Juan Alberto Sánchez García
En estos días salió el Presidente de Los Estados Unidos catalogando a Venezuela de ser país puente al tráfico internacional de drogas y acusarla de inmediato de la “poca” colaboración para combatir este flagelo.
El Presidente Obama, deliberadamente lo que no dice es, que él es el presidente del país mayor consumidor de drogas del mundo, con más de 21 millón de ciudadanos Norteamericanos que diariamente consumen estupefacientes, y otro tantos más que lo hacen eventualmente.
Nadie en sano juicio se puede alegrar y congraciar, mucho menos justificar, con que haya esa cantidad de seres humanos consumiendo drogas, solo allí en el país que siempre se le vende a la gente como un modelo a seguir, sin que gobierno alguno haya implementado políticas serias de erradicación o disminución drástica del consumo.
Pareciera más bien que como la droga mueve en el mundo una fortuna de dinero que pudiera poner a tambalear la economía de cualquier país, y siendo Los Estados Unidos un modelo económico eminentemente capitalista donde solo el dinero tiene valor, resulta lógico que poco interés tenga en atacar el problema del consumo de drogas, por la economía subterránea que representa todo ese submundo.
Para el goloso del norte es más importante y estratégico a sus múltiples interés, dejar quietos a sus conciudadanos consumidores, y le resulta conveniente a sus intereses meterse en los países productores y en los que el narcotráfico utiliza como puentes, con el achaque de atacar la producción y el trafico, pero que en verdad la razón no es otra cosa, que enmascararse e infiltrarse con ese pretexto y tener actividad política de intromisión en esos países, para controlar y resguardar los intereses de sus transnacionales y apropiarse de los recursos naturales y de la mano de obra barata, para el desarrollo, confort y prosperidad de su economía.
De no ser así, cómo se explica que cada Norteamericano se consuma la energía que necesitan diariamente 250 personas en el globo terráqueo? Por otra parte son el 4 por ciento de la población mundial y se consumen el 25 por ciento de la energía total que demandan diariamente mas de 6 mil 500 millones de seres humanos que habitan la tierra.
Por ahí es por donde ha caminado siempre la política Norteamericana en América Latina y El Caribe, a ese país siempre le ha parecido que su política antidrogas debe dirigirse al primer eslabón de la cadena (Los Productores) y poco hace por tratar con políticas humanistas a Los Consumidores, no hay programas verdaderamente audaces en los Estados Unidos, para declarar al consumo de drogas ya como una enfermedad y darles el tratamiento adecuado.
Por estos días se celebrará en Guatemala una reunión cumbre de La OEA y abordaran el tema de las drogas como un problema de salud pública, con miras a la cumbre mundial del 2016 que sobre drogas realizará La ONU y necesariamente tendrá que abordar el sacrificio y esfuerzo económico y humano, que hacen los países productores, dedicando grandes sumas de dinero de sus presupuestos para atacar las secuelas que deja en la sociedad este gravísimo problema como lo son las drogas.
Colombia ha transitado por este tenebroso camino, como ningún otro país y le ha representado a la sociedad colombiana innumerables conflictos sociales que poco a poco ha venido sorteando, con perseverancia, dedicación y tesón de ese pueblo que vivió en sus entrañas el terror casi de una guerra interna, todo, por la existencia de un colosal mercado internacional de consumo liderado por Los Estados Unidos.
Ojala y en los foros internacionales de La OEA y Naciones Unidas haya una posición firme y menos retorica para exigirle a los países consumidores, principalmente a Los Estados Unidos, programas y planes de erradicación o disminución del consumo de drogas, razón que hace que este grave problema social y de salud no se haya solucionado.
Lamentablemente mientras la ecuación siga siendo la de un mercado con una alta demanda de drogas, difícilmente se podrá erradicar la producción, además por lo que representa desde el punto de vista económico.
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