Un año después que la presidenta Cristina Fernández enunciara su intención de llegar tranquila al 2015, no hay indicios de que ese deseo pueda cumplirse. Por el contrario Argentina ha entrado en zona de turbulencias en lo económico, sea por el fallo del juez Thomas Griesa y los «fondos buitre», por los fuertes desequilibrios macroeconómicos o por la recesión brasileña. Mientras que en lo político proliferan los candidatos pero no aparece un liderazgo claro ni en el oficialismo ni en la oposición. Lo que reina entonces es la incertidumbre.
Problemas al por mayor
Son estas cuestiones que interrelacionan economía y política las que hegemonizan el debate cuando falta menos de un año para ese ensayo electoral general que son las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), fijadas oficialmente para el 9 de agosto del año próximo.
El fallo del juez Griesa bloqueó el regreso a los mercados. Solución que se propuso el gobierno para enfrentar la restricción externa -falta de dólares para pagar deuda e importaciones- mientras que la fuerte caída en la actividad y su impacto sobre el empleo -pérdida de puestos de trabajo- más la inflación -deterioro del poder adquisitivo de los salarios e ingresos fijos- y las presiones devaluatorias, se hacen sentir. Todo indica que esta crisis, a diferencia de la del 2009 -rápida caída y rápida recuperación- se desenvuelve más lentamente pero será más duradera. Si hace dos meses atrás los gurúes de la City discutían si la caída del PBI sería del 1,5 o del 2 por ciento, ahora se discute si será del 2 o del 3 por ciento. Si todo sigue igual, el 2015 sería más complejo todavía, hay que hacer frente a pagos de deuda por unos 15.000 millones de dólares, a lo que hay que sumarle lo necesario para importaciones ineludibles. Hoy nadie puede afirmar como se financiaran esos pagos.
Respuestas
La respuesta del gobierno ha estado en dos planos. A nivel mundial ha desplegado una intensa actividad de denuncia que ha logrado un fuerte apoyo internacional -aunque declarativo- y ha instalado la necesidad de cambios profundos en la actual arquitectura financiera internacional. En lo interno, envió al Congreso, y se aprobó, el proyecto de ley de «Pago soberano local de la deuda externa» que propone el cambio voluntario de jurisdicción y del agente de pago, complementado con un nuevo canje de bonos y la reapertura para los que no ingresaron en 2005 y 2010, que ha abierto algunas grietas en la oposición derechista.
En el plano local se ha centrado, sin resultados por ahora, en estimular el consumo interno. La contrapartida es que no puede bajar la emisión monetaria. Por lo tanto, hubo incremento de precios y nuevas presiones devaluatorias. El gobierno parece haber identificado la disputa intercapitalista por la apropiación del excedente económico -que se da a través del tipo de cambio y de los precios de productos y servicios- como una de las principales, no la única, fuentes de la inflación. Ha propuesto entonces el proyecto de ley de Defensa del Consumidor, que contempla tres iniciativas: creación de un Foro judicial para usuarios y consumidores, de un Observatorio de Precios y reformas a la actual ley de Abastecimiento.
La clave del proyecto sancionado es que otorga al Estado -a través de la Secretaría de Comercio- capacidad de intervención técnica en los procesos de formación de precios al interior de las cadenas productivas y de circulación. No obstante que leyes similares existen en numerosos países, aquí ha sido rechazado de plano por todas las asociaciones patronales que lo consideran expropiatorio y el frente empresario se ha unificado como nunca antes desde el 2003 hasta ahora.
Cambio de paradigma
El reconocimiento del fracaso de apoyarse en una fracción de capitales nacionales impulsada desde el Estado -al estilo de Corea del Sur de fines de los años ’50 y principios de los ’60 del siglo pasado- llevó al kirchnerismo a una variante de acción en su perspectiva neodesarrollista.
Pasó de un «Modelo de matriz diversificada con inclusión social» a un «Proyecto político que toma decisiones económicas». Esta variante no es menor, explica la ausencia de un programa definido y su reemplazo por una sucesión de medidas focalizadas, que surgen según las necesidades del momento.
La disputa por la iniciativa
Si lo que predominó en los dos primeros períodos de la administración kirchnerista, de 2003 a 2007 y de 2008 a 2011, fue su capacidad de mantener la iniciativa política, en este tercer período esa voluntad está siendo cuestionada. Así fue cuando la tragedia ferroviaria en la estación de Once o cuando el conflicto por la minería a cielo abierto en el noroeste al inicio del segundo mandato de CFK. Más recientemente con las insubordinaciones policiales, los saqueos en el sur y las huelgas generales.
Con la presentación, y aprobación, de los proyectos de ley señalados el gobierno ha retomado la iniciativa, pero no ha logrado calmar la incertidumbre. No hay certezas de que los bonistas acepten el cambio de jurisdicción y el nuevo canje propuesto. En tanto, ¿la ley de abastecimiento será solo una amenaza -como lo fueron las de 1964 y 1974- o hay decisión de aplicarla? Tampoco se ve el final del túnel cuando se busca enfrentar problemas económicos estructurales con medidas teñidas de cortoplacismo. Hay si una certeza, el hilo conductor de las medidas tiene una fuerte impronta conservadora: no diluirse como fuerza política.
Rumbo al 2015
El kirchnerismo entonces se mueve en un mar de dificultades y contradicciones, hay cierto desaliento y falta de orientaciones claras, sin embargo no hay pérdidas significativas. Cada día se suman nuevos competidores a la disputa interna por la candidatura principal, a la espera de la bendición presidencial definitiva. Todos los encuestadores -con el grado de provisoriedad que esto tiene- afirman que mantiene un piso del 25 por ciento. Claro está que esto plantea algunos interrogantes: ¿ese porcentual incluye al sciolismo? ¿Cuánto le debe esa presencia sostenida a las carencias de la oposición derechista que no logra formalizar una alternativa creíble y duradera? ¿Cómo evolucionará la legión de funcionarios y militantes preocupados por conservar puestos y porciones de poder?
Según diversos analistas el espectro político nacional hoy puede dividirse por tercios entre el sciolismo -¿incluirá al kirchnerismo duro?-, el massismo -¿qué alianzas hará?-, y el macrismo -¿su vertiginoso ascenso comprende la alianza con sectores del radicalismo? En este esquema el FA-UNEN habría quedado rezagado, sumido en las contradicciones internas propias de ese tipo de construcción heterogénea, donde parece que el libro de pases entre las distintas fuerzas que lo componen está abierto, y no es segura su continuidad futura. Pero en política, sobre todo en estos tiempos de principios muy lábiles, todo puede cambiar. Así el final está abierto.
Entre tantas indeterminaciones hay otra certeza: ninguna de las fuerzas con posibilidades de ganar las presidenciales del año próximo está interesada en superar los límites estructurales del capitalismo local. Sus razones son objetivas: limitaciones ideológicas y compromisos con el gran capital.
En el otro polo del arco ideológico la izquierda, la organizada partidariamente o en los movimientos socio-político-culturales, se ha mostrado al frente de la conflictividad social y muy activa en las huelgas generales. Si lograra superar viejos vicios sectarios, propios de sus prácticas de autoconstrucción, y forjar una política de alianzas abarcadora de la diversidad existente en sus filas, está en condiciones de capitalizar el espacio abierto tanto por la crisis como por las insuficiencias de las alternativas del régimen. Obviamente, de incrementar su caudal electoral y ofrecer una salida a la crisis.
Eduardo Lucita. Integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda