bush, como parte del proceso de reorganización de la estructura militar global de los EEUU, bautizado como “Plan de Comando Unificado” llevado a cabo por su Ministro de Defensa Donald Rumsfeld.
Rumsfeld, como se recordará, ejerció un papel gravitante en la estructura de poder de los EEUU durante los gobiernos de Reagan y de Clinton en las décadas de los 80 y 90, tanto en África como en Oriente Medio. En el 2000, asumió la Secretaría de Defensa con Bush para concretar las reformas que el Departamento de Defensa requería y que no se hacían desde la II Guerra Mundial. Fue uno de los principales artífices para la destrucción de Afganistán e Irak.
Pero Rumsfeld, suma a su “meritoria” carrera como reorganizador del terror militar norteamericano, la generación y diseminación de armas químicas desde los laboratorios del Pentágono y del “Gilead Sciences Inc”, de su propiedad.
Desde que Donald Rumsfeld marcó su paso por el Pentágono, Estados Unidos fabrica armas biológicas en el Laboratorio Nacional de Energía de Los Álamos-Nuevo México, manipulando diferentes cepas de virus con el pleno conocimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tal como ocurrió con la de la “gripe aviar” cuyos virus le fueron enviados desde Indonesia.
Práctica que no sorprende si se tiene en cuenta que desde hace más de 40 años el Pentágono ha venido esparciendo billones de bacilos incluso en el propio metro de Nueva York, en las escuelas públicas de Minneapolis y Saint Louis y, en particular, en la bahía de San Francisco, dizque, con el fin de estudiar la vulnerabilidad de los estadounidenses a las armas biológicas. Este experimento produjo el incremento porcentual de meningitis de la espina dorsal en un número que sobrepasa los 10 millones de personas de su propia población.
Igual, la Central de Inteligencia norteamericana (CIA), hace algunos años infectó la isla de Cuba con un virus que causa “fiebre porcina africana”, lo que obligó al gobierno cubano a sacrificar medio millón de cerdos. Diez años después la población fue atacada por una epidemia de “dengue” transmitida por mosquitos, que se extendió por la isla enfermando a más de 300 mil personas y matando a 158 (de los que más de cien eran niños menores de 15 años).
Estos hechos y muchos otros, han sido documentados en diversas fuentes de especialistas y estudiosos del propio EEUU, como es el caso del libro de Leonard Cole Nubes de Secretos (Clouds of Secrecy), o el de William Bloom, Matando la Esperanza.
Las pestes más virulentas han sido alteradas de tal forma que no haya manera convencional alguna para combatirlas. Se han dispersado en África y otras partes del planeta, y son monitoreadas por cada uno de los diez “Comandos Unificados Militares Estadounidenses”, distribuidos en los seis continentes (incluyendo la Antártida).
Mientras tanto, los laboratorios, como la estadounidense Gilead Sciences de Donald Rumsfeld o el gigante suizo Roche y otros, se enriquecen con la manipulación de los “descubrimientos”, para su cura, cotizando en las Bolsas de Valores del mundo. Así ocurrió con la comercialización del “Tamiflú”, la supuesta vacuna antiviral y popular para combatir el brote de “gripe aviar” cuyo virus fue diseminado en México desde 2002.
Curiosamente esta fiebre que fue igualmente bautizada como “fiebre porcina”, nunca se descubrió que atacara a los cerdos o proviniera de estos animales. Por esto, la Organización Mundial de la Salud de la ONU (OMS) recomendó, cambiarle de nombre pasando a identificarse como fiebre AH1N1. “Hemos abandonado la denominación de gripe porcina por el de gripe AH1N1 porque el virus es cada vez más humano y cada vez tenía menos a ver con el animal”, declararía a propósito, Dick Thomson, un portavoz de esa nefasta institución.
Lo que importa relievar es que la tal “fiebre porcina” que resultó siendo humana, creada en los laboratorios del Departamento de Defensa de EEUU, le significó a Roche y Gilead Sciences, los más grandes beneficios multimillonarios por sus derechos sobre el fármaco “Tamiflu”.
El legado de Kissinger
Ya en los 70’ en las postrimerías del gobierno de Richard Nixon, un documento del Departamento de Estado escrito bajo la dirección de su por entonces secretario, Henry Kissinger, identificó el crecimiento de la población en los países del Tercer Mundo como un asunto de máxima importancia que ponía en peligro el acceso a minerales y a otras materias primas que los EEUU necesitaban de manera creciente, constituyendo una amenaza para su seguridad económica y política.
“La economía de los EEUU, sostenía Kissinger, requerirá de grandes y crecientes cantidades de minerales del extranjero, especialmente de los países del Tercer Mundo. Este hecho impone que EEUU ponga un interés mayor en la estabilidad política, social y económica de los países suministradores de materias primas. Donde quiera que una disminución de la población pueda aumentar las posibilidades de dicha estabilidad, la política demográfica se hace relevante para los intereses económicos de los EEUU”. Para esto la recomendación era manejar adecuadamente la llamada “ayuda humanitaria”, asegurar el control de la natalidad y de las enfermedades, bajo estricto control militar.
Según el informe Kissinger, en el orden de prioridad estaban por entonces los países más problemáticos en cuanto a su creciente tasa de natalidad: India, Bangladesh, Pakistán, Nigeria, México, Indonesia, Brasil, Filipinas, Tailandia, Egipto, Turquía, Etiopía, y Colombia. En todos estos países, Estados Unidos estableció bases militares.
El Ébola: un rebrote calculado
De lo dicho se infiere que todo estaba previsto por las élites del nazi-sionismo cuando lanzaron el rebrote de la epidemia del Ébola. Apareció a mediados de los 70’ en Zaire y Sudán coincidiendo con los conflictos internos que terminaron en la actual balcanización de esas naciones. Desde entonces, ha estado presente como una amenaza permanente sobre la vida de los africanos. Rebrota en función del aseguramiento de los recursos naturales que demanda la economía norteamericana para su seguridad nacional y de las exigencias que impone su presencia dominante en el continente. (Ver mapa)
En la hora presente, se trata de asegurar las reservas de petróleo en Nigeria y Benin; de diamantes en Sierra Leona y Costa de Marfil; de fosfatos en Togo y Senegal; de caucho, oro y diamantes en Liberia; de oro y diamantes en Guinea y Ghana; de bauxita en Guinea; de maderas preciosas y de tierras fértiles para el cultivo de cacao, piña, maní y algodón en todo el área.
Así, el Ébola como la Chikingunya que curiosamente aparecen en las mismas naciones de África para extenderse por el resto del mundo incluyendo El Caribe y América latina, se han convertido en armas biológicas estratégicas para usurpar territorios ricos en recursos naturales, enfrentar la relación de China con los países pobres y despoblar territorios de importancia geopolítica, militar y económica para la expansión sionista imperial.
Como tantas otras manipulaciones genéticas para arrasar con negros, árabes, latinoamericanos, asiáticos, esta vez era urgente detener el avance de China en África y garantizar, a las transnacionales norteamericanas y a la de sus socios occidentales, la irracional explotación de sus recursos depredando bosques y provocado una desertificación que mata cientos de miles de niños y ancianos de inanición y sed, cada año.
Pero es importante, además, acelerar el despoblamiento y desarraigo poblacional instalando una nueva base militar y centro de operaciones bélicas estratégicas en Liberia que le sirva al imperialismo sionista para sus operaciones conjuntas de limpieza étnica en toda África y el Medio Oriente y para sembrar el terror biológico en la zona.
En la irracionalidad que orienta el accionar de la política de “los elegidos por Dios”, no bastan los drones para acabar con las poblaciones; también está la generación de terremotos (Haití), de maremotos (Japón), y claro, las esterilizaciones masivas (como las que lleva a cabo la Fundación de Bill Gates, el dueño de Microsoft y primer multimillonario del mundo con más de 85 mil millones de dólares), y las epidemias y pandemias.
Pero al igual que con los bombardeos, no se trata de una guerra para ganar sino para exterminar a largo plazo. Mientras más largo el plazo, más ricos se hacen los laboratorios y la industria farmacéutica que controlan los herederos de los nazi-sionistas que experimentaron con vacunas y pestes durante las dos Guerras Mundiales. Más recursos energéticos y minero-estratégicos se aseguran en más extensos territorios; mayor presión puede ejercer EEUU sobre sus siervos europeos; más fácil se hace balcanizar Estados manipulando conflictos internos entre etnias y poner y sacar gobernantes títeres y obsecuentes.